El viaje de fin de curso es algo que siempre apetece y más si ese año no vas a una simple casa de convivencias sino a un país distinto, a visitar varias ciudades, culturas y demás. Nos esperaba Italia. Verona, Venecia, Florencia, Pisa… tenía buena pinta. Aquello era un año después de mi viaje a Toulouse, ahora ya estaba un pelín más acostumbrado a viajar fuera de España. Pero no es lo mismo ir con la familia que ir con amigos.
A mí me hubiese gustado, como no, visitar el estadio de algún equipo de la Serie A, pero eso no estaba en el planning de los profesores, y en los ratos libres que nos daban no teníamos tiempo a ir y volver de algún estadio. Concretamente el Artemio Franchi, el de la Fiore, es el que me hubiese gustado visitar cuando estuvimos un par de días en Florencia, pero no pudo ser.
A pesar de eso, me hacía gracia comprarme algún souvenir de allí, y qué mejor que fuese algo relacionado con el fútbol. Y a poder ser con la Fiorentina, que desde siempre había sido mi equipo italiano preferido. Éramos varios los que queríamos comprar un recuerdo futbolístico italiano y durante las visitas íbamos mirando las tiendas en búsqueda de algo barato. Obviamente, lo mejor sería una camiseta, pero las oficiales eran demasiado caras y las imitaciones que estaban tiradas de precio eran demasiado malas.
Una tarde libre que nos dieron por Venecia, fuimos en grupillos a pasear y visitar algunos lugares de aquella maravillosa ciudad. Paseando por la plaza San Marco, vimos cómo Marc, un amigo de clase, llegaba sonriente con una camiseta del Inter de Milán en sus manos. Nos la enseñó y era oficial. Estaba chulísima. Nos explicó que la había comprado en una pequeña tienda del Ponte di Rialto dónde todo eran camisetas y a muy bien de precio. Le pedimos que nos llevara inmediatamente para allá y así fue. Curioso que Marc nos «iluminara» en precisamente la Piazza San Marco, su nombre en italiano. Casualidades de la vida. Pero está claro que consiguió encontrar lo que llevábamos buscando los tres días anteriores, nuestro souvenir.
Después de medio perdernos por las calles entre canales y máscaras, logramos llegar al precioso Puente de Rialto. Allí estaba la tienda que nos dijo el compañero. Entramos y era espectacular. ¿Cómo podían caber tantas camisetas allí dentro? Aún no sé de qué color eran las paredes de aquel local, las camisetas colgadas llegaban hasta el techo. Nada más entrar, un hombre muy agradable nos saludó y nos preguntó qué queríamos. Era un hombre muy «italiano», alto, castaño y con bigote. Sobretodo el bigote. Se le veía muy de allí.
Omar quería la del Nápoles y yo la de la Fiorentina y así se lo dijimos entre inglés, español y alguna palabra en italiano. Muy amablemente, nos mostró innumerables camisetas de ambos equipos. Las de temporadas anteriores eran las que estaban mejor de precio, rondaban los 25-30 euros. A mí me enseñó la camiseta oficial de entrenamiento de la Fiore de aquel año, la temporada 2009-10, que también valía unos 30 euros. Era prácticamente igual que la camiseta de los partidos pero bastante más barata así que no lo dudé ni un instante y me la quedé. Omar también logró que le dejara muy bien de precio la celeste del Nápoles de aquel año, así que acabamos comprando las dos. Cuando ya nos íbamos, vimos que también tenía camisetas de Valentino Rossi, un icono en el país de La Bota. Alex había estado mirando en otras tiendas también algo de Valentino, ya que era fan suyo, pero sin suerte. Pero allí encontró también una camiseta amarilla con el famoso 46 de VR y acabó comprándosela. Aquel hombre tenía de todo. Aquel sencillo y modesto mercader veneciano nos dio todo lo que habíamos buscado los demás días y que no habíamos encontrado. Fue nuestro mejor fichaje italiano, nuestro mercader particular.
Al día siguiente viajábamos a Florencia y pude lucir mi camiseta viola durante la visita a la ciudad. Sin duda, Venecia y Florencia fueron las dos ciudades que más me gustaron de aquel viaje; me encantaron ambas, guardo un muy buen recuerdo. Y encima, tienen este bonito nexo de unión de la camiseta y el mercader. Para mí, la frase de «todos los caminos llevan a Roma» no es del todo cierta. Hay un camino, muy especial, que va de Venecia a Florencia. Y es probablemente el camino más bonito que he visto.
6 Comentarios
Genial como siempre Nacho. En este en particular me siento identificado porque yo también hice el viaje de fin de curso de 3º de BUP a Italia y en Venecia me compré también una camiseta, en este caso la del Ajax.
¡Muchas Gracias! Parece ser que es bastante típico ir a Italia en los viajes de fin de curso, mucha gente me lo dice cuando les explico la anécdota jaja
En ese puente me compré yo la de Italia 94′ de Roberto Baggio
Pues quizás era la misma tienda!!
Olé!! que bien escribes ! un beso
Muchas gracias Marta