Hubo un tiempo no tan lejano en el que el fútbol era patrimonio del espectador, que acudía en masa a los campos, bocadillo en mano, bolsa de pipas en el bolsillo y lata de Coca Cola escondida en ciertas partes secretas innombrables. Ese aficionado iba con su mujer, su hijo, amigos, o en la soledad más absoluta. Una vez ocupada su localidad, lidiaba con el colega que jugaba a técnico, con el que un día dice digo y al otro dice Diego, con el criticón, el pesimista hipocondríaco, el voceras y el humo del puro del que se sienta delante. Una vez acabado el partido, soportaba las aglomeraciones al borde de las escaleras de salida, con el alma hinchada o rota, esclava del resultado, dictador de dictadores.
A día de hoy, acudir a un estadio a ver a tu equipo favorito se ha convertido en un lujo que no todo el mundo puede permitirse. Entradas astronómicas, abonos inalcanzables y la guinda del pastel, horarios surrealistas. El resultado es desalentador: casi el 40% de los asientos de los campos de España están vacíos.
Las razones son un cúmulo de intereses que trataremos de abordar más adelante, y que no son más que una forma de tapar los agujeros de una organización nefasta.
Una Organización en entredicho.
La competición comienza en pleno Agosto, cada vez antes, siendo este uno de los meses más calurosos y estrictamente vacacional que hay en nuestro país, y esto ocurre porque el calendario está encorsetado, a punto de estallar. Compromisos de selecciones, amistosos FIFA en rincones inhóspitos del mundo para llenar las arcas de la Federación a tres días del inicio de la competición, o habiendo disputado una sola jornada, Supercopa de España a doble partido en horarios intempestivos, Copa del Rey de ida y vuelta, todo perfectamente diseñado para beneficiar al grande y evitar “Toledazos” y “Noveldazos”, tan incómodos.
Las vacaciones de Navidad, por supuesto son un tema tabú, irrenunciables. El año pasado se insinuó jugar en fechas tan señaladas y el rebote fue de aúpa (Aquí nadie se acuerda del famoso “Boxing Day en la Premier que tan bien funciona). Todo este disparate está perfectamente aderezado con las entradas más caras de Europa.
Precios de las entradas y Abonos
¿Quién no recuerda esta pancarta con la que la hinchada del Schalke 04 quiso recriminar a la directiva del Athletic de Bilbao, los elevados precios del partido de vuelta de la Europa League la temporada pasada en San Mamés?
España está sufriendo una gran crisis económica, la más importante de su historia, eso es un hecho, y los hinchas, por mucho que amen a su club, muchas veces no pueden permitirse el lujo de ir al estadio. Los clubes, pese a que su principal fuente de ingresos ya no es la grada sino los derechos televisivos, siguen manteniendo precios prohibitivos, y en algunos casos incluso incrementados con respecto a temporadas anteriores. Algo totalmente ilógico, y que ha hecho que en las últimas fechas algunos clubes como el Getafe o el Mallorca se hayan visto obligados a bajar el precio de sus abonos, para evitar esa estampa de estadios desangelados.
Las entradas del fútbol español son las más elevadas de Europa con un precio medio de 53 euros frente a los 48 del Calcio, los 44 de la Premier o los 30 euros de la Bundesliga. Todo esto teniendo en cuenta además que los clubes varían los precios en función del rival que les visita: ir a ver el choque entre el equipo de una ciudad y el Real Madrid o el Barcelona supone, normalmente, un desembolso mínimo de 60 euros.
El precio medio más barato corresponde esta campaña al Levante (240 euros), que gracias a su gran campaña de descuento en las renovaciones, fija unos importes muy asequibles para el aficionado.
Hasta 600 euros de diferencia podemos encontrar en el precio medio de los abonos del Levante si los comparamos con los del Valencia (854 euros), club vecino, que fija los precios más caros del fútbol español para sus abonados. En la franja de los precios del conjunto ché, están también los del Athletic de Bilbao y el Real Madrid.
Por tanto los privilegiados que puedan permitirse un abono en la mejor grada del estadio de su equipo, tendrán que, en muchos casos, pagar una cantidad que se antoja muy elevada para los tiempos que corren. En Valencia, el precio medio que cuesta poder ubicarse en la grada principal de Mestalla, asciende a 1780 euros, teniendo la grada más cara de la Primera División junto con el R. Madrid (1800 euros aprox). No deja de ser curiosa la paradoja del conjunto ché que si entendemos el fútbol como el espectáculo que quieren vendernos, en la época que ”menos” parece que pueden ofrecer por la salida de los Villa, Silva, Mata, Joaquín, Alba etc.. Más caros tiene los precios de las entradas y abonos.
Un grupo grande de equipos como el Athletic, Málaga, R. Madrid, At. Madrid, Sevilla, Zaragoza, R. Sociedad y el citado Valencia superan los 1.000 euros cuando hablamos de los abonos en sus gradas más caras.
En términos reales, la localidad más barata sin descuentos en la Primera División es de 88 euros en el Nou Camp, seguida por el R.C.Celta con un fondo de 110 euros.
Con estos precios, parece clara la pregunta ¿Cómo va a poder un padre con la que está cayendo llevar a sus hijos al fútbol?
Los horarios
Resulta difícil de creer y mucho menos de asimilar que en una liga que presume de ser la mejor del mundo, las primeras jornadas terminaran a las 00:45 de la madrugada, y que jornada a jornada veamos hasta nueve horarios distintos.
Sin embargo las televisiones mandan (para eso pagan) y establecen los horarios que más les interesan a los operadores para retransmitir los partidos, aunque oficialmente sea la Liga de Fútbol Profesional (LFP) quien los fije.
También es sangrante como en la copa del rey podemos ver partidos entre semana a las 22:00 de la noche, partidos que encima por culpa del formato existente carecen en muchas ocasiones de emoción.
Hay un aspecto evidente que condiciona todo esto, y es que los derechos de la Liga pertenecen a dos plataformas audiovisuales. Una de ellas, Mediapro, no dispone de un sistema para emitir varios partidos al mismo tiempo, de ahí posiblemente parte de esta locura de horarios.
Esto no pasa en Italia, Alemania o Inglaterra, donde el grueso de sus jornadas se juega a la misma hora, y casualmente los propietarios de los derechos televisivos del Calcio, la Bundesliga o la Premier rentabilizan bien sus inversiones. Algo falla entonces. Mientras en el resto de grandes ligas europeas hay un solo operador que gestiona estos asuntos y un reparto centralizado de la explotación televisiva, aquí hay una dualidad nada beneficiosa.
La fumata blanca de PRISA y Mediapro un día antes del inicio de la competición, determinó un reparto absoluto de la trasmisión con la única emisión de un partido en abierto, de interés general, principalmente los lunes, recalcando que ningún equipo que juegue en Europa disputará un encuentro en ese día tan señalado.
En muchas ocasiones además no se sabe que encuentros serán televisados en la próxima jornada. Los horarios se confirman para una o un par de jornadas vista, y a partir de ahí no se sabe a qué hora se jugarán las siguientes jornadas, por lo que aquellos hinchas que deseen viajar para animar a su equipo se tendrán que esperar y no podrán obtener mejores precios en transporte, hotel, etc…
Esto choca de forma significativa con la Premier y Bundesliga por ejemplo, donde los horarios se conocen con una diferencia de tiempo abismal, algo que permite al aficionado organizarse.
Además prácticamente todos los clubes facilitan los desplazamientos de grupos de aficionados, subvencionándoles parte del viaje, de las entradas etc…Los clubes tienen “cultura de aficionado”, les ven como una parte más del club, y velan por ellos dentro sus posibilidades.
Junto a todo esto comentado se une además un descenso en el nivel futbolístico de muchos equipos, lejos han quedado aquellos años de fichajes millonarios, de tener en sus plantillas a jugadores internacionales de fama mundial, etc… Hemos pasado de esto a que los equipos tengan que incorporar jugadores sin contrato, llegados de ligas inferiores y/o exóticas. El bueno, bonito y barato está hoy a la orden del día en la mayoría de los equipos.
La consecuencia de todo es que la calidad del espectáculo baja alarmántemente. Los aficionados sienten que las competiciones están decididas desde antes de disputarse, y que no merece la pena ya no hacer, si no pensarse el esfuerzo económico que le supondría una entrada o abono. Esta disminución de la calidad y el espectáculo, y el crecimiento de las distancias con los más grandes (al final no es más que un reflejo de la sociedad en esta época de crisis y el aumento en las distancias entre los más ricos y los más pobres), hace que además los patrocinadores que antes hacían cola para poner su nombre en la camiseta de un equipo, y lucían dentadura profident cuando la estrella de turno del equipo al que patrocinaban era presentada ante la admiración de miles de cámaras de y medios de comunicación, hayan dejado de hacerlo, recibiendo los equipos en la mayoría de los casos ofertas irrisorias, que casi no compensan ni el estampado del logotipo.
La conclusión final es clara, negocio, negocio y más negocio. Insulto al aficionado, que debería ser el gran protagonista tras los jugadores, de esta liga herida de muerte. Se le maltrata pero por suerte no se le calla. En numerosos sitios esta temporada se ha hecho saber el descontento a través de pancartas y movilizaciones que reflejan el sentir de la afición y que por el capricho y delirios de grandeza de los “caciques” de la Liga ven como suavemente se cargan el deporte que tanto les gusta y al que, lamentablemente se están viendo obligados a renunciar.
1 Comentario
estoy contigo, los precios son abusivos y los horarios infumables.