«Los enemigos del fútbol»

Comentó en su momento un sabio que, no me pregunten el porqué, consideró que lo mejor era quedarse en el anonimato: «Los enemigos del fútbol son tres: el árbitro y los linieres». ¿Demasiado tosco? No lo niego, pero que alguien me presente pruebas de que conoce a un ser humano con la capacidad de hablar que nunca ha maldecido a un colegiado.

Ciertas teorías, la mayor parte de ellas surgidas de la imaginación de los aficionados, aunque a veces infectan a los directivos de los clubes, afirman la existencia de una mano negra que siempre actúa en contra de su equipo. Teniendo en cuenta que todo el mundo afirma que los colegiados están intentando herir a su entidad, se acaba entrando en un bucle inagotable en el que todos los clubes reciben el mismo -mal- trato y los únicos perjudicados reales son los integrantes de esa agrupación que forman los colegiado.

La figura representativa
El aficionado de a pie tiene cierta fijación con el árbitro principal, omitiendo así a sus asistentes. Pongámonos en situación: el colegiado indica un fuera de juego que los habitantes de las gradas no consideran acertado. El linier ha elevado su banderín cuan playmóbil y así lo ha señalado. ¿Reacción del público presente?. «¡Arbitro valiente, valiente HP!» -o algo semejante-. Me abstengo de hablar de cuando uno de los seguidores, aunque solo sea uno, conoce el nombre del trencilla. Me juego una cena a que si esa persona se equivoca, todo el campo acabaría gritando el alias equivocado.

Pero volvamos al tema principal. Analicemos de forma un poco más profunda las conclusiones que se pueden extraer de este comportamiento. En primer lugar, ni siquiera el que con más énfasis está gritando se cree que esa jugada no ha sido fuera de juego, ¿Por qué protesta entonces?. Y en segundo lugar, el linier ha indicado la infracción. El colegiado, se ve casi obligado a hacerle caso a su «ayudante», porque esa es su función, «ayudar»; por lo que debe tener fe en sus asistentes. ¿Por qué se insulta al árbitro si ha sido el linea el que ha indicado el fuera de juego?. Todo esto deriva en una presión que el árbitro involuntariamente desvía pitando en las jugadas dudosas a favor de los locales, algo que perjudica seriamente a la liga.

No hace falta ni hablar para despreciar al trencilla.

Los re-arbitrajes
«No se puede cambiar el pasado» a no ser que tengas la capacidad de viajar en el tiempo, cosa que dudo. Sin embargo, hay unas personas que si cambian el pasado o, más bien, lo sucesos de un partido: el comité de apelación. Como es sabido por todos, cuando un equipo quiere reclamar por una sanción -llámese tarjeta amarilla-, presenta un recurso ante dicho comité. La tarea de estas personas es la de considerar quien tiene razón, si el árbitro o el club. Surge un problema. Considerar que el recurso presentado por el equipo tiene sentido significa desautorizar al árbitro y al mismo tiempo puede aumentar las quejas, aunque sea la decisión correcta, ya que el colegiado se había equivocado.

De nuevo un ejemplo práctico: Albert Lopo recibió este pasado domingo una tarjeta amarilla al considerar el árbitro que había zancadilleado al contrario dentro del área de penalti. El colegiado indicó la pena máxima y amonestó al zaguero deportivista. Ayer se daba a conocer que se le retira la cartulina al central catalán del Deportivo, ya que el comité de apelación ha considerado que el trencilla había marrado al indicar la infracción y enseñar la susodicha tarjeta. Punto de vista uno: es normal que cancelen esa cartulina amarilla, ya que el colegiado se había equivocado. Punto de vista dos: ahora ya no sirve de nada que juzguen la jugada del penalti, el resultado de 3-2 no va a cambiar. Punto de vista tres: lo único que consiguen es quitarle todavía más autoridad al árbitro.

Personalmente, soy de la ideología de que lo ocurrido sobre el manto verde, ahí se debe quedar. Si un árbitro se ha equivocado a la hora de tomar una decisión en milésimas de segundo, mala suerte; pero el re-arbitrar una jugada días después y con cinco vídeos desde cinco ángulos distintos, solo consigue que los árbitros sean cada día menos respetados.

El nivel de las ligas
Se habla en los bares con menos detenimiento y lo analizan los expertos en profundidad: la Premier League es actualmente la mejor liga del mundo. Según la FIFA, que pese a ser bastante prehistóricos, entienden un poco de esto, España estaría en cuarta posición, por detrás del podio formado por Inglatera, Italia y Argentina -primero, segundo y tercero respectivamente-. Como todo influye a la hora de subir y bajar la categoría de una liga, los colegiados no podían ser menos, aunque a veces el problema es mucho más profundo.

En la Liga Española ya no se tiene respeto alguno por la figura del «hombre de negro». Los jugadores fingen caídas para tratar de engañar, las barreras se adelanta una exageración, todo el mundo reclama por muy estúpido que sea el asunto… Se daba a conocer hace apenas una semana, que esta temporada está siendo la más tarjeteadora de la última década, con una media de seis amarillas por encuentro. Concrétamente, en el reportaje que yo he visto, hacían quedar a los colegiados como los culpables de tal delito. Si miramos las ligas superiores a la nuestra, nos encontramos tanto la Premier, donde el protocolo y la tradición se respetan de forma envidiable; la Serie A, donde los colegiados son exigentes para poder controlar las guerras, perdón, los partidos; y la Liga Argentina, en donde los choque se disfrutan y el colegiado tan solo es nombrado cuando de verdad ha influido en el resultado.

La LFP tiene mucho que mejorar a la hora de implantar ese respeto por el trencilla que hace ya bastante tiempo se se ha dejado en el olvido. Como consecuencia, nuestros equipos se tambalean en Europa en ocasiones hasta haciendo el ridículo, entre otras cosas, porque los zagueros de «nuestros» clubes, con sentir un roce se van al suelo, cuan herido por un francotirador inexistente, pensando que les van a indicar falta a favor… pero amigos, eso solo pasa en España.