Fernando Torres al Chelsea, ¡qué decepción!

Damián – Ya lo sé. El romanticismo en el fútbol está acabado. Sólo unos cuantos ilusos seguimos alimentando ese mito, aunque nos cueste cada poco llevarnos un buen sopapo por tontos. Así se sentirán los miles de seguidores del Liverpool que domingo tras domingo nunca dejaron sólo a su equipo, y siempre los alentaban aunque estuvieran haciendo el ridículo sobre un terreno de juego. Unos aficionados que idolatraban a un joven español de Fuenlabrada con cara de niño. Su querido “number nine”, el mismo que les deja a mitad de temporada sin miramientos.

Y que nadie me venga con que cada uno busca lo mejor para si. Pues claro, todos lo hacemos. Los que tenemos sueldos terrenales tenemos que buscarnos la vida para llevar más dinerito a casa y tratar de acabar sin agobios cada mes. Sin embargo a los niveles de Fernando Torres un poco más de dinero (una fortuna para la mayoría de los mortales) no le va a suponer prácticamente nada. Su «profesión» tiene unas peculiaridades que no presentan la mayoría. Ningún obrero u oficinista tiene a más de 40000 personas jaleándole cada día de partido, amén de muchas otras que lo hacen desde su casa. Los hombres como Torres si gozan de ese reconocimiento y admiración públicos, pero poco les importa.

Su ego es lo que cuenta y no dudan en dejar a su equipo y a sus seguidores (los que le pagaban y adoraban) por uno de sus rivales más encarnizados. Dicen que lo que mueve al de Fuenlabrada es el hambre de títulos. Algo que se le negó en el Atlético de Madrid y ahora en el Liverpool. Quizás algo de responsabilidad también le corresponda a él, no en vano era una de las principales figuras en ambos conjuntos.

Pues nada que le vaya bonito en el Chelsea. Pero sinceramente creo que hay que tener un poco más de respeto y sensibilidad con tus hinchas. Si realmente te quieres ir, a pesar de ser el niño mimado del club y la afición, hazlo a final de temporada, sin escapar del barco cuando va a la deriva, porque eso sólo lo hacen las ratas. Como buen capitán Torres debería intentar enderezar la nave y después largarse en busca de más dinero o títulos, pero desde luego no antes.

Quizás me halla salido un artículo demasiado ácido. Pero es que estas actitudes me demuestran que el romanticismo en el fútbol ha muerto y es algo que me niego a aceptar. Me consolaré con que el Liverpool «nunca caminará sólo» mientras que Fernando Torres quizás no tenga una afición que le recuerde dentro de unos años.