Ya han pasado varios días desde el sábado, en el que pudimos apreciar la esencia humana de un dios y el engrandecimiento de un personaje hasta ahora secundario, además de diversos acontecimientos del que muchos llaman “otro fútbol”. Sin embargo, pese a la posibilidad que otorga el tiempo de analizar los hechos en frío, ni me interesaba ni quiero ahora saber quién dijo qué a quién para entrar a valorarlo y juzgarle de una manera tan personal. El rifirrafe entre Cesc y Kanouté que concluyó con la expulsión del malí motiva una reflexión más profunda acerca del fútbol.
Siempre he defendido ese popular dicho que dice que “lo que pasa en el campo, se queda en el campo”, eso sí, con todos los matices posibles. Básicamente, porque los jugadores están sometidos a una presión inmensa que ni siquiera sus elevados salarios pueden compensar. Antes de etiquetar a un futbolista por un hecho concreto, podríamos mirarnos un poco en el espejo. Creo que cualquier ferviente hincha de este deporte que haya acudido a su estadio para animar a su equipo habrá reclamado a voces al árbitro la señalización de una falta que en su fuero interno sabe que no ha sido cometida, protestando airadamente y soltando auténticos exabruptos totalmente reprochables, amparándose en el hecho de que hay que hacer efectivo el “factor campo” y “generar presión”.
No quiero ejercer de abogado del diablo ni justificar actitudes inaceptables, tan solo explorar muy brevemente en las causas de determinados comportamientos que aquellos alejados del mundo del deporte rey jamás podrán entender. Un elevado número de los jugadores que han triunfado en el fútbol han tenido que elegir -más por conveniencia que necesidad- entre su carrera deportiva y su carrera académica. Obviamente, es la primera la que otorga popularidad y generalmente configura una personalidad distinta. La mayoría de ellos asumen una imagen, una pose concreta, con un marcado carácter triunfador. Y para ganar al contrario es habitual minar su moral y demostrar tu superioridad mental sobre el rival, a veces con técnicas discutibles, algo más común cuanto menor sea el estrato social.
Personas que estuvieron en la cresta de la ola en la complicada etapa de la adolescencia, y sometidas a una presión inmensa, ¿cómo pueden evitar comportarse en un campo de fútbol de una manera, quizás, completamente opuesta a su pensamiento? ¿Actuaríamos nosotros de manera diferente en la misma situación?
No tengo ninguna duda de que, pese a la tensión de los enfrentamientos entre Real Madrid y Barcelona, Iker Casillas y Xavi Hernández charlarán tranquilamente durante la próxima concentración de la selección española, como dos compañeros de clase que, después de los lógicos roces surgidos tras la realización de un importante trabajo en grupo, se van de cañas para olvidar esos problemas, porque a veces, todos nos equivocamos.
2 Comentarios
Todos cometemos errores y ellos más por la presión pero como son conscientes saben rectificar después como Cesc y Kanouté o Xavi y Casillas. Fuera del campo son personas no rivales.
un saludo desde Deporte Español
Muy buena reflexión, a mi modo de ver todos en nuestro trabajo tenemos que aceptar un cierto papel, que no siempre se corresponde con nuestra personalidad. Eso de que «lo que pasa en el campo se queda en el campo» es una gran verdad y se puede aplicar a muchos campos de la vida…