Figo, J.L. David y el arte de la traición
Prometer fidelidad es el primer paso hacia la traición. Todos aquellos que un día decidieron que había algo más importante que la moral, algo por encima de su palabra, bien lo saben. Los ingenuos que un día depositaron su confianza en un traidor, también.
Jacques-Louis David fue uno de los pintores más importantes de la Revolución Francesa; Jacques-Louis David fue también un traidor. Bajo el mandato de Robespierre fue el líder de los artistas revolucionarios, convirtiéndose así en uno de los grandes apoyos del mandatario más sanguinario de todo el proceso bélico. Sin ir más lejos, el amor del artista a las ideas jacobinas le llevó a votar a favor de la ejecución del rey Luis XVI, a pesar de que eso le costara el divorcio; David era republicano.
La actividad política del pintor era de sobras conocida. No se limitaba a reflejar en lienzo los acontecimientos más importantes de la revolución, sino que además organizaba actos propagandísticos a favor del régimen jacobino. Cuando la guerra exterior en la que Francia estaba implicada empezó a dar un respiro a los galos, las conspiraciones contra Robespierre no se hicieron esperar.
El máximo dirigente francés fue detenido mientras David gritaba: “si bebes cicuta, yo la beberé contigo”. El mismo pintor que dijo eso por la mañana, no acudió a la sesión vespertina alegando un dolor de estómago: eso le salvó de la guillotina. Curioso, cuanto menos.
Aquella fue tan solo la primera muestra del gran concepto de la fidelidad que tenía el artista. Después de la ejecución de su amigo, Napoleón tomó el poder y, entre otras cosas, ordenó la detención de David. Una vez en la cárcel, Jacques-Louis se dedicó a pintar; entre esas obras destacó El rapto de las sabinas, concebida por el artista como un homenaje a su mujer y que representaba la paz entre los bandos. Napoleón se fijó en aquel óleo.
Tras conseguir la libertad, David fue contactado varias veces por Napoleón para retratar las hazañas del emperador. Aquellas pinturas le convirtieron en el pintor más ilustre del imperio. Jacques-Louis David pasó de jacobino a napoleónico; de republicano a imperialista. Sin duda, un hombre de férreas convicciones morales.
Figo fue un extremo que decidió dejar de jugar en la línea de cal para jugar con las ilusiones de todo el barcelonsimo. El único rayo de esperanza en tiempos muy oscuros en la capital catalana, el portador del brazalete con la camiseta del centenari, cambió Barcelona por Madrid sin pestañear. Se fue a un equipo mejor en aquel momento, pero el puñado de millones que se embolsó tuvieron gran peso en la decisión.
La vuelta al Camp Nou no fue fácil para el portugués: nadie indultó a aquel traidor como hiciera en su día Napoleón con David. Figo no encontró una guillotina esperándole al saltar al campo, pero no se salvó de ver una cabeza de cerdo cayendo en su tacón. Para los azulgranas, ni olvido ni perdón.
Este domingo el luso ya no jugará, pero en la mente de todos los ‘culés’ que vayan al estadio, volverá a aparecer aquella imagen de Figo con la camiseta del Madrid tras haber sido ídolo en Barcelona. Este domingo, como en cada ‘clásico’ disputado en el templo ‘azulgrana’, el aura de la peor traición de la historia barcelonista sobrevolará la capital catalana.
Miquel Muñoz Sánchez
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