Wigan Athletic, el proletario de George Orwell que se rebeló
Minuto 90: continúa el 0-0 en el marcador. Shaun Maloney coloca el esférico con mimo sobre la esquina, como el marido que aparta el cabello de la frente de la amante. Levanta la cabeza y coloca un balón tenso al primer palo, imbuido por una fe que se desplaza con un bastón y gafas de sol oscuras. Nadie pensaría que un futbolista de 1,78 que nunca se caracterizó por su capacidad de salto pudiese rematar de cabeza en una parcela defendida por aquel Jack Rodwell (1,88m), que cual sietemesino había abandonado demasiado joven el vientre materno por las verdes y vacías promesas de un Manchester City intolerante al fallo.
Pero Ben Watson lo hizo. El bajo pudo con el alto, el obrero con el burgués. El jugador que había ingresado en el campo nueve minutos antes anotaba el gol decisivo; un tanto que proclamaba al Wigan Athletic campeón de la FA Cup 2012-13 por primera vez en sus 83 años de historia: el primer y único trofeo importante de la entidad hasta el momento. Aquella ciudad industrializada, sobre la que George Orwell disertó en los años 30 en su obra El camino de Wigan Pier, erigió su triunfo sobre las máximas del obrero y las clases bajas que inspiraron al autor: trabajo y esfuerzo. El equipo de fútbol, un habitual en la mitad-baja de la tabla liguera, fue en aquel 11 de mayo, en Wembley, la expresión colectiva de toda una población de 97.000 habitantes (según el censo del 2011) articulada a través de 11 futbolistas sobre el campo.
Todos los caminos conducen a Manchester. Como si de la capital italiana se tratase, los dos clubes de Manchester son los antagonistas que protagonizan el drama operístico del Wigan en las copas. Los ‘latics’ sólo han disputado tres finales de un trofeo importante en relación al tamaño de su entidad: la FA Cup que ganaron al Manchester City en el 90’, la Community Shield que perdieron frente al Manchester United sólo meses después de aquella hazaña (2-0; doblete de Van Persie) y la final de la Carling Cup de 2006, en la que cayeron derrotados una vez más frente a los ‘Red Devils’ (4-0 con goles de Saha, Cristiano Ronaldo y doblete de Wayne Rooney).
7 de abril de 2015: un fornido joven que ha irrumpido recientemente en la treintena camina pensativo con las manos en los bolsillos. Su aspecto y estado físico son testigos que todavía recuerdan sus mejores momentos como futbolista. Una persistente afección crónica de cadera le impidió disputar aquella final de FA Cup a pesar de ser el capitán de los ‘latics’, y ahora le aleja definitivamente de seguir pisando los terrenos de juegos vestido de corto. A partir de estos momentos, lo hará ataviado con un chándal tras de ser confirmado como el nuevo entrenador del Wigan. Gary Caldwell (1982, Escocia) declaró a la web oficial del club: “Nunca ha sido un secreto el hecho de que me gustaría ser el entrenador del Wigan cuando fuese el momento adecuado. No esperaba llegar hasta aquí tan pronto, pero en el fútbol debes tomar las oportunidades según se presentan. Ahora mismo estamos en una situación muy complicada, pero prepararemos los encuentros restantes con una sola idea en mente: ganar”.
A pesar de este torrente dialéctico henchido de deseos de victoria, la contratación de Caldwell (sumada a la incorporación de David Sharpe como presidente de la entidad, sustituyendo al mítico ‘Dave’ Whelan, que sigue figurando como dueño del club) tiene la mirada puesta en un medio-largo plazo. Según informó el propio periodista deportivo Axel Torres, que mantiene un vínculo especial con el equipo, la cúpula y el cuerpo técnico se han propuesto volver a la Premier League (máxima división inglesa) en un periodo de 5 temporadas. Precisamente, Sharpe apadrinó la llegada de Caldwell al banquillo latic con estas palabras: “Gary es una solución a largo plazo. Él conoce a la entidad y comparte nuestra misma filosofía futbolística. Es un líder nato que emana respeto a todo aquel que le rodea. La gente comentará su falta de experiencia, pero todo entrenador joven está en la misma situación que él. Hay muchos casos de jóvenes técnicos a los que se les da una oportunidad y terminan siendo exitosos”.
¿Hay esperanza? ¿Cómo ha llegado el Wigan a esta situación? De campeón de la FA Cup frente al todopoderoso Manchester City (que destituyó a Roberto Mancini a los pocos días de aquella derrota y fue reemplazado por Manuel Pellegrini) a equipo virtualmente de League One (2º B inglesa) en sólo tres temporadas. Probablemente todo empezó con la marcha del entrenador Roberto Martínez al Everton tras la consecución del inimaginable trofeo y el descenso en la última jornada tras la derrota frente al Arsenal. Desde entonces, no ha habido estabilidad en un banquillo que parece dispuesto sobre el roce de dos placas tectónicas: Owen Coyle, Uwe Rösler y ‘Malky’ Mackay fueron los sucesores de Martínez en un lapso inferior al de dos temporadas completas. Además, si comparamos la plantilla de aquella campaña 12/13 con la actual, prácticamente no encontraremos a ninguno de los futbolistas en nómina. De hecho Ben Watson, el héroe improvisado de aquella final, fue traspasado en enero de este mismo año al Watford: precisamente el equipo al que se enfrentó en su debut como futbolista profesional cuando se encontraba entre las filas del Crystal Palace.
El círculo de Watson se cierra y el del Wigan también. Aquel malogrado central que se vio obligado a observar la gloria tardía y casi impuntual del equipo que capitaneaba desde el banquillo, es ahora el encargado de liderar un proyecto que aspira a volver a trepar a la cima del fútbol como ya hizo en la primera ocasión: con el denodado aliento del proletario que escala la pirámide clasista reflejada por Orwell en sus páginas. Unas letras impresas que el Wigan se apropió como sus diez mandamientos para rebelarse contra la tiranía de los poderosos. Wigan Athletic, el proletario de George Orwell que se rebeló.
Sergio G. Arias