US Concarneau: aprendiz de caballero
Las ligas de fútbol son sociedades de clases estamentadas en divisiones; uno de los últimos estertores del abolido régimen medieval. La aristocracia vive agasajada por las persuasivas televisiones, que no reparan en gastos para llevarles regalos en sus viajes como si de una ofrenda a un rey de la Antigüedad se tratase. El vulgo puebla el resto de categorías entre el drama por el descenso y la anarquía de presupuestos, viviendo sobre caóticos planos urbanísticos, como si el arquitecto se hubiese quedado dormido y derramado el café sobre ellos. Sólo en algunos países, las Copas representan una oportunidad de ascenso social en la estricta sociedad clasista: la ocasión de enfundarse una armadura anónima, sin una historia asociada a un mito y participar en la justa contra el campeón, el caballero más laureado de la corte del orgulloso monarca. Y el US Concarneau estuvo en la orilla de derribar al actual campeón de su montura, tras una épica justa prolongada durante 91 minutos.
El US Concarneau (Union Sportive Concarnoise) fue fundado en Francia en 1911, en la provincia de Concarneau. Actualmente milita en el grupo D de la 4ª División gala (en quinta posición, a siete puntos del líder con tres encuentros menos disputados). Su estadio, el Guy Piriou, podría presentar un carácter apocado por sus 6.500 asientos de capacidad, pero desde esa modestia ajena a la opulencia rococó su leal escudero le armó para la batalla. Su rival, el EA Guingamp, era el campeón actual de la Coupe de France: un trofeo que lograron desde la sombra y la ajada apariencia de un conjunto extranjero en la celebración de títulos. El partido tenía lugar el 5 de marzo en el Estadio Yves Allainmat (Lorient, Francia) con capacidad para 18.000 asistentes —siendo la población de Concarneau 18.557 habitantes en 2012, y la de Guingamp a escala municipal de 7.235 en el censo del mismo año—.
A las 21:00 horas dio comienzo un partido que premiaba al ganador con un pase a las semifinales coperas. Los de Nicolas Cloarec, que jugaban como locales, salieron al campo con un 4-4-2 abierto a las bandas. Por su parte, los Jocelyn Gourvennec les devolvieron el reflejo de su formación titular sobre el verde con otro 4-4-2 holgado. Christophe Mandanne daría el primer estoque en el minuto tres para los actuales campeones, que sería respondido en el 22′ por Christophe Gourmelon, centrocampista que transformaba su séptimo gol en esta campaña, en 15 encuentros disputados. El lance se mantendría equilibrado hasta que, en el minuto 91 (de los 92 que se jugarían), con ambos contendientes extenuados por el esfuerzo y la pesadez de la contrachapada armadura, el caprichoso Claudio Beauvue —11 dianas en 25 apariciones esta temporada; extraordinarios números para el centrocampista de Guadalupe— hería de muerte al achaparrado contrincante con un golazo de falta directa. Aquella cuchillada asestada con la excelsa pierna derecha de Beauvue ajusticiaba a las esperanzas de los locales, que ya soñaban con mantener su escalada social en un Estado donde las hadas decoraban las grandes salas de los déspotas y señores junto a las cabezas de venado. Al final de la despiadada lucha, el entrenador de los victoriosos declaró: “En la Copa, tienes que ganar y clasificarte. No hay victoria pequeña. Todos los partidos coperos son muy difíciles”. Por otro lado, el técnico perdedor se mostró apesadumbrado: “Es el Guingamp, es frío profesionalismo. Si me arrepiento de algo, es de nuestro primer tiempo: las oportunidades falladas y su inicio”.
Al día siguiente, el US Concarneau, con 1.291 seguidores en su cuenta de Twitter (por 860 a los que sigue) en ese baremo actual que representan los followers en lo que a popularidad se refiere, volvió a su estado natural, a lo amateur. Su consuelo, su esperanza, es que su hazaña permanezca en los sangrientos pliegues de la historia, y su nombre se escuche y recuerde algún día con respeto y añoranza. Que los juglares y trovadores canten inundando los Salones Reales con el rasgueo de su instrumento y la cuasi-heroicidad de este hidalgo desconocido; de este aprendiz de caballero.
Sergio G. Arias