No existe la derrota bonita
“Roger Federer es un gran perdedor. No significa que le guste perder o que lo haga frecuentemente, lo que pasa es que lo hace con más elegancia que el resto“. Devoto del tenista suizo, ‘Pep’ Guardiola pasa por el peor momento de su carrera desde que se introdujo en el arte de dirigir vestuarios. A unas horas de afrontar la que puede ser su segunda derrota más dura en Copa de Europa (y eso que no dejan de ser unas semifinales, que ya querrían otros), su modus operandi vuelve a estar en el objetivo, aunque esta vez el grado de ferocidad por parte de sus detractores es mayor.
Para el entorno, que invierte tinta y tiempo defendiendo a uno de los escudos con mayor peso del Viejo Continente, no es lo mismo caer una que dos veces con el mismo tipo de peldaño. Más aún cuando los bávaros siguen cojeando por el mismo vacío defensivo que les privó de poder competir contra el vigente campeón de Europa hace justamente un año. Tal y como lo ve el que escribe estas líneas, sin embargo, esta vez el Bayern estuvo a la altura de su rival, plantándole cara durante por lo menos dos tercios del encuentro. El problema es que eso —y menos— para ‘Leo’ es suficiente. Sin entrar en que ha sido el equipo más golpeado (de entre el top 5 europeo) en número de lesiones (y en importancia de éstas), no deja de ser una señal inequívoca el hecho de que la afición del Camp Nou hubiera firmado el 0-0 ó una victoria mínima en el minuto 76 ante un equipo que no logró chutar al arco de Ter Stegen.
Los análisis postpartido, víctimas quizá de la morbosidad, se dejaron llevar más por una media hora (primer y último cuarto de hora del partido) de aplastamiento azulgrana incontestable: de la hora de juego durante la cual el Bayern controla la situación apenas queda rastro. Es por esto que, generalmente, nunca me ha gustado lo que rodea a la figura del ‘Pep’ entrenador. Básicamente porque es carne de una fábula (alimentada por él, dicho sea de paso) en la que siempre se han juntado los dos extremos de la opinión. Es una discusión tan tediosa la que se forma en torno a su modelo de juego que se acaba minimizando su verdadero valor, que es “ser el mejor entrenador para sus jugadores”; una empresa que ni en Barcelona ni en Múnich ha dejado de conseguir. No obstante, aunque la excelencia de su primera etapa sea cruel con la segunda, no deja de ser cierto que este Bayern aún tiene muchas etapas que quemar para llegar al potencial que se presuponía cuando el catalán aterrizó en Alemania.
Robben: “Después del partido frente al Wolfsburgo [perdieron 4-1] podías ver en su cara cuánto le dolió la derrota. Odia perder, como cualquier otro gran entrenador“. (Fuente: FourFourTwo)
Que su equipo llegue a mayo con una cifra récord de pases acumulados no es relevante para nadie, o no debería serlo. La relevancia verdadera en ese dato reside en el porcentaje total que el equipo ha reciclado para desahogar los nudos que han permitido “demoler a sus rivales“, como dice en el libro de Martí Perarnau. Un libro del que, por cierto, no es difícil sacar mensajes que le convierten en un competidor nato.
Pep: “Tienes que pasar el balón sólo si tienes clara la intención. Consiste en sobrecargar y atraer al oponente, luego sólo queda atacar con un golpe bajo. Ese tiene que ser nuestro juego. Nada que ver con el «tiki-taka»” (Fuente: Telegraph)
Guardiola no entiende de homenajes. Su mensaje, más allá de lo que diga la teoría en la que cree (como Ancelotti o Klopp creen en la suya), nunca ha aceptado la derrota. Por eso, cuando analiza la vuelta de una eliminatoria casi resuelta en su contra, dice que lo primero es “defender y a partir de ahí, hablará el partido“. Un 3-0 duele en todos los sitios, y por más que un colecciona-trofeos como Federer diga que perder con elegancia no hace sangre, a Guardiola aún le falta mucho tiempo para asimilar que la derrota es una opción. Nadie con más ganas que él de ir a por Berlín.
Xabi Esnaola