Molina en el día que cambiaron las tornas

José Francisco Molina fue un portero que siempre será recordado por su excepcional juego con los pies, algo muy valorado en la actualidad y que comenzó a ser básico y fundamental tras el mundial de Italia de 1990, cuando se modificó la norma que permitía ceder el balón para que el portero lo cogiese con las manos sin ningún tipo de limitación, lo que concedía a equipos de corte fundamentalmente defensivo perder tiempo, ralentizar el juego, e imposibilitar la presión del contrario en la salida del balón.

Molina tuvo dos clubs fundamentales en su carrera futbolística. El primero fue el Atlético de Madrid, con el que ganó la Liga, la Copa del Rey y el Trofeo Zamora en su primera temporada. En el Atlético permaneció cinco campañas, hasta que el club descendió a Segunda División en el año 2000, momento en que fue vendido al Real Club Deportivo de la Coruña, con el que se proclamó campeón de la Copa del Rey y de dos Supercopas de España.

El 15 de octubre de 2002 anunció que padecía un cáncer de testículo, lo cual le obligó a retirarse indefinidamente del deporte. Tras pasar por varias sesiones de quimioterapia consiguió superar la enfermedad, anunciando su recuperación en enero de 2003.

Las buenas actuaciones en sus clubs y su trayectoria le hicieron llegar a  la selección, con la que disputó 9 partidos (en los que encajó 3 goles), formando parte de los planteles que disputaron las Eurocopas de 1996 y 2000. Su debut se produjo el 24 de abril de 1996 en el partido ante Noruega, que terminó en un empate a cero; por lo tanto, se cumplen hoy 19 años de tal acontecimiento. Curiosamente, no debutó como portero: al ser un amistoso y con los cambios de jugadores de campo lesionados, ‘Juanma’ López no podía continuar en el terreno de juego, por lo que tuvo que salir ocupando la posición de interior zurdo. En una de las acciones del partido recibió el balón en la media luna del área y, sin pensárselo, remató de primeras con la pierna derecha, saliendo el disparo lamiendo el poste derecho de la portería noruega.

Javier Clemente era el inquilino de aquel banquillo, y no cabe duda que una de las personas más indicadas para aquel tipo de decisiones que a cualquier otro compañero de profesión no se le hubiese pasado siquieramente por la cabeza. Por primera y última vez en su carrera, Molina disfrutaría en un partido con público, aunque amistoso, de sentirse la amenaza para el portero contrario en lugar del individuo entrenado y preparado para frenar el entusiasmo de los delanteros y ahogar la pasión de la afición ante la oportunidad creada y abortada.

La locura de Javier Clemente que vino a la mente del aficionado al ver el cambio se tradujo enseguida en perplejidad ante las acciones del valenciano, quien no desentonaba en absoluto con el resto de compañeros de selección. Carreras por la banda, criterio a la hora de jugar el balón y pases medidos al compañero en lugar de al contrario, como se le podría presuponer a un portero en semejantes lides.

Ahora, en su etapa de entrenador, no tenemos conocimiento que haya puesto en marcha las enseñanzas del gran Javier Clemente y sus porteros se ocupen de tareas ofensivas, aunque también deberíamos tener en cuenta que muy pocos porteros ostentan las cualidades que tenía Molina para desempeñarse con el balón en los pies y no con las manoplas, como debería ser de forma inequívoca. La excentricidad del técnico y las cualidades poco habituales del portero permitieron contemplar a los allí asistentes, y a los que estaban pegados a su televisor, de uno de los cuadros más sorprendentes que se pueden presenciar sobre el césped de un estadio de fútbol. Una estampa singular tan poco habitual en el fútbol profesional que nos acerca a la libertad del fútbol de la calle y de un patio de colegio.

Foto de portada: elfutbolesinjusto.com
Foto destacada: espanol.eurosport.com

Miguel Mandías

De las cosas menos importantes que hay en la vida, el fútbol es la más importante.

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