Jonathan López, la fuerza del destino
Destino: fuerza desconocida de la que se cree que actúa de forma inevitable sobre las personas y los acontecimientos. Desarrollo de los acontecimientos que se considera irremediable y no se puede cambiar.
Primeros pasos, sueños y decepciones
El sino de ‘Jona’, como el de todos nosotros, estaba escrito: triunfaría en Mestalla con vuelos imposibles de un lado al otro de la portería, alejando de las redes goles cantados, parando lo imparable. Pero, en ocasiones, la vida nos desvía del recorrido hacia nuestros objetivos. Lo que para Jonathan López iba a ser un camino de rosas se convirtió en una travesía por el desierto.
Con apenas 16 años, Jonathan era una de las grandes perlas de Paterna. Había despuntado en el cadete, logrando el Campeonato Nacional ante el Real Madrid en una tanda de penaltis de la que fue el gran protagonista. Era un fijo en las concentraciones de las categorías inferiores de la selección española, luchando codo con codo con Reina y Casillas; y en la capital del Turia le colocaban como el heredero de Cañizares. Antes de la mayoría de edad, ya formaba parte de la primera plantilla, con la que se proclamó de la Copa del Rey. El futuro estaba en sus manos.
Aquel sueño de jugar en Primera División —que surgió cuando se calzó las botas por primera vez en el Alcázar C.F. de su pueblo— estaba a un paso de convertirse en realidad. Sin embargo, Jonathan se iba a quedar a las puertas de alcanzar tan anhelado deseo y, ya fuera por la falta de confianza y minutos que le concedieron algunos entrenadores o por algunas decisiones poco acertadas, no iba a triunfar en Valencia.
El sueño se truncaba justo cuando estaba a punto de cumplirse; agotado de salir a equipo por año (Numancia, Oviedo, Valencia C, Córdoba) y no cumplir sus expectativas, el todavía joven portero se da por vencido y abandona la práctica profesional del fútbol.
Un nuevo comienzo
Pero, como el paso del tiempo, el destino es inexorable: no se lo puede eludir ni detener, y un nuevo comienzo estaba por llegar. La inesperada llamada del Albacete le rescató de la pesadilla y le devolvió al fútbol de primer nivel. Tras haber sufrido un auténtico calvario, Jonathan recuperó la confianza en sí mismo que otros le habían hecho olvidar, y grabó a fuego en su mente algo que no iba a olvidar jamás: él era un portero de Primera División. Regresó con un espíritu de superación y una capacidad de sacrificio hasta entonces desconocidas; pasó de tercer portero a titular en apenas dos meses y, haciendo gala de esa seguridad y reflejos felinos que le habían catapultado en su edad juvenil, logró alzarse con el Zamora de Segunda División, y ser una de las piezas claves en la consecución de la permanencia del Alba en la categoría.
Volver a empezar, otra vez
Por desgracia, lejos de suponer un espaldarazo a su carrera, su buen hacer en La Mancha fue tan solo un espejismo. La mala suerte volvía a ser su compañera de viaje y, tras una mala experiencia en el Levadiakos griego, tiene que regresar a España para jugar en Roquetas y Burgos. Su nivel se aleja bastante del que ofreció en Albacete pero, a pesar de llegar a plantearse la retirada definitiva, vuelve a resurgir de sus cenizas. Jonathan no se da por vencido: tiene un objetivo y lo va a conseguir; como en la canción del mítico grupo Mecano, la fuerza del destino le hizo repetir.
Y por fin, cuando menos lo esperaba, llegó la gran oportunidad: el Veria, de la Primera División griega, le da la oportunidad de disputar una liga de primer nivel. Como en el pasado, llega con pocas opciones de jugar, pero su innegable calidad y su capacidad para luchar y competir por un puesto le abren las puertas de la titularidad muy pronto. Jona acaba siendo elegido mejor guardameta de la competición, y en cada partido demuestra que ha recuperado a ese portero que llevaba dentro cuando despuntaba en los juveniles del Valencia.
La gran oportunidad
Su buen hacer en tierras helenas no pasó inadvertido y las ofertas comenzaron a llegar. Al final, tras haber sufrido un auténtico calvario, después de contadas alegrías e infinidad de decepciones, llegaba la gran oportunidad que había estado esperando durante quince años: el Getafe se hacía con sus servicios para la presente temporada.
Como durante todo el transcurso de su carrera, en Madrid tampoco lo ha tenido fácil, pero hace un par de semanas consiguió al fin hacer realidad ese sueño que ya parecía imposible: de la mano de Quique Sánchez Flores, debutó en la Primera División española frente al Sevilla, en un encuentro en el que además el conjunto azulón logró una importantísima victoria. Todo el trabajo, el esfuerzo, el sacrificio y las penurias sufridas, tuvieron su recompensa.
El pasado domingo, y con el sueño de toda una vida alcanzado, se cerró por fin el círculo; ese desarrollo de los acontecimientos irremediable que conocemos como destino, hizo acto de presencia por fin en la vida de ‘Jona’. Estaba escrito que algún día triunfaría en Mestalla, y así ocurrió. No fue defendiendo los colores del Valencia, y su equipo ni siquiera pudo hacerse con la victoria, pero Jonathan demostró al mundo entero, con una parada inverosímil en ese escenario tan especial para él, lo que siempre supo: es un portero de Primera División.
Pablo Ortega