El camino de ‘Leo’ Messi
Desde sus primeros pasos, bajo la batuta de Rijkaard primero, y de Guardiola después, vieron absolutamente claro que todo el fútbol y la estela de la gloria del FC Barcelona debían rodearse en torno a Lionel Messi.
El argentino como el epicentro futbolístico del todo, la pieza que ejecute una filosofía perfectamente trazada, un estilo de juego que se erija casi como un movimiento cultural y en ocasiones hasta poético, al abrigo de futbolistas totales, con una capacidad asociativa sobresaliente. ‘Leo’ podría alcanzar un estatus alto en cuanto a rendimiento, pero nadie podría sospechar que los límites iban a quebrarse con tanta fiereza y naturalidad.
Los registros se han ido cayendo uno tras otro, como si un ser de otro planeta habitase bajo la tímida radiografía de un potrero argentino. Messi hacía con el cuerpo de un mortal lo que la física, el fútbol, o incluso la imaginación no podían explicar. Lo común era zafarse de una nube de jugadores, tumbar al defensa de un quiebro rápido y seco para acabar batiendo al portero con una suave vaselina; podríamos llamarlo únicamente crack, a secas, si no estuviésemos hablando de que aquel partido responde a unas semifinales de la Champions League, y a los que se enfrenta son considerados de los mejores del planeta.
Messi llega donde empieza la imaginación de un niño. Comandado por dos escuderos letales, un uruguayo que retumba feroz su ansia de gol y fútbol, y un brasileiro que peina el verde con su puntera, mientras imagina el regate imposible, como una danza envenenada de samba y talento. Así, el sacrificio del resto de jugadores no se entiende de manera egoísta hacia el ’10′; aquel destello incontestable de fútbol apenas se aprecia una vez en dos vidas, y todos en el vestuario son conscientes de que el ego personal debe quedarse atrás en beneficio del colectivo. Aquel voluntariado tiene éxito porque en los ojos de Messi va el hambre y gloria del Barcelona. Porque luchará por cada balón como un defensa. Porque intentará abrir a banda como un centrocampista, y estará dispuesto a servir el gol en bandeja de oro. Por el escudo; por los que aman aquellos colores.
A Messi lo ama quien ama el fútbol, porque en él se ven reflejados todos los sueños de quien quedó por el camino, del que por cobardía ni siquiera lo intentó, o el que por una enfermedad no pudo nunca. Cada jugada estratosférica, cada regate imposible, cada registro roto en mil pedazos por uno de sus balonazos, es una oda a la felicidad, a la esperanza de quien quiere ser el mejor, la sonrisa pícara de saber que, si se volviera a nacer y quisiéramos ser una leyenda, existe un camino trazado desde las calles de Rosario hasta Barcelona y que lleva el nombre de Lionel Messi.
Yasser Tirado
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