Siento la necesidad de escribir unas palabras sobre el portentoso futbolista llamado Yayá Touré. Probablemente si estuviesemos ante un jugador de una nacionalidad mucho más relacionada históricamente con el fútbol o ante un individuo capaz de realizar campañas publicitarias descomunales y millonarias —a través de mostrar su imagen en lugar de por aptitudes deportivas—, se llenarían páginas a nivel mundial sobre la exquisitez del jugador marfileño.
Es complicado entender cómo un jugador que desarrolla su labor como mediocentro defensivo es capaz de ser el tercer máximo goleador de la Premier League con 19 tantos. Estamos ante una amenaza para la portería contraria partiendo de una posición cuya función es el robo de pelota. Inexplicable. Pregúntenles a Busquets, Xabi Alonso, Gabi o cualquier mediocentro del mundo cómo es posible semejante barbaridad. Es una combinación extraña. Un físico excepcional unido a una técnica exquisita y una coordinación impropia de un jugador de su tamaño.
Ya en el Mónaco con Laurent Banide desarrollaba un rol diferente al actual, que le facilitaba su relación con la portería contraria. Jugador rápido y de gran zancada, cuando la apariencia es justo la contraria. El FC Barcelona, en un gran acierto, le fichó. No obstante, nunca ocuparía la zona ofensiva que llamó la atención de clubs europeos en su corta etapa francesa. Su adaptación al mediocentro fue inmediata. Sin embargo, con la llegada de Guardiola al club catalán, aparece la figura de Sergio Busquets. El de Sabadell enseguida, amparado por la confianza del entrenador, cobra protagonismo en el primer equipo y se lo roba a Touré, que en ocasiones se ve desplazado a la posición de central. Yayá muestra de nuevo su excepcional calidad con una gran solvencia en esa posición, como en la final de copa ante el Athletic, donde anota el extraordinario gol del empate. El marfileño no es indiscutible. Es un jugador importante de la plantilla, pero no es el futbolista irreemplazable que sabes que siempre aparece en la pizarra cuando el entrenador da las alineaciones. Como declaró en su momento, “Sin Busquets, no me hubiera ido del Barça”.
El FC Barcelona se juntó con dos descomunales jugadores en la misma posición casi a la vez y los dos juntos en el mediocentro no tenían sitio. La predilección de Guardiola por su apuesta personal y el ansia de jugar partidos de Touré fuerzan su salida al Manchester City. Al final, el club consigue más de 20 millones de beneficio y el futbolista un gran contrato y el cartel de indiscutible con los Citizens. Con el equipo inglés se corona campeón de la Premier 44 años después del último título liguero del club. Sin embargo, como un maleficio que persigue al jugador que desempeña la función de mediocentro, el reconocimiento internacional y la justicia futbolista no ha llegado nunca al jugador marfileño.
En la presente temporada, goleadores o jugadores ofensivos contrastados de la talla de Wayne Rooney, Sergio Agüero (lesionado parte de la temporada), Olivier Giroud, Eden Hazard, Romelu Lukaku, Edin Dzeko, Robin Van Persie, Samuel Etoo, Fernando Torres o Peter Crouch, tienen que mirar hacia arriba para encontrar en la tabla de goleadores a Yayá Touré.
El marfileño suma 19 tantos, siendo sólamente superado por Sturridge y Luis Suárez, en un caso insólito en lo que a máximos goleadores se refiere, porque si ya es difícil de por sí que jugadores de área o medios ofensivos con llegada alcancen estas cifras, si esto lo trasladamos a un futbolista cuya labor es primordialmente destructora, estamos ante un caso excepcional. Jugador posicionalmente extraordinario, de ahí su ubicación en lugares especialmente tácticos, físico de corredor de fondo (cualquiera diría que nos encontramos ante un atleta keniano largamente laureado) y, a la vez, técnicamente dotado para manejarse en situaciones que requieren calidad para la salida del balón. Si a esta corpulencia le sumamos rapidez y buen disparo desde media distancia, Yayá Touré se convierte en un futbolista que tras robo de balón y con espacios, se abalanza sobre los centrales contrarios como un tren de mercancías sin paradas y con destino a la portería contraria.
Desde aquí mi humilde homenaje al atípico Yayá Touré y, por extensión, al mediocentro defensivo tan poco valorado y tan fundamental en el esquema de cualquier equipo que pretenda jugar al fútbol con un mínimo de éxito y criterio. La diferencia entre el marfileño y el resto es que su «sucia» y sorda labor tiene premio individual: el gol.
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