Todavía estoy buscando a Xabi Alonso. Y los centrales del Madrid también. En el partido de ayer, el gran cerebro de este equipo, no apareció. Como si en el círculo de medio campo existiese un agujero negro, los centrocampistas evitaban entrar en él. Los visitantes no conocían este riesgo y aprovecharon para adueñarse de esta parcela. Tan acostumbrado estaba el balón a salir volando y tal era la práctica que Sergio Ramos había adquirido en este tipo de envíos, que llegó el penalti decisivo y el de Camas no lo pudo evitar… Mandó un pelotazo a una nube azul enviando el balón al mismo sitio donde debió pasarse todo el partido Xabi Alonso.
La primera mitad fue una deshonra para los técnicos y un espectáculo para el espectador, valga la redundancia. Las líneas defensivas sufrían constantemente. Los espacios entre líneas eran aprovechados por ambos equipos. Salían en tromba. Contras constantes. El Real Madrid aprovechaba sus oportunidades, el Bayern no. Como el martes, uno de los mejores centrales del mundo comete una tontería que marcará el encuentro. El penalti supone un frenazo en seco para ese ímpetu local. El espíritu de Juanito empieza a temblar. Todo recuerda a lo vivido el día anterior. El Bernabéu vibraba como disfrutaba el Nou Camp, dos goles a favor, todo encarado para una remontada. Llega el penalti en contra, gol, y las dudas. Quizás el sistema utilizado hasta el momento no es el mejor.
Es entonces cuando ambos entrenadores se cubren las espaldas. Atacar, si, pero con cabeza. El número de ocasiones se redujo considerablemente, sobre todo por parte del Real Madrid. El Bayern aprovechaba la pasividad de la primera línea defensiva de los pupilos de Mou. Cristiano, Ozil, Di María y Benzema hacían amago de defender, pero en cuanto su jugador se escapa unos metros, daban por imposible alcanzarlo. Por la otra parte, Robben y Ribery no tenían problema en bajar a hacer ayudas defensivas. Incluso Mario Gómez hacía algún esprint en busca de recuperar el esférico. Resultaba increíble ver como el círculo de medio campo continuaba vacío. No había nadie que conectase a Pepe con Mesut Ozil. Xabi Alonso desapareció el día que era más necesario para este Real Madrid. Ni la salida de Kaká solucionó este problema. Cero desmarques de apoyo hasta la salida del brasileño. Cuando este saltó al campo, los nervios y las piernas atenazadas podían con la lógica del juego en corto.
En la prórroga y pese a que el Bayern parecía más fresco, se vio la realidad de algunos jugadores. Las tremendas carreras continuas de Ribery y Robben pasaban factura a sus frágiles piernas. Aún así, con las últimas fuerzas y aprovechando un error defensivo increíble en un equipo entrenado por Mourinho, llegó un último balón a Mario Gómez, quien acusó el cansancio psicológico y no supo resolver de primeras. Parecía que por muchos méritos que hiciese el equipo de Jupp Heynckes, no era el día. Pero los penaltis hicieron «justicia», dentro de lo ambiguo que es hablar de justicia dentro del fútbol. Curiosamente, aquel que había estado desaparecido todo el partido, fue el único que apareció para marcar el penalti para el Real Madrid. 150 millones de euros no aseguran dos goles en las penas máximas. Xabi Alonso si marcó, pero ya era demasiado tarde. Sergio Ramos fallaba el penalti que le dejaba la clasificación en bandeja al Bayern de forma estrepitosa. Mandando el balón a un lugar conocido solo por el autor del gol en el disparo madridista anterior. Ese lugar donde Xabi Alonso se pasó todo el partido. La nada.
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