La pasada jornada se presentaba como una excelente oportunidad para el Rayo Vallecano de acercarse a la salvación. La derrota del Elche en el Bernabéu y los empates cosechados por Almería, Málaga, Valladolid y Getafe suponían que, si el conjunto franjirrojo se alzaba con la victoria, se colocaría a tan solo un partido de todos ellos. Además, la irregularidad mostrada hasta la fecha por el Sevilla de Emery, rival de los vallecanos, invitaba al optimismo.
Para desgracia de los locales, el partido fue un calco de lo que viene siendo la tónica general del equipo esta temporada: control del centro del campo y dominio de la posesión estériles, pocas ocasiones de gol y graves fallos defensivos que se traducen en una nueva derrota, la decimoséptima de este curso. La permanencia, cada vez más lejos.
Sin embargo, algo extraordinario ocurrió en el Estadio de Vallecas. Un hecho sin precedentes que demuestra el porqué esta afición está considerada como una de las mejores de España. Durante los noventa minutos de juego, la grada no paró, como es habitual en ella, de animar y alentar a los suyos. Pero lo más sorprendente sucedió al finalizar el encuentro. Tras el pitido final, los jugadores se retiraron cabizbajos al vestuario, conscientes de la ocasión perdida. Mientras tanto, fuera, los espectadores no se movían de sus butacas. Entonando multitud de cánticos, «exigieron» a sus futbolistas que regresaran al terreno de juego para agradecerles el esfuerzo que realizan cada fin de semana para honrar la franja roja que llevan en el pecho. Por supuesto, los jugadores volvieron a aparecer por el túnel para devolver el aplauso a todos y cada uno de los allí presentes, en uno de los hechos más emocionantes que recuerda el que escribe estas líneas.
Algo a lo que estamos acostumbrados a ver cuando se producen celebraciones de títulos, ascensos o salvaciones, pero no cuando tu equipo se encuentra en penúltima posición y con futuro poco esperanzador.
Un gesto que ejemplifica a la perfección lo que significa el sentimiento de pertenencia al barrio de Vallecas, el amor por unos colores, la fidelidad a un escudo. Un gesto que debe servir de ejemplo a muchas otras aficiones, acostumbradas a abandonar el estadio y pitar a los suyos cuando las cosas no marchan bien.
Siendo realistas, el conjunto madrileño tiene bastante complicado alcanzar el objetivo de la permanencia, pero, pase lo que pase con el equipo a final de temporada, la hinchada del Rayo Vallecano es de Primera.
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