Tras verter un socio del Fútbol Club Barcelona sus sospechas en los juzgados por un supuesto despilfarro escondido en el caso Neymar y a espera de que sea oficial, el presidente Rosell se ha visto envuelto en una trama demasiado compleja para lo que debería haber supuesto un fichaje ansiado por su junta y, en parte, por todo el barcelonismo. Esta querella contra su persona trae como consecuencia la dimisión en el día de ayer del máximo mandatario azulgrana, que será relevado en el cargo por Josep Maria Bartomeu, su mano derecha estos años.
El fichaje de Neymar Junior el pasado verano fue uno de los más celebrados por el aficionado y socio en los últimos años. Si añadimos que comerle la tostada al Madrid de Florentino en materia de fichajes es una tarea fragosa, la llegada de la estrella del Santos a la ciudad Condal se antojaba un ejercicio de vital importancia para reforzar la credibilidad del presidente Rosell. Era, en definitiva, uno de esos fichajes por los que se recuerda a la autoridad que logró rubricar el contrato.
Los hechos son bien concretos: una operación que públicamente no llegó a los 60 millones pero que, presuntamente, se sostuvo gracias a 40 millones más que, al parecer, han sido distraídos.
No me voy a parar a dar mi opinión sobre si creo que Rosell es o no culpable, primero porque no me corresponde y segundo porque además no tengo la información que me ayudaría a corroborarlo. Pero no puedo dejar pasar la ocasión de analizar el tema, si es que finalmente se levanta la liebre y se demuestra que las cifras que Sandro dio a los socios están lejos de las que en realidad se utilizaron para abarcar esa compleja transacción a varias bandas.
Si indagamos en el meollo del asunto, podemos afirmar que es lícito gastarse 100 millones en un futbolista —aunque dados los tiempos que corren, sea cuanto menos poco ético— de la talla del crack brasileño, o incluso gastárselos en alguno que no dé la talla. ¡Cuántos equipos hay en primera que estarían encantados en poder desembolsar esa cantidad en un sólo futbolista! Cada presidente gestiona la economía de su club como buenamente puede o quiere, ahí no podemos objetar nada.
Lo que es totalmente ilícito es engañar al soci, que con su aportación puede sentirse parte de la inversión que realiza su club en un jugador. Para este, que con su voto otorga al Presidente la potestad de manejar los designios del club como estructura deportiva y económica, no es plato de buen gusto sentirse engañado. Decir que el precio fueron 57 millones y que el contrato del futbolista se ajusta a los topes impuestos en la escala salarial del club, —si se confirma en los juzgados—, es mentir descabelladamente. Mentira fraguada sobre unas cláusulas de confidencialidad, que según aporta el denunciante, no existen en ningún caso. Aunque el problema crece inexorablemente cuando además, con premeditada alevosía, se utilizó esta mentira para enaltecer las habilidades negociadoras del Presidente, fortaleciendo además (de cara al futuro) el sentimiento de la afición hacia el crack brasilero.
Me explico: Decir que Neymar prefirió el Barça por encima de otras ofertas mayores es una forma de conseguir que la afición y compañeros de vestuario empaticen con el futbolista, y sin entrar en detalles de la operación, pues conocer las cifras -presumiblemente- reales hubiera provocado bastante polémica. Quizás sería un poco imprudente decir que algún culé de corazón babeó al conocer que entre Madrid y Barça, (las dos ofertas que el Santos comunicó en su momento aceptadas) el extremo de la cresta mohicana prefirió tener taquilla en el Camp Nou y a un precio más bajo, pero es así. Esto tanto para el aficionado «anti» como para el aficionado «pro» es un subidón y ayuda al encumbramiento de una estrella que ya de por sí tiene todo para triunfar. Es hacer creer que el Barça, con su filosofía de juego y su fortaleza como club polideportivo, ofrece al deportista muchas cosas más de las que puede ofrecer otro club. Esto último ha sido la bandera del Barcelona en los últimos años: jugadores que elegían su proyecto deportivo a sabiendas incluso de que implicaría una pérdida económica o una bajada de sueldo respecto al club de procedencia. O eso se nos vendió. Ahora, si finalmente se pagó más de lo que dijo Rosell por Neymar, y se demuestra todo lo expuesto anteriormente, dicha filosofía se viene abajo como un castillo de naipes, y acerca más al club catalán a la gestión de cartera de Florentino Pérez, quedando demostrado que los mayores sentimientos y los mayores retos son los que ofrece una chequera en blanco.
Quién iba a decirle al bueno de Sandro que el fichaje estrella de su mandato, con el que estrecharía lazos con el socio, con el que convencería a los aficionados de lo intratable que es negociando con brasileños, con el que mostraría que dónde el FC Barcelona no llega económicamente, llega como reto deportivo para el jugador, iba a meterle en un jardín de tal espesura que sería el principio de su fin.
Un fin que tuvo lugar con una rueda de prensa en la que presentaba su dimisión con carácter irrevocable, pero en la que, a la espera de lo que se cueza en los juzgados, no dio ni una sola explicación al socio, que queda amarrado a la junta que él conformó para su mandato hasta el año 2016.
Veremos con el tiempo si Rosell huyó de una explicación o se apartó con elegancia convencido de la legalidad del fichaje que lo ha enterrado como Presidente. Veremos. De momento, no ha perdido ningún juicio, aunque ha dejado su credibilidad y la de su Junta (la misma que se queda al mando), caminando por el alambre.
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