Muchos fueron los pitonisos en el caso Neymar. En Barcelona primero, cuando el brasileño parecía que tenía pie y medio en el Santiago Bernabéu, y al contrario, cuando el del Santos acabó estampando su firma como nuevo jugador culé.
Los argumentos fueron de lo más peregrinos, como suele suceder cuando se trata de desprestigiar los “méritos” ajenos. Uno de ellos fue afirmar que los equipos de la Liga Brasileña tendrían un nivel de Segunda División B en España, cuando por ejemplo en las últimas diez ediciones del Mundial de Clubes, cuatro las han ganado equipos cariocas. Mediocridad de los defensas individualmente, de los equipos tácticamente y, ante ese paupérrimo nivel, Neymar destacaba de forma alarmante.
Ante los duros defensas europeos y el tremendo rigor táctico en el viejo continente, el joven e inexperto brasileño tendría serios problemas. Supongo que los propulsores de estos argumentos no habrían visto ni treinta segundos de cualquier remoto partido del Santos en la liga brasileña, porque de ser así, se hubiesen percatado de la interminable cantidad de patadas que recibía Neymar partido tras partido.
A los que no les parecía creíble el argumento de la endeblez del fútbol brasileño buscaban la alternativa de la comparación. Robinho era el personaje elegido para tal fin. Su origen, el Santos, su tonalidad de piel y su estilo de juego, debían ser suficiente para mostrar la llegada al fútbol europeo de un futbolista joven, talentoso y al que Brasil se le quedaba pequeño para mostrar toda su magia.
Si todo esto no funciona siempre se puede acudir al gen brasileño, aquel en el que la fiesta y la samba lo devora todo. Ronaldinho fue un claro exponente de este perfil. Futbolista que llega a Europa con hambre de títulos, fútbol y reconocimiento, y que tras su consecución y estando en la cima, se abandona y decide que el fútbol no se encuentra entre una de sus prioridades.
Este último caso suele ocurrir con jugadores en su etapa de madurez y no en futbolistas que todavía tienen todo su potencial por explotar y un camino ascendente por recorrer.
Llegados a este punto, no creo equivocarme al decir que los primeros cuatro meses de Neymar en el fútbol europeo han sido, como mínimo, positivos. Su rápida adaptación no ha sido una sorpresa y no estamos todavía ante la mejor versión del brasileño.
La comparación con Robinho salta por los aires. En su llegada al Real Madrid hizo 12 dianas, mientras que Neymar cuando todavía no está mediada la temporada lleva once goles y otras tantas asistencias.
Era evidente que un jugador con las caracteríscas técnicas del carioca en una plantilla con la calidad y con el manejo de balón del FC Barcelona, lo tendría relativamente fácil para acomodarse. Estar rodeado de Iniesta, Xavi, Messi, Pedro o Busquets facilita mucho las cosas a la hora de asociarse.
Neymar es un futbolista descomunal y un potencial balón de oro en el futuro cuando comience la decadencia de Messi y Cristiano. Tiene velocidad, desborde por ambos lados, utiliza las dos piernas, tiene pase y por encima de todas estas cualidades, la capacidad de liderar y soportar la presión. Desde muy joven se le ha exigido, tanto en el Santos como en su selección, y siempre ha respondido. Como diría Flavio Briatore, Neymar tiene la mirada de los campeones, ese gesto penetrante y ese lenguaje corporal tan particular que sólo los elegidos saben interpretar. En resumen, la determinación de ese tipo de futbolistas especiales que cuando tienen el balón en los pies se prevé que algo importante va a pasar y que hace que la grada se ponga en pie ante la expectativa del acontecimiento que genera.
Negros nubarrones se cernían sobre el Camp Nou tras las lesiones de Messi y Valdés. Uno, el goleador y estandarte del mejor equipo de la historia del club, y el otro, el portero que estaba desarrollando su más sobresaliente y última temporada como culé. Los dos equipos madrileños se frotaban las manos ante el panorama que se pretendía atisbar pero, finalmente, no se produjeron esos malos presagios. La ausencia de Messi ha dado protagonismo a futbolistas como Pedro, Alexis y, evidentemente, Neymar. Ante el titubeante inicio de temporada de jugadores de la importancia de Xavi e Iniesta, el brasileño ha sido uno de los jugadores clave en el sostenimiento competitivo del equipo. Jerarquía en un chico de 21 años recién aterrizado en un club plagado de estrellas y de egos. Sorprendente y admirable.
Como siempre, el tiempo dictará sentencia y el de São Paulo deberá soportar las inevitables comparaciones con Messi, comparaciones que cualquier mortal que se dedique a la práctica del fútbol deberá perder, sin ello desmerecer lo más mínimo su categoría profesional. El argentino juega en una categoría aparte.
Sin embargo, por lo ya expuesto, Neymar debería ser uno de esos futbolistas por los cuales, una vez pitado el final del partido, el aficionado puede abandonar el estadio esbozando una sonrisa y pensando para sus adentros: “ha merecido la pena pagar la entrada”.
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