Vivir en la ‘sociedad deportiva’ que nos toca, donde pocos equipos acaparan mucho campo mediático y hasta lo que nos venden como información deportiva no puede ser considerada como tal deforma hasta cierto punto pequeños hitos que ocurren cerca de casa. Nos cansamos de alabar el formato de Copa en Inglaterra y jaleamos a los equipos humildes que eliminan a algún conjunto Premier o llegan a rondas finales de la competición, pero nos olvidamos de que, sí, nuestros torneos tienen miserias, pero no por ello dejan de contar con pequeñas historias de humildes protagonistas.
En unas horas el Levante peleará por certificar su paso a los Octavos de Final de la Europa League. No pasará a una final de la máxima competición continental, sólo accederá a la disputa de una ronda más. Pero en Orriols nadie le da tan poca relevancia, hasta se perdona el pequeño bajón liguero. Los ascensos y descensos han ido y venido (y lo seguirán haciendo) en la centenaria historia del equipo pero jugar, no, jugar no, competir tan bien en una torneo europeo no se había hecho en la vida. Es bonito ver cómo los más viejos del lugar se estremecen y se dejan envolver por la locura colectiva con los logros continentales de este Levante de nueva generación que sirve para rejuvenecer el remozado estadio levantinista.
No se le está prestando más atención de la estrictamente justificable. Tampoco nadie exige más de momento. Los rivales, si bien han sido duros de roer, tampoco han tenido el nombre que atrae, pero sí que se pide que el falso debate que está asentado en los grandes medios y las resacas mal llevadas de la Champions no estiren demasiado sus sombra y tapen esta pequeña hazaña. Y veremos si no hay que quitarle el adjetivo que acota.
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