«A veces, el destino se parece a una pequeña tempestad de arena que cambia de dirección sin cesar…»
Con esta frase podría resumir estos últimos cinco meses, desde el día 27 de septiembre, momento en el que pasé por el quirófano, hasta el 16 de febrero, momento en el que firmé mi último contrato, aquí, en Austria.
El médico que me operó me confesó una conversación que había tenido con mi padre cuando yo estaba ya adormecido por la anestesia:
-Sé sincero, ¿va a poder volver a jugar?
-Para eso le voy a operar, ¿no?
La conversación me la confesó en un día feliz, el día que él mismo me dio el alta, 2 de diciembre, dos meses después de que el tiempo le diera la razón, a él, y a mis ganas por seguir jugando al fútbol.
Dos días después de la operación estaba encima de una bicicleta en un gimnasio de mi ciudad, donde la gente me miraba con una cara entre vergüenza y pena, pensarían: «A dónde irá este vigoréxico, ¡con muletas en el gimnasio!» Hasta el monitor tenía que subirme literalmente para que pudiera montar en la bicicleta, pero el tiempo corría en mi contra… El primer médico al que consulté para decidir con quién operarme me dijo que me olvidara de jugar en seis meses (yo haciendo mis cálculos deseché su opinión) porque el mercado de fichajes cerraba el 30 de enero y según sus cuentas no podría tocar un balón hasta marzo.
Al día siguiente cogí el coche y me dirigí a Madrid, otro traumatólogo especialista en el tipo de lesión que padecía me fue realmente sincero: 3-4 meses de rehabilitación, pero cada persona es un mundo, tú eres deportista, joven y lo más importante, tienes la ilusión o la meta de firmar en el mercado de invierno en algún equipo para disfrutar (y vivir) de lo que más te gusta hacer. Así que iba tachando días con sensaciones inmejorables y pocos o casi inexistentes dolores tras la operación (y sí dolía me repetía esta frase una y otra vez para mí: “El dolor es temporal. Puede durar un minuto o una hora o un día, o incluso un año, pero con el tiempo desaparecerá y otra cosa ocupará su lugar. Sin embargo, si renuncio, va a durar para siempre»). A la segunda semana estaba encima de la elíptica y al mes sin muletas.
Todo iba perfecto y en diciembre ya estaba corriendo… En quince días podía empezar a tocar balón, que para un jugador lesionado os prometo que es como aquel náufrago de las películas que otea tierra firme.
Llega la dichosa Navidad y con ella las vacaciones para la mayoría de equipos, si de por sí creo que a medida que vas cumpliendo años la Navidad te va haciendo cada vez menos ilusión, este año tenía mis razones, y eso que las podía pasar en casa, cuando el año pasado me tocó estar en una concentración con mi equipo en Tailandia… Pero yo ya podía tocar balón, y después de tanto tiempo, no entendía de fiestas ya que llevaba meses de “vacaciones obligadas”.
Gracias al CD Virgen del camino (equipo de Tercera división de mi ciudad, León) pude darme cuenta de lo «tieso» que estaba después de tanto tiempo competir, pero puedo confirmar aquí que el sudor que se te queda en la ropa después de un entrenamiento de fútbol con balón no tiene absolutamente nada que ver con aquel que desprendes cuando corres por tu cuenta, aislado en tus pensamientos, tu música, tus arrepentimientos del pasado y sobre todo tus deseos y sueños del futuro, esa es nuestra verdadera gasolina, que te permite mirar y correr hacia delante.
Como no tengo término medio y uno no acepta verse mal físicamente o sin ritmo, empecé a doblar sesiones de trabajo, gimnasio, piscina y carrera, casi unas 6 horas al día… Hasta que mi espalda dijo basta. Ciática (esa palabra que me sonaba a vejez y que la había escuchado pero nunca sentido) y tooodos los buenos presagios de recuperación, positivismo de verte ya al final del túnel se truncan otra vez…
A pesar de los cuidados con el fisioterapeuta tuve que descansar 2-3 semanas. En este tiempo ya estaba buscando club pero todo en ese momento estaba en mi contra: desde julio sin jugar, lesionado, operado, y viniendo de Asia… No era el sueño de jugador que cualquier agente quisiera tener y me di cuenta rápido de ello, aquellos que antes llamaban o contestaban desaparecieron del mapa… Agentes, entrenadores, incluso algún jugador o amigo, es la soledad del jugador marginado, quiero decir, lesionado, aunque a veces te traten como lo primero… Pero no me pillaba por sorpresa, tras haber vivido algo parecido después de mi lesión grave en la UD Almeria ya aprendí la lección de que los que confían en ti están siempre ahí, y los que te aprecian de verdad aparecen, en cambio hay gente que sólo aparece según sople el viento, cosa que respeto y que es muy frecuente en el mundo del futbol, pero que no va conmigo.
Sin club pero con esperanzas y sobre todo con «huevos» de decir tengo 27 años y aún me queda mucho fútbol dentro.
Dos cosas nos pueden definir. La paciencia cuando no tenemos nada y la actitud cuando lo tenemos todo...
Y la paciencia después de días de espera y de trabajo se convirtió en, a falta de una oferta, tres, sobre la mesa: Austria, Polonia o Moldavia.
Me decanté por el primer país, una prueba de cinco días en los que debido a las molestias aún bastante considerables no pude entrenarme durante dos de los cinco días… Los otros tres fueron una constante pelea entre mi dolor y yo.
Otro palo grande, en esos momentos te preguntas: “¿por qué a mí?” Pero aunque no es lo mismo, me viene a la mente aquello de, cuando no estás jugando, le pides explicaciones al entrenador de por qué no te pone en el once, ¿pero acaso le pides alguna explicación de por qué juegas cuando lo hace?
«Lo intentaste alguna vez, fracasaste. No importa, inténtalo de nuevo. Fracasa otra vez, fracasa mejor…»
Por lo que si el destino no quería que firmara allí sería porque me esperaba algo mejor, o eso pensaba…
Fue entonces cuando me llegó la llamada de un agente en Israel y pude probar por un equipo de allí, me cogí un vuelo en Viena haciendo noche en Belgrado para llegar a Tel Aviv, y el agente que me iba a esperar en el aeropuerto no estaba allí, ¡sino en Miami!
Otro revés en la cara… Por suerte un compañero español al que podría llamar amigo, que juega en Israel, me ofreció su casa durante mi estancia en el país.
Y tras unos días de espera y confusión pude probar en el Hapoel.
Salí del entreno y el director deportivo y el entrenador me esperaban en su despacho, querían contratarme y tras hacerme una oferta con las condiciones me explicaron la parte negativa: quedan unas 30 horas para que se cierre el plazo de fichajes, y sólo te podremos contratar si sacamos a un jugador ya que el cupo en la plantilla está lleno.
¡Os puedo decir que han sido de las 24 horas más largas de mi vida! ¡Y encima el día de mi cumpleaños! Os podéis imaginar mi celebración… No la hubo. A la mañana siguiente encontraron acomodo para el jugador que debía salir para poder firmar yo, pero este no estaba por la labor por ser un equipo de inferior categoría, a falta de 4 horas para que se cerrara el plazo me ofrecieron como alternativa que fuera yo quien jugara en dicho equipo de segunda, pero no accedí.
Entre tanto, una llamada del último clasificado de la liga húngara dándome el OK para mi fichaje, pero cuando me hablaron de sponsor, dinero, presidente, me sonó a una película que ya conocía y decidí tener un plan B, o F en este caso ya.
Un equipo armenio que juega la previa de la UEFA está muy interesado en verte y empieza la pretemporada en Antalia (Turquía), así que tienes que confirmar YA.
Por tercera vez preparaba mi maleta cargadas de nuevos presagios (a la tercera va la vencida, me repetía), pero me encontré con el club menos profesional que he visto en años… Al primer día me di cuenta de que ahí no quería jugar por varias razones y de peso, por lo que tras una posibilidad en Rumanía que al final también quedó en humo, me salió otra oportunidad en Austria, un país que me dejó muy buena impresión cuando estuve allá un mes atrás.
Las vueltas que da la vida, sin molestias ya desde hacía semana y media y sabiendo que era mi cuarto destino, me dije a mí mismo que había que coger esa oportunidad y agarrarme a ella, confiaba en mí y en cómo estaba entrenando, las sensaciones que estaba teniendo en el campo después de tanto tiempo… Y sobre todo con otra frase en mi cabeza:
«Si piensas en darte por vencido, piensa antes en la razón por la cual te mantuviste de pie todo este tiempo…»
Al tercer día de entrenamiento sabía que me querían y firmamos esa misma noche, aunque no se pudo hacer oficial hasta que llegara mi transfer de Asia.
Un mes de alegrías, de reveses, de ilusiones, de aventuras, de fútbol, de experiencias, de viajes, pero al final siempre podré decir que ha merecido la pena.
Si tuviera que darle un consejo a algún futbolista que esté en un momento jodido, en su «tormenta particular», porque lo tendrá, seguro, a lo largo de su carrera, le diré una frase que no por ser más o menos conocida deja de servir:
Los que renuncian son más numerosos que los que fracasan…
Así que inténtalo y ve a por ello, y si realmente crees que estás luchando por algo, para ser aquello para lo que has nacido, inténtalo y vuélvelo a intentar una y mil veces porque «El mejor guerrero no es el que triunfa siempre, si no el que vuelve sin miedo a la batalla».
Una vez un amigo que dejó el fútbol profesional hace tiempo me dijo: «Otro jugador con la mitad de cosas que te han pasado habría colgado las botas hace tiempo…» Me sentí orgulloso de que al menos él, que había mamado este fútbol profesional pero modesto a la vez, me valorara esa virtud o casi enfermedad de creer en mí y en mi fútbol, pero honestamente y sin saber de dónde me vino le respondí: «El secreto es tener siempre más huevos que esperanzas…»
No dijo nada, pero rió y asintió.
Por eso creo que hay que saber encontrar lo positivo de todas las cosas, personas, lugares, acontecimientos y hasta de las tormentas…
«Y una vez que la tormenta termine, no recordarás cómo lo lograste, cómo sobreviviste. Ni siquiera estarás seguro si la tormenta ha terminado realmente. Pero una cosa si es segura. Cuando salgas de esa tormenta, no serás la misma persona que entró en ella. De eso se trata esta tormenta.»
3 Comentarios
No me puedo sentir más identificado en este texto, me pasó algo parecido cuando a los 14 años me rompí cubito y radio y encima se me descolocaron, nada más llegar al hospital con el brazo colgando lo primero que me dijo la enfermera fue: ¿Y vas a seguir jugando? Acaba de venir un niño igual que tú y me ha dicho que no. Mi respuesta, mirando a mi padre, fue: Y, ¿por qué no lo iba a hacer? Claro que continuaré jugando. Tras dos operaciones sigo jugando y con más ganas que nunca.
Felicitaciones por la publicación. Enhorabuena.
Amigo Jose, «genio y figura hasta la sepultura»…jeje . Qué buen ejemplo para tanto mediocre y pusilámine como uno encuentra en los caminos de la vida.Te agradezco mucho tu coraje escribiendo esta experiencia personal , tan entrañable y llena de vida. (coraje). Estas realidades que tienen rostro hacen mucho bien a miles y de jóvenes que por diversas circunstancias hoy más que nunca «tiran la toalla» ante la más mínima dificultad. De otra parte dejan tambén al descubierto (con el culo al aire) a una sociedad donde los intereses materiales, la corrupción de todo tipo y el abuso de poder hacen del día a día su huerto particular.
Qué importante , amigos, adolescentes y jovenes ,la educación, la formación, el estudio, la cultura …. Armas poderosas para concernos a nosotros mismos , nuestras obligaciones , responsabilidades ,etc y defender nuestros derechos y también ayudar a los demás a hacerlo.
» Habla por el que no puede hablar, sal en defensa de los desvalidos ; habla para juzgar con justicia y para defender a humildes y pobres» . » come miel, hijo mío , porque es buena , el panal endulzará tu paladar . Pues así es la sabiduría para tu vida : si la encuentras tendrás futuro y tu esperanza no se quebrará » (textos de la sabiduria antigua)
Si tienes tiempo entra en YOUTUBE y visiona el corto » EL CIRCO DE LAS MARIPOSAS» y luego me comentas qué te ha parecido y cómo te ha dejado el cuerpo, seguro que te va gustar ! como Jose y como psicólogo, ya me cuentas… Un abrazo
Aunque jamás logré jugar en profesional por cuestiones que nunca me han agradado y ensucian al fútbol (pagar por debutar) si hice mis labores en las inferiores, hasta que se me rompieron los meniscos y tu texto relata la misma ilusión que yo tenía en aquel entonces con mis 16 años recién cumplidos…
la frustración, el ¿por que a mi?, la preocupación pero mas que nada la ilusión.
Hace 6 meses se me rompió el famosisimo ligamento cruzado y me dijo el Dr que ya mejor ni jugara, que meniscos y ligamento mal mi rodilla quedaría de cartón.
Hoy juego en 4 equipos amateurs y con la misma ilusión de aquel pubere de 16 años!
Tu columna tocó fibras del pasado en mí que me hace poner piel de gallina!