¡Parad de pestañear! ¡De tragar saliva! ¡Y cuidado con subir la bragueta demasiado deprisa! Sí, lo he dicho con todo el convencimiento, que no conocimiento: Messi se marchará a final de temporada. Y lo digo alto, claro y en «negrita», a pesar de que un alto porcentaje de lectores estén encendiendo ya su particular fogata donde achicharrarme como «Marshmallows«. ¿Suenan aires de cambio en casa del «rosarense»?
Es un pensamiento que me ronda el cráneo desde que el fichaje de Neymar se hizo oficial. Algunos pensarán que acabo de salir de la famosa «caverna mediática» o que he dejado el casco vikingo en la mesa antes de empezar a teclear. Pero nada más lejos de la realidad, amigos. A día de hoy, tengo el pleno convencimiento de que Messi abandonará Can Barça este año.
¿Por qué? Deberíamos remontarnos al background que rodeó la salida de anteriores estrellas de la Ciudad Condal. Hasta la fecha, y que mi maltrecho cerebro recuerde, no hay una sola macro estrella (sin contar al soldado búlgaro fiel) que haya salido de ese vestuario sobre una alfombra de ginestas. A todos nos vienen nombres para formar una cola de supermercado pero, tal vez, el más reciente y sonoro, sea el del delantero sueco de fosas nasales prominentes. Pero porque este delantero con raíces bosnias sea el más escandaloso no podemos olvidar la forma de salir por la puerta de atrás de los Ronaldo, Ronaldinho, Eto´o, Rivaldo, Laudrup y hasta el propio Maradona.
En todos se dió un patrón que ahora también parece seguir el inicio de curso de Lionel: ocupaban portadas hablando de su fútbol, goles y regates para, más tarde, pasar a ver titulares relativos a sus gustos en ropa interior o, en este caso, imputaciones y desaires varios donde antes solo había un individuo de estatura baja y gesto angelical. Pero, ¿qué me he perdido? Ya en verano me sorprendía una y otra vez buscando al cuatro veces Balón de Oro en las portadas de los diarios deportivos (afines y no afines a la causa blaugrana, todo hay que decirlo). Su nuevo compañero de cresta desaparecida sigue, desde entonces, acaparando el mayor porcentaje de apariciones (futbolísticas).
Parecía que, embarcado a Londres Mourinho, muerta la rabia. Pero no. De eso en este país nos sobra y nos basta. Messi ha pasado de ser el «mejor jugador de la historia» a ser imputado en un delito contra la Hacienda (no tan) Pública. Ha pasado de ser «amado» por el mundo del fútbol, a que se nos muestren imágenes de éste negando saludos a contrarios. Un entrenador de más allá del charco afirma saber que un bote de coca-cola fue el principio del fin de la amistad Pep-Leo. Un mensaje de móvil tras partido en el autobús del Club en el que se insinúan sus celos hacia el antes mencionado Ibrahimovic. Roces con canteranos o con pesos pesados de nuestro balompié como Villa. Tal vez lo de Tello en Milán no fuera nada. Puede ser que sea cierto que Rosell no esté detrás. O sí. Tal vez ya no resulte tan rentable, tras ganarlo todo, seguir renovándolo cada cuatro meses habiendo fichado a otro icono de «Pepsi«. Tal vez me esté volviendo definitivamente loco. ¿Nike o Adidas? Tal vez, solo sean destellos de una mente calenturienta como la que más. Tal vez, se os estén llenando los carrillos diciendo todo tipo de improperios sobre mi apolínea persona. Y, tal vez, y no por ello menos cierto, la trituradora ha encendido ya el motor y no se parará hasta conseguir la mezcla perfecta que acabe con la marcha del crack argentino. Tal vez.
Eso sí, nadie me podrá negar que la «calsotada» no huele ni sabe como antes. Personalmente, me huele a «caganer».
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