Las malditas leyes de Murphy

Arthur Bloch, en su libro La ley de Murphy del 2000 (mi libro de cabecera para cada vez que tengo un problema) en su último capítulo, propone una Observación de Defalque, que dice así: Un camino sin obstáculos por lo general no conduce a ningún lado. Algo que se puede aplicar al amor, a los estudios, al trabajo, e incluso al fútbol.

El Barça, dominador del fútbol durante casi 4 años, parece que está humanizado. Desde hace unas semanas que ya no se hablan de los estratosféricos marcadores, apabullando a los rivales y quitándose de en medio a quien se pusiera en su camino. Porque, menuda semanita la de los culés.

Derrota en Stamford Bridge, injusta a todas luces. El juego del equipo un tanto atascado, y entre rebotes, palos y fueras de juego, no fueron capaces de marcar gol. Y además, Drogba, esa bestia parda balompédica capaz de convertir en gol cualquier melón que recibe les marca en la única jugada de peligro del equipo ‘blue’.Derrota inesperada e inmerecida, pero remontable teniendo el partido de vuelta en casa.

No obstante, entre medias, había un Barceona – Real Madrid en el Camp Nou por donde pasaba buena parte de la Liga. Un partido aún más espeso que el de Stamford con una inmovilidad de las líneas en ataque acuciante, provoca que el Barça pierda el partido por 1-2, y además las opciones de llevarse la Liga. Bueno, pensaban los culés. Tenemos la final de Copa, y la opción de entrar en la final de Champions si ganamos en casa.

Pero, ¡ay, amigos!. Ya lo dice la Ley de Murphy, si algo puede salir mal, saldá mal. Cuando por fin parecía que el Barcelona salía de la crisis, y se ponía con un 2-0 (resultado que les daba el pase a la final) en el minuto 44 de la primera parte, jugando contra 10 (Terry fue expulsado), llega Ramires y marca el 2-1. Otra vez la fatalidad. Otra vez un 70% de posesión que no servía para nada. Messi falla un penalty. Nublado por fantasmas y miedo, a partir de ahí, poco más. Chocarse contra un muro de piernas y torsos con camisetas blancas. Pum, pum, pum. Y Fernando Torres (el mismo del que todo Twitter se cachondea cada fin de semana) marcaba el 2-2 y la debacle en Can Barça.

La muerte (europea durante este año, aún está por ver esas cosas del fin de ciclo, por mucho que el profeta Hermel diga lo contrario) ha sido honrosa, sin faltar a su estilo. O eso dicen. Porque yo no he visto en ninguno de estos tres partidos el estilo del Barça de Guardiola. He visto el estilo del Barça de la última temporada de Rijkaard, o de las últimas fechas de Van Gaal. Pases, y pases, y pases, y pases horizontales sin crear peligro, que como digo, se traducen en un 75% de posesión, pero en la derrota o la eliminación por la actitud estática de los delanteros y centrocampistas.

Huelga decir que el Barça es humano. Que puede ser un bache en un mal momento. Al fin y al cabo, tener tres partidos malos y mandar al traste dos títulos no suele ocurrir a menudo. Pero la cosa se viene cociendo de partidos anteriores. La eliminatoria contra el Milan no fue precisamente gloriosa, ni las victorias frente al Zaragoza o Levante fueron cómodas. Pese a todo, soy de los que pensaban que el Barcelona terminaría pasando a la final de Múnich, casi con toda seguridad. Pese a la derrota en el Clásico. O quizás gracias a ella. No sé.

Sí, como dice Busquets, da gloria ver jugar a este Fútbol Club Barcelona. Pero no precisamente en estos tres partidos. Tres partidos que han echado casi al traste una temporada. Y hay que recordad que la manera de jugar combinativa, asociativa, o como se quiera llamar de los culés es posiblemente la más vistosa. Pero no la única. Y que pese al planteamiento de mierda (perdón) del Chelsea en ambos partidos, les ha salido rentable. Como le salió rentable a Mourinho en 2010 con el Inter.

Porque de nuevo tirando de mi libro de cabecera, hay un comentario de Wilde sobre Dios y el hombre: Cuando Dios creó al hombre, sobreestimó ligeramente su capacidad. Sustituyamos Dios por afición y prensa y hombre por F.C Barcelona. Ya sabéis a que me refiero.