Éric Cantona se puede considerar de los primeros jugadores modernos. De personalidad muy parecida, por poner un ejemplo actual, a la de Zlatan Ibrahimovic. El bueno de Éric protagonizó numerosos escándalos dentro y fuera del terreno de juego. Sus disparates van desde la retirada temporal antes de marcharse a las islas británicas, hasta la más que conocida patada a un espectador en pleno partido.
Algunas de sus peripecias y su filosofía vital están recogidas en la película Buscando a Éric, que él mismo protagoniza. Sin embargo, su capacidad futbolística era tan brutal que se le recuerda aún más por su habilidad con los pies. El mejor ejemplo de ello es que, pese a acumular sanciones por su conducta, se ganó por completo a una afición tan exigente y educada como la del Manchester United.
En el mencionado largometraje, Cantona desvela cuál es su jugada favorita. Para sorpresa de todos no hace referencia a ningún gol, sino a una asistencia. Y tiene razón. Vaya que si la tiene. La curva que el balón tomó tras salir, al primer toque, de la bota del francés está a la altura de muy pocos. De tan pocos que para entender su magnitud nos tenemos que marchar a la escultura.
En dicho género encontramos a muchos artistas sobresalientes, pero solo uno de ellos tiene el honor de dar nombre a una curva y se trata, como no, de Praxíteles. De la vida del griego no sabemos prácticamente nada, pues en el siglo III antes de Cristo no abundaban los cronistas. No obstante, nos quedó su obra. Y su curva.
Praxíteles acabó con la rigidez en la escultura. ¿Si los humanos no estamos siempre rectos como una barra de metal, por qué nos representamos como tal? Hasta entonces nadie se lo había preguntado o nadie había conseguido hacerlo de otro modo. Él sí. Simplemente, o no tan simplemente, cargó el peso sobre una pierna de la figura y elevó sensiblemente la cadera opuesta. El resultado fue una elegante sensación de movimiento. Había nacido la curva praxiteliana.
Seguramente, el escultor griego nunca vendió tantas camisetas como lo hizo Cantona. Es muy probable que ni siquiera llegara a vestir esta prenda como tal, pero ya sea con túnica o camiseta, en un momento dado reaccionó del mismo modo que el francés: solucionando un problema con una curva imposible, una parábola para el recuerdo.
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