Viena. 29 de Junio de 2008. Los jugadores de la Selección Española de Fútbol se abrazan dando forma a una fila de ilusión mientras suena el himno. El cuerpo técnico hace lo propio desde la banda con Luis Aragonés en el centro. Había llegado la hora. 90 minutos más tarde, España es campeona de Europa.
Largo y tendido se ha hablado sobre Luis Aragonés, y posiblemente seguiremos quedándonos cortos, pero desde mi humilde posición y la juventud de mi persona hablaré de lo que el “Sabio de Hortaleza” cambió en mi percepción del fútbol. Aragonés consiguió hacer justicia en el fútbol para España. Junto con un grupo de jugadores fundieron este país para sacar una sola pieza más compacta, algo que solo ha conseguido el fútbol. Pero lo más señalado y difícil de conseguir quizás sea esa identidad que nos ha aportado. En una ocasión Luis decía: “Me gustaría que España tuviera un nombre, una identidad. Igual que Brasil es la Canarinha, o Argentina la Albiceleste, me gustaría que España fuera La Roja”. Puede llegar ahora una voz protestante defendiendo que esta identidad ya le pertenece a la Selección de Chile. Pues bien, la solución es fácil; esta es la Roja de Luis.
Lo logró al modo de Luis, con el método que nos deja de legado (más allá de su fútbol), mediante el uso de la verdad, el hablar claro, el llegar siempre de frente y con ese punto campechano que consigue crear en la España futbolera (y no tan futbolera) la sensación de haber perdido a un abuelo. Un sabio que antes de lograr su hazaña recibió lindezas desde todos los ángulos en los que la prensa publicaba: “Luis vete ya”, “Caída libre de la Selección” o “La Roja nos sonroja”. Toda respuesta del «Zapatones» se escuchó desde la banda de los terrenos de juego —¡toque! ¡mueve! ¡apoya! ¡balón al pie!—.
La Roja de Luis, contesten si le preguntan por la Selección Española, y pónganle la segunda parte del España-Rusia en la semifinal de la Eurocopa 2008: el origen del tiki-taka, cortesía de los bajitos de España. Nuestra Selección sabía competir, y Luis les enseñó a ganar.
En cierta ocasión le escuché un comentario a Don Luis que puede servir perfectamente para describirse a sí mismo y poner punto y final a mi humilde homenaje: “No me verás mucho al lado de la copa, veo el trabajo bien hecho y ya está, ya se terminó. En lo que sí tengo yo bastante culpa es de que me hayan creído”.
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