CREER. Esa es la palabra que resume la filosofía de Simeone desde que llegó al Atlético. Tras ganar la Copa del Rey del pasado año al Real Madrid en el Bernabéu, después de 14 años sin ganar al eterno rival, dijo aquello de: “Lo mejor que tenemos los atléticos es que nunca dejamos de CREER”. Y el pasado domingo, tras proclamarse campeón de Liga en el Nou Camp, afirmó: “Atléticos, esto es mucho más que una Liga; esto demuestra que, cuando CREE y quiere, se puede”.
Y a los atléticos nos ha hecho CREER que podemos ser campeones de Europa, que vamos a ser campeones de Europa. Quien hubiera dicho, en enero de 2012, cuando Simeone cogió el equipo a cuatro puntos del descenso, que en tan sólo dos años y medio lo iba a hacer campeón de la UEFA Europa League, de la Supercopa de Europa, de la Copa del Rey, de Liga y, al menos, finalista de Champions.
Y no sólo eso: nos ha hecho CREER que somos capaces de ganar una final de Champions al Real Madrid, al eterno enemigo, al otrora inalcanzable rival, al que nos tenía comida la moral, frente al cual salíamos cagaditos al campo. Todo eso ha cambiado. Y para bien.
Ganar sería lo máximo a nivel de clubes en esto del fútbol, “la cosa más importante de las menos importantes”. La primera final de Copa de Europa entre equipos de la misma ciudad, en Lisboa (a sólo 500 km. de casa), vengando la injusta derrota de hace 40 años frente al Bayern de Munich, en el año de la muerte de Luis Aragonés (lástima que El Sabio no haya podido ver en vida a su equipo ganar la Copa de Europa, su gran espina), consiguiendo nuestra primera Copa de Europa, situándonos, de forma definitiva, en la élite europea, en el selecto grupo de clubes capaces de ganar este trofeo.
Pero hay más: ganar Liga y Copa de Europa con un presupuesto cinco veces menor, por ejemplo, que el de Real Madrid y Barcelona, haría de la temporada del Atlético una de las mayores gestas de la historia del fútbol europeo. Una gesta comparable, desde mi punto de vista, a la del Nottingham Forest, capaz de ganar una Liga en el año 1978, nada más subir de Segunda y enganchar dos Copas de Europa consecutivas en las dos temporadas siguientes, 1979 y 1980.
Y a por ello vamos.
¿Nervios? Muchos. Desde el momento en que el árbitro pitó el final el pasado sábado en Barcelona, una parte de mí ya no disfrutó de la victoria, ya empezó a vivir la final de Champions de mañana. Pero son los nervios del que sabe que puede ganar, no del sale ya derrotado de antemano. Unos nervios maravillosos. Ojalá los sufriese cada año.
Y, para acabar, ganar la Champions, también sería la culminación definitiva, el culmen de la obra de Simeone. Porque todo este Atlético es su obra, es su creación. Dejando a un lado, sólo por un momento, los títulos, lo más grande que ha conseguido el argentino es que los atléticos nos volvamos a sentir orgullosos de nuestro equipo cada domingo, ganando o perdiendo. Y eso no tiene precio.
Si ese orgullo se corona con la Copa de Europa, no tendría palabras para describirlo.
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