Damián – Si hay un club y una afición que tenga en un pedestal a sus leyendas éste es el Liverpool, donde la mística alcanza cotas inigualables. Una de esas figuras que trasciende lo humano es Kenny Dalglish. Un mito viviente que lo ganó todo con los reds en los años 70 y 80, primero como jugador y después como entrenador-jugador.
Ahora el ídolo de la afición del Liverpool vuelve a su casa con la intención de reconducir una nave que se dirige directamente contra los acantilados. Sustituye a un Roy Hodgson al que el puesto le ha quedado grande, muy grande. No lo tendrá fácil el bueno de Kenny como ya se pudo comprobar este pasado domingo en el partido de la FA Cup ante su eterno rival, el Manchester United. Los 9.000 fieles que acompañaron al Liverpool (el «nunca caminarás solo» es una realidad como un templo) a Old Trafford no pudieron ver a un nuevo Liverpool y se volvieron con la eliminación como triste compañera de viaje.
No se pueden sacar conclusiones de ningún tipo de este primer partido de Dalglish como entrenador del Liverpool. Fue nombrado el día anterior al choque y solo tuvo tiempo de saludar a sus jugadores. Además el encuentro quedó mediatizado por el tempranero penalti que sirvió para que Giggs (otro mito viviente) anotara el único gol del partido. Si ya es complicado encarar de este forma un encuentro en Old Trafford, es casi imposible optar a algo si Gerrard, pieza básica en el esquema red, es expulsado rigurosamente por Howard Webb a la media hora de partido.
En las próximas semanas se verá si la mano del entrenador escocés es capaz de revertir una temporada que por el momento es nefasta. El Liverpool está más cerca del descenso que de las plazas europeas y está eliminado tanto de la Carling Cup como de la FA Cup. Los grandes objetivos de Dalglish serán la Europa League y llevar al equipo hasta las posiciones que dan acceso a las competiciones europeas.
Aunque a mi entender el gran objetivo de King Kenny será devolver al Liverpool la identidad que el tan bien defendió y que se ha perdido en el últimos años. Volver a los principios que les inculcó Bill Shankly y que Bob Paisley desarrolló al máximo. El «passing game», que no es más que «pasarle el balón al jugador de camiseta roja más cercano» como el mismo Shankly resumió, llevó al Liverpool a ser un rival casi invencible en la década de los 70 y 80. Ese debe de ser el camino que guíe a Dalglish. Esperemos que los dueños del club, los norteamericanos de New England Sports Ventures, sean conscientes de que lograr este objetivo llevará su tiempo. Dalglish tendrá el apoyo incondicional de su afición, si desde la directiva le dan la mitad de ese apoyo a buen seguro que el viejo Liverpool volverá a Anfield.
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