Islandia. Un país lejano. Unas tierras situadas al norte, muy conocidas por las nubes de ceniza que desprenden sus volcanes en los últimos tiempos. Futbolísticamente su selección se caracterizaba tradicionalmente por desempeñar el papel de comparsa en las fases de clasificación para eurocopas y mundiales. En 2014 las tornas parecen haber cambiado, entre otras cosas gracias a su líder en el terreno de juego. Gylfi Sigurðsson, centrocampista del Swansea, ha comandado con brillantez a su selección en los tres primeros partidos de la liguilla camino de Francia 2016.
Cuando Islandia consiguió clasificarse para la repesca europea previa al mundial de Brasil, aquello pareció un accidente. Un grupo con Suiza, Noruega, Eslovenia, Albania y Chipre le había permitido sumar cinco victorias que, a la postre, se traducirían en un segundo puesto que le llevaba a jugar la repesca frente a Croacia. Allí cayeron ante el peso de la lógica y, aunque el mérito no se lo quitaba nadie, había parecido más fruto de las circunstancias que de otra cosa. Al fin y al cabo, Estonia también había llegado a disputar una repesca dos años antes.
Tras las tres primeras jornadas consumidas en el grupo A dentro de la fase de clasificación para la Eurocopa de Francia ya se puede decir bien alto que Islandia va en serio. Durante septiembre y octubre se ha visto un equipo firme, bien plantado y capaz de dominar dos registros bien diferenciados. Ante Turquía y Holanda repliegue sin fisuras, sin acumular excesivos efectivos atrás y salidas a la contra con toda la intención de destrozar al rival. Frente a Letonia —pese a jugar a domicilio— presión alta, posesión de pelota con circulación fluida y enorme paciencia a la espera de abrir la lata. El resultado, victoria contundente en ambos escenarios. Más sorprendente si cabe la justicia de los tres marcadores, que reflejan perfectamente lo sucedido en cada encuentro.
Cierto es que a la selección que desde 2011 dirige Lars Lagerbäck le faltan jugadores de primer nivel y que debe basar toda su fuerza en el colectivo. Con lo que sí cuentan es con un líder claro en el campo. Gylfi Sigurðsson conforma junto a Aron Gunnarsson un doble pivote que se convierte en el auténtico corazón del equipo. Gunnarsson ejerce el papel de ancla mientras que Gylfi asume el rol de motor-llegador. A la hora de cerrar espacios, ambos se integran en una línea de cuatro junto con Birkir Bjarnason y Emil Hallfreðsson, extremos tan trabajadores en defensa como revoltosos en ataque. Por delante se ubican dos puntas enormemente sacrificados como Jon Böðvarsson y Kolbeinn Sigþórsson, claves para cuajar una estructura granítica.
Aun con todo, el apartado en el que Gylfi Sigurðsson marca diferencias es en materia ofensiva. Si Islandia asume la iniciativa, como sucedió en Letonia, su capacidad a la hora de distribuir y repartir juego permite surtir de balones a las bandas con la rapidez necesaria para castigar los costados de una zaga bien plantada. También posee un buen disparo de media distancia, arma muy útil para este tipo de partidos. Mucho ojo al golazo que convirtió ante los letones, clara muestra de sus fundamentos técnicos y su agilidad mental. Tanto muy bello pero a su vez vital para ganar el encuentro, ya que permitió abrir un cerrojo que se empezaba a atascar.
Y si en un ataque estático Gylfi se convierte en auténtico cerebro islandés, cuando el planteamiento se realiza esperando al rival en campo propio su papel es igualmente protagonista. La visión de juego y la seguridad que muestra a la hora de ejecutar los pases le capacitan para gestionar una salida fiable del equipo a la contra. Con espacios busca castigar la espalda de la zaga rival, mostrando una magnífica sincronización con los extremos Bjarnason y Hallfreðsson, pero dejando también un ojo pendiente de las subidas del lateral derecho Theódór Bjarnason, capaz en un momento dado de ganar línea de fondo.
Sus habilidades como organizador se pueden considerar su mejor característica aunque a la hora de irrumpir en las inmediaciones del área también genera peligro. Un gol frente a Turquía y el segundo en su doblete ante Holanda así lo atestiguan. De imprescindibles hay que calificar para Islandia sus dotes a balón parado, tanto en el lanzamiento de libres directos como a la hora de iniciar estrategias en faltas o córners.
Cuatro son los goles anotados por Sigurðsson hasta el momento en esta fase previa de la Eurocopa, la mitad de los que ha convertido su selección. Pero su importancia dentro del equipo va mucho más allá de los registros anotadores. Él aporta las gotas de calidad indispensables para que el trabajo espartano del equipo pueda recibir premio. Gylfi es organización, referencia y remate. Muro para el rival y válvula de escape para sus compañeros. Un futbolista que se encuentra en un gran momento y que se siente arropado por un equipo que cree firmemente en lo que hace.
Islandia no posee grandes individualidades. Pero como colectivo es capaz de ejecutar sin apenas errores todos los aspectos del fútbol a los que puede llegar. Pese a su buen inicio deberán pelear mucho para llegar a Francia 2016 ya que a la dificultad de su grupo —ya de por sí elevada— debe añadirse el gran inicio de la República Checa. Con Turquía prácticamente sin opciones, la reacción de Holanda no tardará en producirse, por lo que ocupar una de las dos primeras plazas se antoja complicado. La visita a los checos en el mes de noviembre será una buena piedra de toque para conocer realmente el objetivo que se pueden plantear.
En cualquier caso, si terminasen terceros sí habría que contar con ellos como seria opción para superar la repesca. Y es que a día de hoy se puede afirmar con rotundidad que no existen 24 selecciones mejores que Islandia en Europa. Posiblemente ni siquiera 12. Con un once definido y con un espíritu colectivo encomiable, las diferencias las marca Gylfi Sigurðsson. Un centrocampista que domina muchos aspectos del juego y que sabe mover a su equipo. El verdadero volcán de Islandia.
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