Para cualquier club que pretenda aspirar a todo en el largo plazo, el fútbol formativo debe ser una prioridad en tanto que a surtirse de jugadores forjados en casa se refiere, con el fin de inculcar en estos una serie de valores, unos conocimientos y un estilo distintivo e intransferible. Y en el caso del Real Madrid, se podría decir que su política de cantera sigue un curso paralelo al de la política en cualquiera de sus ámbitos en nuestro país. Grandilocuentes discursos, faraónicos proyectos, buenas intenciones… y decepcionantes resultados.
Resulta frustrante comprobar la mercantilización que ha sufrido La Fábrica, la cual ha surtido de futbolistas a casi todos los equipos de la Primera División y a unos cuantos del extranjero, deshaciéndose, en muchos casos, de grandes talentos a costes ridículos.
En los últimos quince años, esta gestión ha supuesto un daño irreparable, pues el club se ha desprendido inexplicablemente de jugadores que podrían haber ocupado un lugar en la primera plantilla, incluso reforzando al máximo rival, como en el caso de Samuel Eto’o.
Se obvia, habitualmente, al hablar de un tema tan sensible como este, que no todo jugador canterano tiene por qué tener nivel como para ser titular en el Real Madrid, o no al menos de inmediato. En los últimos años hemos presenciado con más indignación que vergüenza la deshonra de ver vestidos de blanco a inefables personajes como Cassano, Faubert, Drenthe o Altintop, quienes han pululado por Valdebebas adoptando un rol secundario, con una participación residual y con altísimas fichas. ¿Y si esas plazas hubieran estado ocupadas por jugadores formados en casa, a coste cero y con tanto talento como los anteriormente mencionados? O, al menos, con bastante más respeto por esa camiseta y por esta afición.
Y es que, sólo la cota de exigencia de un club como el Real Madrid puede hacer maximizar el nivel de un futbolista de élite. ¿Quién hubiera augurado hace seis años el nivel actual de dos chavales como Marcelo e Higuaín? Probablemente, no habrían alcanzado su condición actual si no hubieran tenido la oportunidad que a ellos sí se les brindó. Y por ello el Bernabéu, ante una falta alarmante de referentes propios, les adoptó con cariño y les venera como si de dos canteranos se tratara. Pero no lo son.
¿Y si Borja Valero hubiera tenido esa oportunidad de crecer en el Real Madrid y de comprobar si, verdaderamente, era un jugador con nivel para la élite? El tiempo ha demostrado que sí, al menos para formar parte de una plantilla en la que el centro del campo ha estado tan falto de jugadores de su corte, con talento, visión de juego y facilidad para la distribución y la asociación.
Es sólo un ejemplo entre tantos, quizá no el más brillante de todos ellos, pero si paradigmático en cuanto a la gestión de su caso. Le negaron la oportunidad que otros sí tuvieron. Y lo mismo le pasó a Álvaro Negredo, a Rodrigo o a Juanín Mata, quizá la gran joya perdida… y regalada. Y pasaron Soldado, Cambiasso, Juanfran, Javi García, Filipe Luis, Granero y tantos otros, y la historia se volvió a repetir. Conviene recordar, a modo de excepción, el desafortunado episodio de Rubén de la Red, a quien sólo un problema cardíaco privó de desarrollar una carrera a buen seguro existosa en Concha Espina, tras haber sido campeón de Europa con la Selección en 2008.
Mención especial merece Dani Carvajal, quien salió en verano del club por una suculenta cantidad, sin haber disputado ni un mísero partido copero con el primer equipo y dejando huérfano un hueco en el lateral derecho que portaba su nombre. Juventud y mucho talento como para haber sido parte del Real Madrid ya durante este año, y quien sabe si incluso aspirando a la titularidad. Propio de una planificación muy deficiente.
En cualquier caso, la ejemplificación de la flagrante pérdida de identidad del Real Madrid en los últimos años es la marcha, con más pena que gloria, del último gran icono de la institución. La despedida de Raúl, sobria e insuficiente, dio paso de forma simbólica a la fase actual en la que el club, más que nunca, es esclavo de los resultados. El cortoplacismo al que se ha encomendado el Madrid como consecuencia del espectacular ciclo victorioso del Barcelona, tiene en Mourinho al eje de todo el proyecto deportivo y, acerca de la cantera, el luso tiene la coartada perfecta: Sus antecesores tampoco contaron con ella, y al él le trajeron para ganar títulos. A cualquier precio. Y en esa hoja de ruta, La Fábrica, como en la última década, no tiene sitio.
Pero ahora, que ciertos equipos se permiten el lujo de alinear once canteranos en Liga, el club no puede ni debe seguir hipotecando su futuro. Un nuevo resbalón respecto a alguna venta inapropiada sería una losa insalvable para una cantera ya muy debilitada, y la afición no lo perdonaría. Urge recuperar la identidad perdida y dar un giro radical a una política elitista y sectaria, que prioriza comprar fuera lo que no sabe si obtendrá en casa. Y ni espera, ni le interesa. Zidanes y Pavones…
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