Quienes entienden los mecanismos del fútbol se desesperan con la típica frase simplista de que se trata de «un montón de tíos corriendo detrás de un balón». Por supuesto, el fútbol es mucho, muchísimo más, y no sólo queda en reunir unas condiciones físicas óptimas y dejarse la piel cada día en los entrenamientos. Por supuesto que hay que estar en forma, pero por fuera y por dentro, cuerpo y mente, y eso es una cuestión de actitud, y de ciertas aptitudes que hay que educar y mantener.
El fútbol es cuestión sobre todo de estrategia, no en vano proliferan videojuegos en los que debemos organizar no sólo la alineación que nos llevará a la victoria, sino qué debe hacer cada jugador, como si de un juego de ajedrez o una partida de póker se tratase. No sólo es que cada jugador tenga su función como una pieza de un engranaje, y el funcionamiento a nivel grupal sea óptimo, es que cada uno de los jugadores debe cultivar ciertas habilidades como la adaptación a los cambios bruscos con una rápida modificación de la estrategia, o la adecuada canalización de la agresividad. El autocontrol y dominio de las emociones, la capacidad de observación y análisis de los jugadores rivales, o la visión de conjunto y priorización de objetivos dentro del partido y de una liga en sí, que nos enseña por ejemplo a sacrificar resultados menores para lograr el éxito en el momento preciso… Todas estas aptitudes muy relacionadas con la estrategia individual forman parte del fútbol y son la clave del éxito. El manejo del balón y los factores externos van a afectar a los resultados, pero es como en el poker: el azar interviene pero es una buena táctica la que vence.
Conclusión: de simple, el fútbol no tiene nada, se apoya en muchas variables y algunas se pueden entrenar fuera del campo incluso practicando otras actividades como el poker, de las que sacaremos provecho extrapolando lo aprendido al terreno futbolístico.
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