El FC Barcelona es el líder de la Liga luego de siete jornadas y ya tienen cuatro puntos de ventaja sobre el Real Madrid y cinco sobre el Atleti. Las cosas pintan bien para los blaugrana a inicios de temporada luego de haber cambiado entrenador por tercera temporada consecutiva.
Lo cierto es que el vacío que dejó Josep Guardiola con su despedida no es fácil de colmar, tanto por sus éxitos como por su legado. Los seis títulos ganados en un año, y los otros que le siguieron a lo largo de cuatro maravillosos años, pusieron una barra muy alta para cualquier sucesor, pero la verdadera marca de Pep fue su filosofía de juego, una que formaba parte de la Masía y que se cimentó definitivamente como dogma irrenunciable en Camp Nou gracias al de Santpedor.
Pero ni aquella senda exitosa de trofeos y reconocimientos internacionales está exenta de defectos y errores. Tanto Guardiola como los dirigentes del equipos cometieron un par de errores en la planificación y gestión de la plantilla. Sin embargo, esos defectos son mínimos comparados con el caos que reina desde que Pep dejara Can Barça.
En los últimos tres años, el FC Barcelona ha tratado de esconder sus deficiencias con grandes fichajes mediáticos, igual que el Real Madrid al que tanto critica. Empezando por el fichaje de Fábregas en 2012, un mediocampista que bien pudo haber sido pilar de éxitos venideros, pero que fue siempre desperdiciado tácticamente, Zubizarreta y su equipo han gastado una cantidad absurda de dinero en jugadores que no solo no eran necesarios sino que tampoco trajeron el éxito al club, frenando a la vez la adquisición de jugadores más funcionales que sí pudieron ayudar al club.
En palabras de nuestro Will Smith (@33_Will), el FC Barcelona lleva tres años hipnotizando el fracaso. Como siempre, la prensa deportiva no se deja engañar por trucos baratos y desde esta redacción llevamos tiempo apuntando el dedo a Zubizarreta y sus pésimas decisiones. La prensa española no se cansa de escribir sobre el precio de Neymar (caso ridículo), los problemas fiscales de Messi (otro caso alarmante) y las tendencias políticas de Piqué (de nuevo, nada que ver con fútbol). Yo prefiero centrarme en lo que sucede sobre el campo de juego y al igual que hice el mes pasado con mi artículo sobre el Madrid, analizaremos en la PizarraEFEI los defectos y las posibles soluciones que tiene Luis Enrique en sus manos.
Empezamos por establecer los defectos del actual conjunto culé. En mi opinión hay tres problemas fundamentales que debe enfrentar el entrenador, dos defensivos (despliegue de mediocampistas y filtro central) y uno ofensivo (compatibilidad Messi-Suárez-Neymar).
El once habitual del Barcelona actual es el siguiente: 4-3-3 con Bravo en la puerta; Alves, Piqué, Mascherano y Alba en defensa; Rakitić, Busquets e Iniesta en la media; Munir, Messi y Neymar arriba. Los laterales pueden rotar con Montoya y Adriano, mientras las mismas rotaciones se pueden evidenciar entre los centrales con Mathieu la principal alternativa. Xavi está siendo dosificado como suplente de Rakitić, mientras Rafinha hace lo propio con Iniesta. Arriba el comodín es Pedro, quien suele ingresar por Munir, ya que Messi y Neymar son intocables.
El primer problema está en el triángulo de los centrales con Busquets. He perdido la cuenta de las veces que he criticado la decisión de utilizar a Mascherano, uno de los mejores mediocentros defensivos del planeta, en el centro de la zaga. No posee ni los atributos ni el entrenamiento necesario para realizar esa labor y cada vez que se enfrenta a un rival de envergadura el equipo sufre las consecuencias. Si además es acompañado por un central de dudoso rendimiento como Piqué, o recién llegado como Mathieu, no podemos esperar milagros. A eso hay que añadir el hecho que en este club ambos laterales son ofensivos, lo que implica que no llegarán ayudas de peso por los costados.
El segundo problema defensivo se encuentra en la calidad de los mediocampistas desplegados actualmente. El «tiki-taka» es, más que una filosofía de ataque, un método de contención. La posesión del balón es la principal herramienta defensiva de un equipo que simplemente no está diseñado para defender sin la esférica. A diferencia que el Real Madrid, el Barça no puede darse el lujo de retrasar líneas unos metros para jugar a la contra, pues la plantilla no ha sido diseñada para ese estilo de juego. La única alternativa es jugar con la línea defensiva siempre alta y presionar al rival en su salida cerca de la medialuna contraria.
El equipo de Guardiola era excelso en ahogar la salida rival para robar balones en zonas de peligro y anotar muchos goles, y la clave era la posesión. El declive físico de Xavi Hernández e Iniesta ha significado un enorme bajón en la eficacia de este sistema, sobrecargando a Busquets, quien simplemente no puede aguantar él solo todo el peso del equipo. Actualmente el filtro defensivo del Barcelona es casi inexistente, lo que deja en evidencia la soledad de Busquets, injustamente acusado de ser una de las causas de cada gol, cuando su mal rendimiento es consecuencia de otros factores.
La presencia de Rakitić, junto a las indicaciones de Luis Enrique, han transformado el juego del Barcelona en algo más parecido a lo que practicaba el club en los primeros meses de la época de Guardiola, cuando la transición hacia el tiki-taka no era total. El juego directo aprovecha mejor las capacidades goleadoras de los atacantes, pero reduce un 10% (números estimados) la posesión de la pelota. Si ya establecimos que el Barça juega prácticamente desnudo atrás, es lógico asumir que mientras más tiempo tenga la pelota el rival, mayores serán sus probabilidades de anotar. Básicamente, al Barça le falla el corazón, como bien explica nuestro Juanvi Safont (@geoftbolEFEI) Esto se evidenció ante el PSG en el Parc des Princes donde el mediocampo del Barcelona fue sometido a la misma presión por la que un tiempo atrás era reconocido mundialmente.
La solución que propongo significa un ligero cambio en el planteamiento táctico, pasando del 4-3-3 al 4-2-3-1. La clave está en usar a Mascherano como pareja de Busquets en el doble pivote para mejorar el filtro defensivo por vías centrales. De ese modo la pareja de centrales estaría formada por defensores naturales, volver a lo básico. Además, es preferible que Gerard Piqué reciba un ultimátum de parte del club. Si yo fuese Luis Enrique le daría hasta diciembre para entrenar y concentrarse exclusivamente en el club si quiere conservar su puesto de trabajo, o será vendido el próximo verano. No tiene sentido haber fichado dos defensores centrales con experiencia para luego usar a un mediocampista (Mascherano) junto al que peor rendimiento muestra (Piqué). Esto es el FC Barcelona, no se acepta la mediocridad, solo la excelencia.
En esta nueva formación táctica el sacrificado lógico sería Rakitić para hacer espacio al defensor adicional. La ausencia del croata cambiaría también el funcionamiento ofensivo del equipo. En el actual 4-3-3, los laterales suben constantemente (ya mencionamos las consecuencias defensivas de este detalle) y buscan mucho el centro al área, por arriba y por abajo. Las incursiones verticales de Rakitić e Iniesta son de gran utilidad, pero difícilmente serán ellos los receptores de cada centro. Del mismo modo, Messi vive muy cerca del área, mientras Neymar y Munir (o Pedro) hacen diagonales con la pelota en los pies, pero no así sin ella.
Todos estos movimientos convergen en el punto penal, creando un absoluto caos. Las defensas rivales, si se organizan decentemente, pueden contener los ataques blaugranas con tranquilidad, como un embudo. La alternativa del cambio al 4-2-3-1 abre más aún las bandas para la subida de los laterales, a la vez que retrasa la posición de Messi hasta la media punta, unos metros detrás de la media luna, exactamente donde más daño hace el argentino. El 4-2-3-1 que propongo estaría conformado por Bravo en la puerta; Alves, Bartra Mathieu y Alba en defensa; Mascherano y Busquets en el doble pivote; Iniesta, Messi y Neymar en la media punta.
Luis Enrique sigue cometiendo los mismos errores tácticos en defensa que sus predecesores, pero ofensivamente su equipo ya juega para un delantero que aun no existe en la titular. Ese delantero es Luis Suárez. El uruguayo posee cualidades que no se veían en un jugador blaugrana desde que Samuel Eto’o cambió la camiseta del Barcelona por la del Internazionale. Con Suárez, el funcionamiento total del ataque culé cambiará, y aumentará la efectividad frente al arco en la misma forma que ha decrecido la posesión de balón respecto al año pasado.
Las diagonales de Messi y Neymar encontrarán mayores espacios, pues el 9 será quien arrastre la marca, no así el 10 o el 7. Cada centro de Alves buscará la cabeza o la pierna de Suárez, dejando a Messi libre de marca. Las jugadas a balón parado tendrán una columna adicional sobre la cual cimentarse, tanto en ataque como en defensa. En cada tiro de esquina es preferible dejar a Neymar y Messi sueltos para la contra, mientras Luis Suárez tiene mayor capacidad para ganar un balón por alto en el área.
El cambio no implica renunciar al estilo de juego que tanto gusta entre la afición culé, más bien la idea es adaptarse a las características de la plantilla actual para explotar al máximo sus cualidades y volver a ofrecer algo diferente ante rivales que desde hace unos años se conocen de memoria la fórmula para derrotar al Barça. En una palabra, simplicidad.
El Clásico está a una semana de distancia y la posibilidad de finalmente utilizar al delantero uruguayo ante los merengues, transformará nuevamente este en el partido más mediático del planeta. Luis Enrique tiene todo en las manos para ver al Barça resurgir luego de tres años a la sombra de Guardiola, ¿lo logrará?
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