Giuseppe Balsamo fue un hombre muy capaz. Nacido en el Palermo de mediados del siglo XVIII, durante toda su vida se las ingenió para codearse con la corte europea de la época ilustrada. Dada su circunstancia de haberse criado en una familia muy humilde (por no decir pobre), tuvo que elegir entre trabajar honradamente o sobrevivir mediante la pillería. Él eligió el camino corto, es decir, la segunda opción. Y le fue muy bien durante mucho tiempo.
El método de Balsamo recorrió medio Occidente haciendo creer a la gente que tenía dotes de alquimista. Por aquel entonces la ignorancia era algo general y la necesidad de aprender no tenía fin, por lo que sorprender no era una tarea complicada en el Siglo de las Luces. Alejandría, Roda, Nápoles, París, Roma… la sombra de Balsamo y sus métodos sonaron y convencieron a gran parte de la sociedad europea. Pero sería en Inglaterra, en Londres, donde alcanzó el cénit de su fama. Allí, bajo el nombre de Alessandro Cagliostro, se convirtió en un prestigioso sanador que llevaba consigo varias pociones «mágicas» procedentes de la enigmática Egipto. Sin embargo, antes de llegar a la capital inglesa, Cagliostro firmó sus fechorías con motes tan variopintos como Tischio, Harat, Fenix… y Pellegrini.
Doscientos años después es otro hombre con el mismo apellido el que, con distinta técnica de trabajo (este sí es un currante), está en el centro de las miradas. Manuel, nuestro verdadero protagonista y también uno de los mejores en lo suyo, ha recorrido kilómetros para demostrar su manejo en un arte llamado fútbol. Buenos Aires, Villarreal, Málaga y, como premio de su labor, Madrid, son las ciudades en las que ha vivido las experiencias que cualquier entrenador sueña con alcanzar después de pisar por primera vez un área técnica.
Como a Balsamo, a Manuel Pellegrini le llegó —en junio de 2013— la oportunidad de triunfar en Inglaterra. En su caso fue Manchester la que le ofreció un hogar. En su primera etapa como técnico citizen ganó una Premier League y una Copa de la Liga, nada desdeñable para un equipo históricamente alérgico a los títulos, pero insuficiente teniendo en cuenta la misión para la que se contrató al chileno. Ya el anterior técnico había alzado esas copas. Y es que a Pellegrini se le contrata no solo para ganar, no solo para mejorar la vistosidad del juego colectivo, le fichan para convertir una chalupa en un gran navío. O lo que es lo mismo, situar al Manchester City en el club de los selectos de Europa. Algo que hasta la fecha no ha sucedido.
Sí es verdad que en varios tramos (primera vuelta del año pasado, por ejemplo) de su año y medio en el Etihad ha cumplido con las expectativas. Pero a la hora de verdad, en el tramo más caliente de la temporada y contando con una plantilla aún mejor que la de Mancini (en la 2013-14 se invirtieron más de 90 millones de libras en fichajes), el equipo no ha rendido mucho mejor que la del italiano. Episodios como las semifinales de la Champions League contra uno de los peores Barcelona de los últimos años (rival que podría haber evitado, por otro lado), haber dependido del Liverpool para ganar la Premier o la incapacidad para impedir que en los duelos contra José Mourinho se juegue a lo que el portugués «quiere» son algunas de las asignaturas pendientes que Pellegrini debe superar para que el City pueda dar el salto al escalón de los colosos.
La realidad a día de hoy es que el Manchester City no es una apuesta fiable para los grandes retos. Y eso, en una plantilla en la que podríamos formar tres onces diferentes de gran nivel, es bastante frustrante. Cada domingo el aficionado se pregunta por qué su equipo no tiene la cara definida y, a pesar de que nos relamemos los dedos con la alineación de cada domingo, los partidos siempre acaban resolviéndose por una carrera de Yaya Touré, un invento de David Silva o una pincelada letal del ‘Kun’. Precisamente el argentino, que no pasa por su mejor momento, se enfrenta mañana a un equipo que se le da muy bien (4 goles en los últimos 4 duelos). El Tottenham de Mauricio Pochettino viaja al Etihad con la confianza de poder toparse con la cara gris del equipo que comanda su buen amigo Pellegrini. El argentino no ha ganado nunca en el estadio citizen, y los Spurs llegan con la moral muy alta después de haber vencido al «equipo del mes», el Southampton de Koeman.
Pochettino: «necesitamos repetir las sensaciones que tuvimos en varias fases del partido contra el Southampton, tratar de reproducir el mismo estilo».
Hay razones de más para seguir atentamente el partido. Además del aspecto bipolar que padece el Manchester City, Yaya Touré es duda hasta el último momento por el desgaste que conlleva jugar con Costa de Marfil. Fernandinho no parece que esté en condiciones para comenzar el encuentro de titular y Nasri es baja hasta noviembre. Por el lado visitante, los Kyles (Walker y Naughton) son las únicas bajas confirmadas, mientras que Hugo Lloris y Nacer Chadli no están 100% recuperados, aunque se espera que partan de inicio.
Posibles XIs del encuentro:
El Tottenham no es el rival a batir precisamente, pero sí una interesante vara de medir para una escuadra que aún busca su seña de identidad. Tal y como hizo Giuseppe Balsamo, el Ingeniero utiliza caras diferentes para sobrevivir. Algo que a largo plazo, tanto en el fútbol como en la vida, no merece la pena. Para los curiosos, la farsa de nuestro célebre personaje terminó siendo descubierta y Cagliostro fue encarcelado hasta expulsar el último aliento. A Pellegrini el futuro le conserva mejor fortuna, seguro, pero tiene que encontrar la forma de que los grandes nombres que forman su plantel dejen de engañar cada fin de semana.
Nota: no hay una biografía fidedigna sobre la figura de Alessandro Cagliostro. En contra de la historia más famosa (la versión que se expone en el artículo), hay detractores que consideran al personaje un maestro de la sabiduría.
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