Año y medio. Ése es el tiempo que me pregunto si las raíces del juego de La Roja no empezaron a pudrirse. No se trata de ventajismo tras la debacle en tierras brasileñas. Tampoco un secreto el que nuestra Selección ha vivido sus años más gloriosos siempre yendo del pie de los jugadores del F.C. Barcelona que a ella acudían. Incluso se plegó casi completamente al sistema del «falso 9″, algo extraño para un país donde siempre hemos gozado de buena salud en la delantera. Pero ese tiempo, acabó.
Y acabó no por el evidente éxito de todo aquello (lejano me parece ya), sino por una razón más que sencilla, evidente. La columna vertebral de los jugadores culés lleva más de un año sin ni siquiera rozar ese nivel que a todo el mundo futbolístico maravilló. Y eso, amén de su club, se refleja en nuestro combinado nacional. Dejando a un lado a Puyol, los Piqué, Alba, Busquets, Pedro e incluso el propio Iniesta se han convertido en meras piezas de una plantilla que está condenada a rotar por convicción estadística más que por estado físico del jugador.
Las estrafalarias e impertinentes salidas de tono de Piqué en los últimos tiempos le están alejando de ese Top de centrales de los que presumíamos. Otras estrelllas mundiales han sucumbido a la desidia que produce la emulsión perfecta entre juventud, dinero y haberlo ganado todo. Jordi Alba lleva en sus piernas durante las dos últimas temporadas más minutos que cualquier equipo de Segunda B si me apuran. Busquets ya no es el káiser del centro de campo de antaño. Falto de velocidad, ritmo y colocación. Nadie saber el por qué de su receso. Iniesta está pagando, de un lado, las consecuencias de un entrenador que no supo llegar a la plantilla el año pasado y, de otro, las del asturiano que le ha alejado del área de influencia final de la portería contraria exigiéndole mayor derroche físico. Comprobaremos si el manchego es capaz de aguantar ese ritmo o las lesiones se convierten en su cruz. ¿Y Pedro? ¿Cómo es posible que un jugador por el que se peleaba medio mundo ahora pase a ver los partidos un domingo sí, otro también, desde el banquillo?
Una planificación deportiva y de fichajes digna de otros tiempos y otros clubes está dañando seriamente los pilares (esos que Del Bosque ha declarado recientemente como «una buena base del pasado«) del búnker español. Personalmente, la palabra «pasado», nunca me ha parecido algo a lo que atender en el «presente». El salmantino debería entregar su libreta al estado actual de forma y juego de cada uno de los peones que elija para poder seguir manteniendo a la Selección en lo más alto. Volver a adaptar un sistema a la calidad y virtudes de los jugadores que, desde la grada o el sofá, comprobamos están EN FORMA.
«La idea no se negocia«. Una frase cuanto menos, lapidaria. Para la supervivencia solo hay que utilizar la inteligencia. La adaptación al medio. No es algo novedoso. Otras grandes Selecciones tuvieron que madurar y asumir que esa generación de grandísimos futbolistas que los elevaron a los altares del «jogo bonito» no se repetiría en tiempo. Sirva «La Naranja Mecánica» o la Alemania de los setenta, nutridas de la excelencia que emanaba de las botas de Ajax o Bayern. Por tanto, si los jugadores reseñados no llegan al nivel exigido hoy día, cortemos de raíz los pulgones que no dejan seguir creciendo la planta. Al menos, de momento, apartémoslos. Don Luis Aragonés supo ver la plaga a tiempo. La historia de este deporte está repleta de entrenadores que triunfaron para, acto seguido, emigrar e intentar repetir victorias con jugadores de los que pretendían prestaciones idénticas a lo dejado atrás. Tanto «El Zapatones» como Don Vicente saben cómo se las gastan en Turquía.
Pero no todo son nubarrones en el horizonte. Una grandísima caterva de enormes peloteros aprieta fuerte. Solo hay que ordenarlos, guiarlos y, ante todo, mostrarles firmeza a la hora de abrazar una estrategia de campo que cuadre con el estilo de todos ellos y derribe las trincheras que ante ellos se planten para que, su CONVICCIÓN, haga el resto. El «pasado» apartarlo a un lado y dejar que, si el destino desea, vuelva en forma de «futuro ilusionante». Pocos (me incluyo) confiaban en que el centro de campo de todo un Real Madrid dejara de lado el anquilosado medio centro defensivo y optara por dos jugones de pequeño tamaño. ¿Quién sabe? A lo mejor don Vicente tiene la solución ante sus ojos. Piezas, hay. Solo hay que limpiar esas legañas de fe ciega. Apartarse para volver a VER. Es hora de buscar nuevos brotes que fortalezcan la raíz. Otros colores distintos al blaugrana para servir un buen plato. Y estos partidos que llegan, deberían ser un buen abono.
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