La humanidad en el fútbol sigue viva. Después de un tiempo inconsciente, justo cuándo íbamos a comprobar sus constantes vitales, la paciente respira. A pesar de la creciente informatización y los datos tan interesantes como inservibles en la práctica que amenazan todos los deportes (Moneyball expone una acertada tesis sobre esta situación aplicada al baseball en EEUU) el fútbol se resiste a perder esa cercanía con la grada que le da sentido a su empresa. Aunque nosotros apalancados en el sofá de casa exijamos a nuestros respectivos clubs la máxima eficiencia, como si a esos robots de Honda que aparecen cada cierto tiempo en televisión nos estuviésemos dirigiendo, los futbolistas no dejan de ser humanos. Y el Rayo Vallecano acaba de tener un gesto que abre una grieta en esa apariencia mecánica y fría que podría empezar a planear sobre los equipos. El robot se ha quitado el procesador y debajo había piel, de esa que muda de color ante los cambios de temperatura o sangra como la nuestra.
Carmen Martínez Ayuso, una anciana de 85 años que fue desahuciada el pasado viernes, recibirá un alquiler vitalicio pagado por el propio Rayo Vallecano. La mujer, rostro de la injusticia, llevaba 50 años viviendo en un piso que tuvo que poner de aval para un préstamo que pidió su hijo. Tras ser desalojada, pasó la noche en la residencia de la novia de éste (que habitan ocho personas). El nieto de Carmen se hizo cargo de la situación contactando con la sede de PAH (Plataforma de Afectados por la Hipoteca) en Vallecas y con Stop Deshaucios. Ha sido precisamente él quien junto a dos miembros de PAH se ha reunido esta mañana con el técnico rayista Paco Jémez en el Campo de Fútbol de Vallecas para especificar la ayuda que recibirá Carmen.
El Rayo ha desnudado al robot de Honda y lo ha exhibido al mundo. Y lo ha hecho con un gesto que no debería de ser noticia sino algo tan normal como la ayuda al prójimo o como la cobertura de un jugador al compañero cuando están defendiendo (aplicando un símil futbolístico relacionado con esta llamada a la hermandad). Lamentablemente, a pesar de lo mediático de este caso hay cientos ahí fuera mientras yo escribo estas palabras y tú las lees. Esperamos que el Rayo Vallecano haya servido de ejemplo y el resto de conjuntos y deportes se impliquen con unas personas que, aunque lo olviden en ocasiones, son las que le dan sentido a su existencia.
El fútbol se ha bajado del pedestal desde el que le veíamos y al menos momentáneamente, ha estado frente a nosotros de igual a igual. Confiamos en que tras su regreso a la peana que lo eleva sobre el resto de seres su despedida haya sido un «hasta luego».
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