La primera rueda de prensa de un entrenador es una toma de contacto con los periodistas. El técnico reconoce caras y examina con curiosidad las que no le suenan. ¿Y ésa de allí de qué medio será? ¿Y el de con gafas que parece recién graduado? Alguien levantó la mano para preguntarle qué podía esperarse de su paso por el Real Madrid y José Mourinho (Setúbal, Portugal, 1963) fue directo: “No puedo hacer promesas. Solo prometo que no cambio. Yo soy José Mourinho, uno que ha venido aquí con todas sus cualidades y todos sus defectos”. Con esas declaraciones empezó su texto en El País Eleonora Giovio, ahora en Terra. Otro periodista del diario, Diego Torres, estaba a unos cuantos kilómetros de distancia, escribiendo desde la concentración de la selección española en Schurns (Austria) a diez días del inicio del Mundial de Sudáfrica.
A Mourinho también le preguntaron si era anticulé, aspecto que negó, o si había hablado con Raúl. Reconoció haber conversado con el capitán, que días después emigraría al Schalke 04, pero que “entre entrenador y jugador la prensa no entra”. Filtraciones y confidencias, consentidas o no por su parte, no faltaron en su periplo en la capital, y Diego Torres fue quizás el periodista más productivo con ellas y también uno de las más escépticos con Mou. Para muestra, su criatura literaria, Prepárense para perder. La era Mourinho 2010-2013 (Ediciones B).
Al periodista no solo le interesa como entrenador del Madrid, sino también como objeto de estudio. Por eso ha preguntado sobre su figura a diversos expertos de diferentes disciplinas. Esto reflexionaba Diego Torres sobre Mourinho en el suplemento Domingo de El País en febrero de 2011: “José Mourinho, el entrenador del Real Madrid, emplea la mirada para generar un clima de desafío. Una atmósfera inestable, un poco exótica, que es el preludio al despliegue teatral que convierte a este portugués de 48 años en una figura única en la historia del fútbol y del marketing”.
Es un entrenador que provoca reacciones extremas, un personaje de trending topic que disfruta controlando la situación. Como un emperador con sed de poder absoluto y obsesionado con que su sello perdure. Como quien prioriza los intereses de su agente, Jorge Mendes, y promociona a los jugadores a los que éste representa. Como alguien que busca reclamos para sacar de quicio a rivales, intimidar a los árbitros, señalarse como víctima de conspiraciones… Como un entrenador sin soluciones tácticas, sobre todo en las grandes ocasiones (de ahí el título de la obra, basado en sus charlas para la vuelta de las semifinales de la Champions de 2011, en el Camp Nou y tras el 0-2 en el Bernabéu) y que se va marchitando cuando ve cómo sus jugadores van desmarcándose de él. Así, a grandes rasgos, retrata Diego Torres a Mou. Prepárense para perder podría ser un documental, pues tiene un lenguaje novelesco y cinematográfico. La narración llega a ser trepidante por momentos, pero también exagerada en otros, cuando el autor se recrea en detalles como el estallido de una lata de Red Bull que Mou habría lanzado contra la pared del vestuario.
Se supone que en la dedicatoria, “a los futbolistas valientes”, Diego Torres premia a algunos de sus confidentes, en teoría, con una gran memoria visual, pues los diálogos entre el técnico con los jugadores o el propio presidente, Florentino Pérez, y a las confidencias entre directivos y entre jugadores casi siempre están acompañados de gestos y ademanes.
Cuesta rescatar alguna frase positiva sobre Mourinho a lo largo de casi 300 páginas. En la 175ª página se elogia su actitud ante la rebelión del vestuario de 2011, tras un empate a cero en El Sardinero: “La virtud de Mourinho fue saber escuchar y ceder. Eso también hicieron muchos otros entrenadores de éxito. Al menos durante unos meses, Mourinho no hizo todo lo que hubiera deseado. Igualmente, el equipo compitió a gran nivel”. El Madrid logró esa Liga, el segundo título tras la Copa de Mestalla. Mou solo logró un tercero, la Supercopa de España, y se fue el pasado verano, de mutuo acuerdo con Florentino, y dejando un vestuario inflamado.
Son interesantes los pequeños perfiles que hace el autor sobre los personajes del libro, como de Asier del Horno, Jürgen Klopp, Pedro León, Sergio Ballesteros —“cuerpo de contenedor industrial con insospechada agilidad de gamo”—, Iker Casillas o Lass Diarra, quizás el más bélico con Mou. Se asegura que de haber continuado el técnico de Setúbal, hubiesen hecho las maletas casi seguro Casillas y Sergio Ramos, agotados de un Mourinho que pretendía controlar el discurso, casi el aliento, de sus pupilos, a los que no dudaba en señalar en los últimos meses ante la prensa. Aunque es difícil de entender que un entrenador con su palmarés no tenga más virtudes que las que se le adjudican en una obra en la que se dibuja su perfil más oscuro.
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