Son muchos los clubes históricos, de esos llamados «grandes de Europa», que a la hora de jugar contra el FC Barcelona han renunciado a su estilo personal, ese que le ha llevado al éxito, para poder contrarrestar el enorme poderío y las constantes combinaciones que los jugadores de Pep Guardiola ejecutan a la perfección cada vez que saltan al césped. No el Milan. No Allegri. El pecado del Milan: su soberbia.
Su soberbia en el buen sentido para el espectador. Allegri, haciendo honor a su nombre, se olvidó del estereotipo italiano y planteó un partido jugado a lo largo de todo el campo, nada de no pisar el área del rival y buscar la efectividad al más mínimo fallo del rival. Era un suicidio. Presión adelantada, buscar el contacto, aprovechar la explosividad de Boateng, Robinho e Ibrahimovic… la teoría, muy bonita, la práctica, una locura.
Contra cualquier otro rival, semejante presión habría hecho estragos, pero al otro lado del campo estaban Xavi y Messi. Máxima del fútbol: la presión adelantada conlleva dejar espacios en defensa. En los últimos años hemos aprendido otra regla fundamental de este deporte: no dejes un solo espacio a un jugador salido de la Masía. Massimiliano Allegri sabía la primera, la segunda no se le olvidará. Jugar de tú a tú al Barcelona significa asumir desde el inicio que vas a tener que marcar al menos cuatro o cinco goles para ganar.
El Barcelona pudo conseguir una goleada histórica en el día de ayer en San Siro. Tan solo un bajón de tensión por parte de ambos equipos en la segunda parte evitó ver un partido precioso de cara a la galería y desastroso tácticamente. Bien es cierto que, de la misma manera, la cabezonería de Guardiola pudo costarle el partido, pues no se quedó atrás con su desfachatez.
El sistema de tres centrales hace aguas por las bandas, mientras que en una transición rápida comenzada en tres cuartos de campo el medio campo no tiene tiempo a recuperar posiciones defensivas, y tanto Robinho como Boateng aparecían como puñales por la espalda de los medios blaugranas. Pep, pecando igualmente de soberbia, no hizo modificación alguna, algo que le pudo costar el partido. Siguió con su 1-3-4-3 pensado para jugar todo el partido en campo contrario, contando con un mínimo de un 70% de posesión, algo que era evidente que el Milan no iba a permitir.
Pese a todo, la edad sigue jugando en contra del Milan y el ritmo bajó sobremanera en la segunda mitad. La presión ya no era tan asfixiante y el Barça podía plantarse en posición de peligro con tres simples toques. En la primera mitad Cesc y Villa perdonaron la goleada, en la segunda el Milan perdonó el típico empate italiana en el último minuto. No cerrar un partido con tantas ocasiones de goles es otro pecado, pero eso ya es otra historia…
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