Estamos a pocas horas de conocer quién será campeón de Europa durante los próximos 4 años. Una final con pronóstico incierto porque si bien en términos relativos quizá Italia lo merezca más -al menos hasta que veamos lo que sucede durante el partido- lo cierto es que España se ha ido agarrando a la competición en cada choque en un alarde más de personalidad que de fútbol sobre el tapete y eso le ha servido para eliminar a 3 muy buenas selecciones, como han sido Croacia, Francia y Portugal.
La baja de David Villa ha supuesto, en la práctica, que encontrar los caminos hacia el gol nos haya resultado todavía más complicado que hace 2 años en Sudáfrica. Pero esta selección tiene un instinto de supervivencia e inspira un respeto a los rivales que hace que sea realmente complicado vencerles. Todos estamos de acuerdo en que los planteamientos tanto de Croacia como de Portugal fueron excelentes frente a España pero si repasamos los dos partidos llegamos a la conclusión de que cortocircuitar nuestro juego no es suficiente para descomponernos y apenas alcanza para crear un par de situaciones reales de peligro en nuestra área. Independientemente de que se pueda perder algún partido –cosa que antes o después tendrá que suceder- lo que parece claro es que el blindaje mental de nuestros jugadores contra todo tipo de dificultades es algo que se puede transmitir a próximas generaciones de futbolistas y que creo que puede ser el inicio para que el fútbol español incorpore para siempre un gen ganador.
Este gen nos ha faltado históricamente y para mí se hacía muy evidente en que siempre que perdíamos nos refugiábamos en cualquier excusa dando por hecho que habíamos sido mejores que el rival. Que si un atraco en Francia 84, que si la mala suerte de los penaltis en México 86, el codazo de Tassotti a Luis Enrique en el 94 o el arbitraje contra los coreanos en 2002 son varios ejemplos que todos conocéis. Siempre, absolutamente siempre éramos buenísimos y perdíamos por factores externos. Esta selección no tiene este problema y estoy convencido de que el día que pierda (ojalá que no sea en esta final) la única reacción será felicitar al rival y pensar en que con nuestro estilo hemos conseguido éxitos muy importantes y que manteniendo esta línea lo volveremos a lograr algún día.
Porque si hay una selección que tiene la victoria en sus genes desde hace décadas esa es Italia. Meses atrás yo analizaba a esta selección y le concedía como objetivo máximo el alcanzar las semifinales, el cual ya han superado. La Italia actual apuesta por el fútbol de toque basado en un Pirlo estratosférico -lo van a echar mucho de menos cuando ya no esté- pero eso no quiere decir que no tengan ese carácter tan especial que todos reconocemos en Italia desde hace muchos años. Los Bonucci, Barzagli, Chiellini, De Rossi o Marchisio son escuderos de lujo para Andrea y creo que superarles en la final va a ser tremendamente complicado. No es casualidad que ni Alemania ni España hayan sido nunca capaces de derrotarles en una fase final –exceptuando los penaltis de 2008, donde se acabó la maldición de cuartos- ni tampoco que después de su hundimiento en el mundial de Sudáfrica hayan podido levantarse con tanta rapidez.
El llegar a otra final es un éxito tanto para España como para Italia y viene a demostrar que además de tener un estilo propio y futbolistas que lo sepan ejecutar es necesario forjar un carácter y una personalidad que pueda vencer a las adversidades que siempre aparecen el día que el equipo no está inspirado. Todas estas características las tiene desde hace tiempo Italia, nosotros hace 4 años hemos comenzado una nueva era y ojalá que dentro de 50 años podamos decir que los futbolistas de nuestra selección mantienen ese gen ganador que se gestó en 2008, con aquel gol de Cesc Fábregas en la tanda de penaltis contra Italia.
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