Año 1942, el nazismo asestaba un duro golpe a las tropas soviéticas y la URSS había sido invadida. Kiev, la capital ucraniana, estaba sitiada por los alemanes.
Josif Kordik, panadero de profesión, paseaba una fría tarde por las calles ucranianas, cuando de pronto, un hombre alto salió a su paso. Era Nikolai Trusevich, portero del Dínamo de Kiev, quien deambulaba sin saber a dónde ir, ya que acababa de salir del campo de prisioneros. Su equipo había sido disuelto debido a la Guerra.
Kordik en lugar de pedirle un autógrafo al afamado arquero, se dignó a ofrecerle trabajo como barrendero, el cual aceptó sin miramientos. Gracias a Trusevich, el panadero reclutó en su fábrica a un gran elenco de estrellas del fútbol local, ofreciéndoles comida y techo cuando más lo necesitaban. Kordik aprovechó el poder contar con estas estrellas para formar un glorioso equipo que usó patio de la panadería como un campo de entrenamiento improvisado. Así nacería el FC Start, una selección de los mejores jugadores de Kiev que, uniformados de color rojo comunista, proclamarían su ideología política en la cancha.
Los nazis hicieron del fútbol un instrumento propagandístico. Quisieron organizar el Mundial de 1942, el cual fue abortado por la Guerra, y años más tarde, antes de la caída de Berlín, ya se jugaban partidos de copa. El equipo de la anexionada Austria, el Rapid de Viena, había sido campeón de Alemania el año anterior.
En cada país se organizaban campeonatos para dar a la población una sensación de normalidad. Así pues, en Ucrania se creó un campeonato disputado por seis equipos: cuatro de ellos formados por ejércitos del Eje, el Rukh (formado por colaboracionistas locales) y el mencionado FC Start.
El FC Start fue la sensación de la temporada, humillando sin piedad a sus rivales. El 6 de agosto se coronó campeón invicto, destrozando 5-1 al Flakelf, el seleccionado de la Luftwaffe. Al día siguiente, los alemanes llenaron Kiev con carteles en los que se anunciaba la revancha, que se jugaría dos días después.
Ese día el Estadio Zenit estaba a rebosar, con oficiales nazis en la tribuna y el pueblo ucraniano custodiado por soldados y mastines. El árbitro advirtió al FC Start que debía saludar a sus rivales con un sonoro “Heil, Hitler”. En contraposición se negaron a ello, se golpearon el pecho y gritaron a la antigua usanza comunista..
Tras un festín de patadas, que el árbitro no quiso pitar, y el arquero ucranio Trusevich inconsciente durante varios minutos, el cuadro alemán abriría el marcador. Pese a todas las inclemencias, el FC Start llegó al final del primer tiempo ganando por 3-1 gracias a los goles del delantero Ivan Kuzmenko, quien, en una de estas, se permitía el lujo de regatear a todo el equipo nazi y, teniendo la oportunidad de marcar, dio media vuelta. Algo que obviamente provocaría la ira alemana.
En el descanso, un oficial nazi se acercó al vestuario del combinado rojo advirtiéndoles de las consecuencias de sus actos. Aun así, los ucranios vencieron 5-3.
Una semana después, nueve de sus jugadores fueron detenidos por la Gestapo acusados de sedición. El centrocampista Nikolai Korotkykh fue ejecutado al instante, ya que se había conocido que era espía ruso. Tras numerosas torturas los demás jugadores fueron llevados al campo de concentración de Siretz. Tras un intento de fuga, serían ejecutados Kuzmenko, Klimenko y Trusevich. Sus cuerpos acabarían lanzados por un barranco.
Únicamente cuatro miembros del equipo sobrevivieron hasta la liberación rusa. Sin embargo, las autoridades estalinistas les acusarían de traición por confraternizar con el enemigo, obligándoles a guardar silencio para siempre a costa de su vida.
Pero su leyenda salió a la luz en los años 60, y se comenta que los once jugadores fueron fusilados en un risco con los puños en alto. Tras la caída de la URSS, Makar Goncharenko se atrevió a hablar, aclarando a un periodista que sus amigos no murieron por ser grandes jugadores, sino por formar parte de dos regímenes totalitarios enfrentados.
1 Comentario
Gran artículo compañero … #síseñor