Los tambores ya comienzan a oírse desde el horizonte, la bruma se va despejando suavemente en la nueva primavera para traernos la confrontación más brutal entre dos colosos. El planeta fútbol se paraliza ante este choque, nadie quiere perdérselo, ningún admirador, ningún rival… el Clásico por excelencia está a la vuelta de la esquina y todos lo sabemos.
Barcelona, un año convulso
En Barcelona son expertos en devorar moralmente de manera instantánea como una piraña todos los méritos que se hayan conseguido en la temporada. La intranquilidad ha retumbado en los oídos de Gerardo Martino desde que puso su primer pie en el aeropuerto del Prat, siempre tuve esa corazonada de que no era lo que realmente se buscaba o quería. La sombra de Pep era demasiado alargada y cambiar lo que había resultado exitoso durante tantísimos años era adentrarse en una cruzada digna de un templario en Jerusalén. Martino jamás ha encontrado Tierra Santa, ni tan siquiera cuando era líder. Ahora, los cantos de sirena de una posible marcha en junio inundan Barcelona en una incertidumbre que nada bien le hace.
El barcelonismo vive pendiente de los coletazos de Messi, mientras ve cómo su fichaje estrella brasileño cae en el ostracismo del banquillo cada vez con mayor regularidad. A la vez que un río de mierda salpica las paredes de la administración poniendo en entredicho fiscalmente al club, Neymar saca a relucir aires del viejo Ronnie y en sus redes sociales parece que nada va con él. El Camp Nou necesita a ambos, un puñetazo en la mesa en forma de partidos sobresalientes y filigranas estratosféricas.
La vieja guardia se deshace lentamente pero demostrando una fidelidad absoluta; Puyol abandona el barco a final de temporada porque su estado físico no le permite jugar al máximo nivel, Valdés no continuará el año de su consagración como uno de los porteros más en forma del mundo, Piqué no es el mismo y a Xavi se le acaba la batería cada vez con más rapidez. Siempre quedará encomendarse a Andrés Iniesta para darle la verticalidad necesaria a este bloque.
Aunque no todo son penas; hemos encontrado esta temporada la mejor versión de Alexis Sánchez —el mayor beneficiado del sistema del Tata Martino— que, junto a Pedro, ham tirado del equipo a base de goles ante las ausencias de Messi y Neymar.
Real Madrid, encontrando el estilo
El Real Madrid ha llegado de menos a más en los tramos finales del campeonato y la llave ha estado claramente en el centro del campo —la recuperación de Xabi Alonso ha sido clave para dar el equilibrio necesario—, pero también el magnífico estado de gracia en el que se encuentran Luka Modrić y Cristiano Ronaldo, pilares básicos en la recuperación de este equipo. El viejo Ancelloti ya sonríe de puertas hacia dentro; solamente él y pocos más saben que es capaz de mantener una plantilla de garantías para tres o cuatro años, tiene juventud de sobra y chicos con proyección que mejorarán —casos de Illaramendi, Isco, Jesé, Varane o Nacho—.
Los blancos llegan con la moral por las nubes, el número 7 ya vela armas en su consciencia, para él —como quedó demostrado ante el Schalke— no hay pachangas ni amistosos ni partidos cerrados, es un animal insaciable y ese día lo tiene señalado en rojo, no se querrá ir sin que el balón bese las mallas y sin los tres puntos dentro de su casaca, únicamente entonces podrá conciliar el sueño esa noche… tan fácil para él, tan arriesgado para el resto de los mortales.
Otro de los factores a tener en cuenta es la excelente forma defensiva en la que encontramos a la zaga blanca; construyendo el bloque desde atrás los resultados han sido más que excelentes tanto en goles encajados como en victorias logradas. No tendrán tarea fácil el domingo, el cuatro veces Balón de Oro pisará su territorio en el que ha salido demasiadas veces triunfal en los últimos años, Ramos y los suyos son conscientes de ello.
A Jesé le embargará una profunda nube de nostalgia al no poder ni tan siquiera estar en el banco esperando su oportunidad, seis meses dicen adiós a la temporada y al sueño efímero de Brasil, tocará seguir luchando por volver a demostrar que lo suyo no es fruto de una temporada.
Confrontación fratricida
Para el Barcelona, ganar el domingo supone un shock eléctrico con el desfibrilador para volver a apretar los dientes, enganchándose de lleno en el tren de la Liga sin esperar pinchazos ni posibles transistores, hundir a su máximo y feroz enemigo en su propia casa, un golpe doble para así también callar el runrún por algunas semanas.
Por su parte, para el Real Madrid, ganar sería dar un paso en firme hacia el liderato —una de las ansiadas glorias—; tumbar a un rival directo y empujar a la cuneta a un equipo que, aunque nunca hay que darle por muerto, podría morder el polvo de manera casi definitiva en el campeonato doméstico. La ventaja aumentaría y se reducirían los puntos a alcanzar, una derrota puede dejar al FC Barcelona tocado y hundido en Liga.
Todo el mundo del fútbol se paralizará ese día, no importa cómo llegue uno u otro, no importa lo que hayan hecho durante la temporada, en Salvador de Bahía, Moscú, Finlandia, Tokio o Zaire se sentarán millones de niños soñando algún día vestir esa camiseta, llevar el 7 blanco, el 10 azulgrana… y disfrutar durante 90 minutos de uno de los mejores choques que nos ha brindado este bendito deporte. Puedo ver la luz de los focos encendiéndose en el horizonte y, como aquellos niños, viviré este partido con toda la ilusión del mundo, por el espectáculo, por el fútbol.
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