¿Cómo afecta la situación económica actual al fútbol profesional y modesto? Es una realidad difícil de obviar, el momento económico que existe en nuestro país. Cualquier aspecto relacionado con ello se ve afectado de mayor o menor manera y, por lo tanto, el deporte tampoco escapa de las consecuencias de la mala situación financiera. Como entrenador de fútbol, un factor que me gustaría dominar de cara al mejor manejo del vestuario es la psicología. Por ello me surgieron varias preguntas, ¿y si algún día me toca entrenar un equipo con jugadores que no cobran? ¿Y si un jugador atraviesa un mal momento y no soy capaz de verlo?… La primera de ellas me llamó la atención y comencé a analizar cómo afecta esta situación a los clubes, pero por encima de todo, a los jugadores.
Como es lógico, el aficionado al fútbol solo se hace eco de las malas situaciones o gestiones de los clubes de Primera y Segunda División. Hay casos, como el del Racing de Santander o el del Oviedo cuando le sucedió, que no son más que excepciones por su condición de equipos históricos. Por lo general, entidades de gran historia y fama a nivel local desaparecen cada temporada. Esto es un hecho que pasa desapercibido para toda persona, salvo los implicados directamente: cuerpo técnico, directiva, jugadores del primer equipo, fútbol base, empleados… Mi opinión es que esto no debería ser así, ya que un jugador modesto, en un alto porcentaje de casos, necesita esa nómina para mantener una familia y sobrevivir. En cambio, un jugador profesional cuya ficha pueden ser “x” millones de euros, por no recibir su salario mensual, no se ve afectado de la misma manera. También otro motivo a destacar es la presión a la que se ve sometido cada uno de estos jugadores. Un jugador profesional tiene la presión de los medios o la de hacerlo bien para llegar a un mejor club, pero el puesto lo tiene asegurado, en un lado u otro. En cambio, un futbolista modesto se juega día a día el no perder lo que le da de comer. En categorías bajas, si algo no funciona no se duda en cambiarlo. También es cierto que los jugadores que militan en estas categorías no pueden tener la expectativa de ganarse la vida con el deporte rey; deben tener una segunda vía de subsistencia. Por categorías bajas me refiero a las del fútbol nacional que son no profesionales (Segunda División B y Tercera División). En el caso de las categorías regionales, evidentemente, no hay una solvencia económica en los clubes como para pretender vivir de ello. De hecho, en gran número de instituciones ya es una realidad que el jugador aficionado pague por jugar. El caso del fútbol regional es de admirar y sería para tratar aparte.
Para mostrar lo expuesto anteriormente pondré un caso real. Hace unos días estuve en un congreso de psicología aplicada al fútbol y un entrenador de Segunda División B puso un ejemplo claro que le sucedió años atrás. Fueron a jugar fuera de su ciudad y, dada la capacidad económica del club, se alojaron en un hotel típico de extranjeros. A la hora de la comida se pidió menú de cara al partido y no tenían, solo había buffet. Él les dijo que no les controlaría pero que supiesen que al día siguiente jugaban. Observo cómo un jugador llevaba un plato repleto de todo tipo de comidas y le preguntó “sabes que mañana tenemos partido, ¿no?” El jugador respondió: “Sí, míster, pero es la primera vez que puedo comer bien en toda la semana”.
Hay que ver más allá de lo que sale día tras días en los medios de comunicación, porque el fútbol no es solo nombres y equipos conocidos.
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