Hace una semana el Chelsea se estrellaba (irónicamente en un estadio de nombre optimista como el Stadium of Light) frente al Sunderland. Sólo dos conjuntos (Manchester City y United) habían impedido a los de José Mourinho puntuar de tres en tres en todas las jornadas de la Premier. Este miércoles, los blues recibían en Stamford Bridge al Tottenham en un derby marcado por una tendencia positiva y dominante a favor de los locales en sus anteriores enfrentamientos. No obstante, el ambiente generado tras el empate en Sunderland era un creciente murmullo que había aprovechado la mínima grieta en el busto de un claro candidato a ganar la Premier desde el primer encuentro para socavar en esa duda. Una duda que lejos de los resultados (el Chelsea seguía liderando el campeonato liguero con una amplia ventaja sobre sus cada vez ciclotímicos competidores) se refería al juego del equipo. Un fútbol que se había visto realentizado e incluso frenado en aquel lance contra los black cats.
Y entonces aparecieron las interminables espaldas del eterno ’11’. Didier Drogba jugó como nueve titular del Chelsea ante la baja de Diego Costa y la confianza que Mourinho deposita en su veterano ariete por delante del recién llegado Loic Rémy. El marfileño sólo había disputado otro partido saliendo en el once inicial y fue el que enfrentó a los blues al Manchester United (dónde Drogba anotó el único gol de su equipo que estuvo cerca de darles los tres puntos). Cuando la tormenta de unos spurs que habían sorprendido en su inicio se hallaba en su punto álgido, el de Abidjan le dio la espalda a la portería y al jugador que le marcaba (ni más ni menos que un portento de 1,95m como el central argentino Federico Fazio) como un travieso bebé en la imagen de una ecografía y completó la pared que le tiraba Hazard asistiendo al belga en el primer tanto del partido. Pero es que tres minutos más tarde, Lloris ejecutaba un mal saque y el esférico le llegaba a Oscar que vio perfectamente el desmarque entre el central y el lateral que hizo Didier. El brasileño le puso el balón ahí y Drogba tras dos toques que le bastaron para domar al balón y rugir a su defensor, definía con un tercer toque al palo corto. La mala imagen de ese Chelsea lento en tres cuartos de campo quedó emborronada ante esta exhibición del costamarfileño que allanó el camino hacia una amplia victoria por 3-0.
Este mediodía (13:45 hora española) se disputaba en St. James Park un partido que, tras conocer su resultado final, otorga un gran valor a las rachas negativas y las estadísticas históricas. Mourinho no había ganado en el feudo de los magpies (dos empates y dos derrotas en anteriores visitas) y en esta ocasión se volvió a repetir la historia, como un eco al que la temporada siguiente el luso querrá seguramente poner fin. El Newcastle (tan discutido hace tan sólo unas semanas, entre críticas a su entrenador Alan Pardew y la petición de su dimisión) ha ganado el partido porque se han alineado todos los astros. El primer gol (tras más de 5 partidos consecutivos del Chelsea imbatido en Premier) viene de un deficiente despeje del central inglés Gary Cahill. Que Cahill o Terry despejen mal un balón es un hecho tan insólito que deberían crearse reuniones previas como en la NASA al observar la ruta de un asteroide. El segundo tanto, viene de una contra (al Chelsea, uno de los equipos supuestamente especialistas en esa materia aunque con la llegada de Fàbregas y su paladeo de la posesión ha crecido el gusto por el ataque posicional) con el conjunto blue volcado y sin apenas diques para contrarestarla.Pero la figura que volvió a emerger en ese caos fue la de Didier Drogba. El marfileño entró en el 67’ por William y formó parte de la revolución en el plan de juego de su equipo. Mourinho optó por el juego más directo (que quizá recuerda a sus primeras temporadas en Londres) posicionando a dos delanteros puros como Drogba y Costa arriba bajando balones y rematándolos, buscando el centro desde la banda gracias a la profundidad y subida de sus laterales (Ivanovic por derecha y el recién entrado Filipe Luis por su mayor proyección ofensiva en el costado izquierdo). En ese tablero, Drogba es la ficha ganadora que recorre incansable casilla tras casilla hasta la meta.
No sólo dio otro recital de juego de espaldas a portería que generaba segundas jugadas y propiciaba los disparos de media distancia para los llegadores de su equipo, sino que en el 83’ marcó su tercer gol en Premier esta temporada (promedia un gol cada 82 minutos) a pase de Fàbregas (otra asistencia más). Aunque finalmente el Chelsea (que jugaba contra un Newcastle con 10 tras la expulsión del central Taylor por doble amarilla) no se llevó la victoria, Drogba volvió a demostrar que a sus 36 años y cuando muchos pensaban que su regreso era de peso más simbólico que futbolístico, las espaldas del ’11’ se siguen extendiendo hasta el firmamento, una prolongación azul de la camiseta que defiende.
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