Ha transcurrido más de un año desde aquel fatídico partido en Mestalla donde su compañero Arbeloa confundió su dedo con el balón. Más de un año desde que Mourinho convenció a los estamentos del Club para repescar a Diego López por su escasa confianza en, el entonces otro portero de la casa, Adán. Y yo, me pregunto, ¿ha cambiado en algo la situación para el de Móstoles? ¿Y para el gallego?
La posición de portero en uno de los equipos calificados como «grandes» siempre ha sido de las más vilipendiadas en este mundillo. Un error del cancerbero se magnifica tanto como una foto de Obama junto a Charlton Heston (DEP). Ayer, Iker Casillas batió un nuevo récord, clasificándose con su equipo para la final de Copa sin haber recibido ni un solo gol, lo que eleva la cuenta de minutos con su marco a cero a 862 minutos según estadísticas «oficiales» (contando su participación en Champions League). A Diego López parece (o eso nos han querido transmitir) haberle ido «peor». La defensa del Real Madrid ha tardado tiempo en cuajar pero, desde el principio de temporada hasta la fecha, ha habido una evolución favorable del paciente.
La eterna pregunta desde enero del año pasado es ¿Por qué no juega Iker Casillas de titular? Múltiples las voces que se han elevado a favor del regreso a la titularidad del madrileño. Sobre todo, provenientes de los más acérrimos enemigos del portugués de Setúbal. Desde más de un sector se ha tomado una posición que ha rozado peligrosamente el menosprecio a su compañero López. Esta semana, sin ir más lejos, la hija del técnico italiano de ambos se preguntaba en Twitter: «No entiendo por qué la gente se acuerda tanto de Iker Casillas y no hablan más de la impresionante temporada que está haciendo Diego. Es un portero buenísimo, con un montón de aptitudes«. Razón, desde luego, no le falta.
Ya la temporada pasada —si bien su titularidad respondió primero a la lesión del, a priori, titular y, a posteriori, a la comodidad de su entrenador por todo el revuelo de chismorreos y supuestos chivatos escondidos en un vestuario, que se desgranaba del lecho de su hasta entonces gurú— demostró ser lo que todo aficionado objetivo al fútbol sabe: que es otro gran portero. A la retina me vienen, sobre todo, dos partidos que pasaron de puntillas por los cuadernos analíticos de los críticos: la vuelta en Old Trafford y el infierno del Ali Sami Yen. El guardameta se marcó dos auténticos partidazos que, seguramente, salvaron la poca cohesión que ya quedaba en ese vestuario en forma de «pase de eliminatoria». Sin esas paradas, muy probablemente, José Mourinho hubiera abandonado el barco antes de tiempo (como finalmente hizo) y hubiésemos presenciado un fin de campaña dantesco en el Club de Concha Espina.
Rencillas internas por supuestas filtraciones a la prensa fue la principal excusa, causa o razón de su entrenador para relegarlo al banco. Este verano, con la llegada de Carlo Ancelotti, parecía que la portería volvería a recuperar a su inquilino más ilustre. Pero nada más lejos de la realidad. El guardameta escogido por el entrenador no fue otro que el gallego. ¿Por qué? Para este disparatado cronista la respuesta es bien sencilla: simplemente cuestión de gusto. Y de altura. Sí, de altura. Si repasamos la trayectoria como director de orquesta del italiano, hay un dato que nos llama poderosamente la atención de todos sus guardametas y no es otro que éste que repito, los centímetros.
¿Qué mejor modo de entenderlo que mostrar números? En el Parma un tal Buffon con 1.91m. En la Juventus, cambió a Peruzzi (1.81) por Van der Sar (1.99). Aterrizado en Milán, su portería la ocupaba Dida, un mástil brasileño de 1.96m. De su aventura londinense, todos conocemos a Čech (1.96). Su anterior periplo parisino se cerró con Sirigu en meta (1.88m). ¿Y en Madrid? Pues casualidad o no, en la ficha médica de Iker Casillas se especifica su altura en 1.85 frente a los 196 centímetos de su compañero, Diego López. ¿Para qué seguir buscando razones si es evidente que este detalle es factor esencial para el italiano a la hora de elegir? Como tantos y tantos otros entrenadores y/o aficionados. Tal vez el año pasado pudiera aderezarse la decisión con variantes que nada tenían que ver con el fútbol. Muy probablemente. Pero a día de hoy, y atendiendo al responsable de esta plantilla, dudo que haya otro motivo que no sea el ya repetido aquí, junto con la forma física, claro está. Y en esto último, nadie le puede poner un «pero» a Diego López.
Lo único cierto de todo este galimatías de portadas y tertulias de barra es que un club, el que sea, debe estar por encima de este tipo de debates si el elegido en cada momento cumple con su función y trabajo. Y el gallego, lo está haciendo. Y muy bien. ¿Que Iker Casillas es, probablemente, el mejor portero del mundo? Tal vez. Otro debate se abre en este punto. Pero si yo fuera quien se calzara el chándal todos los días y el silbato al cuello, jugaría quien mejor estuviera y quien más me gustara, todo ello, en pleno equilibrio. No hay más. No busquéis más.
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