Leo la prensa deportiva esta mañana y me reafirmo en que algo extraño debo albergar en mi cabeza cuando, tras el «amistoso» de anoche, veo más síntomas de evolución que de desastre. Repletas de estadísiticas derrotistas vienen esas páginas, cuando, a pesar de la derrota pírrica, La Roja ofreció una nueva versión dinámica y alternativa al cada vez más denostado «tiki-taka».
Partía Don Vicente de una alineación novedosa dando entrada a jóvenes valores que un gran sector de la afición pedía a gritos. Casillas, Azpilicueta, Ramos, Piqué, Bernat, Busquets, Raúl García, Bruno, Isco, Nolito y Morata. Mantenido el núcleo «duro» atrás, apostaba por la juventud y rapidez de un tridente inédito arriba. Retomaba viejas costumbres con un 4-3-1-2 dejando a la magia «on fire» del malagueño las acometidas en contraataque de la Selección. Tal vez demasiado músculo en el centro del campo, pero la fría y lluviosa noche de Balaídos (no ayudaba mucho a rasear balón) pudo ser el detonante para escoger esta reforzada opción (sin olvidar las lesiones de jugadores que están llamados a continuar). Lo cierto es que el balón circuló rápido y la movilidad de los tres de arriba sostuvo el juego de ataque durante todo el partido.
Dentro de todo esta «revolución silenciosa«, la figura de Iker Casillas parece ir recuperando la confianza perdida y estar recordándonos que aún le queda cuerda tanto en su club como en la absoluta. Pero siempre que un portero debe intervenir de ese modo, es porque el trabajo defensivo hace aguas. Esos pequeños recovecos por donde penetran los rivales es uno de los trabajos más costosos que tendrá el salmantino de aquí en adelante. De toda la línea defensiva destacaría la presencia de Bernat, al que veo como un jugador ya empacado gracias a su regularidad en Munich. Alternativas eficientes que dan aire. Azpilicueta cumplió, pero debe someterse a un carrusel eterno de centros desde la banda. En esto, Juanfran y Carvajal llevan demasiado recorrido.
Bruno sigue pareciendo querer quedarse un tiempo en Las Rozas. La baja forma de Busquets debe ser un acicate para saber si este jugador está o no preparado. De momento, coge fuerza a su lado, pero la posibilidad de sustituirlo puede estar cada día más cerca si Don Vicente aparta el romanticismo amistoso. Solo un pequeño estruendo incompatible veo: Raúl García. Si bien es un jugador que con sudor y sangre se ha ganado estar en las convocatorias, el estilo (sea «A» o «B») de nuestro combinado nacional no es un buen condimento para extraerle la salsa.
La conclusión más precisa es que Don Vicente supo adaptar un nuevo plan a la calidad y cualidad de los jugadores escogidos. Haciendo borrón y cuenta nueva sin recuerdos pesados en las alforjas. Expulsados de un plumazo los anhelos de los que no están, fuera el motivo que fuera. «Esto es lo que hay y así vamos a jugar«. Me gustó. Y me gustó ver cómo dos delanteros rápidos, habilidosos y con recorrido abrían campo una y otra vez por bandas para que al resto del equipo subiera líneas. Una opción como otra cualquiera. Una nueva opción.
Sin embargo, hay que ir algo más allá y no pensar en que el juego que nos llevó a ser adorados en todos y cada uno de los reposa nalgas del globo se ha lanzado a la papelera de reciclaje sin más. No. Que nadie olvide a los Iniesta, Silva, Cesc, Costa … jugadores que son los llamados a realizar la emulsión perfecta entre continuismo y renovación. Y este camino, teniendo alternativas, siempre es más llevadero.
Jalados de vello de entendidos de barra esperando haber visto el partido del siglo, hay. Mientras, en mi rincón y acurrucado, sonrío al ver que hay tiempo por delante para ir dándole forma a este batiburrillo de ideas que se agolpan en cada esquina de la Ciudad Deportiva. Ahora sí veo luz donde todos siguen viendo oscuridad. ¿Un disparate? Quizás.
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