Esta noche, a las 20:45 en el Stadion FK Partizan, Bumbarevo Brdo, Serbia y Dinamarca disputarán el encuentro correspondiente al grupo I de la fase de clasificación para la Eurocopa. Serbia acumula un punto en dos partidos disputados, fruto de su empate en Armenia ya que, pese a que la UEFA les concedió la victoria en el polémico partido ante Albania, también les castigó con la pérdida de tres puntos y con disputar sus dos próximos partidos (éste, es el primero) a puerta cerrada. Dinamarca, por su parte, acumula 4 puntos en tres partidos merced a su victoria ante Armenia, su empate en Albania y su derrota ante Portugal.
Pero, centrándonos en el objeto de esta sección, la historia de Serbia (como representante de la extinta Yugoslavia) y de Dinamarca está escrita para siempre en los anales futbolísticos debido a la Eurocopa del 92. Yugoslavia había obtenido el pasaporte en su grupo de clasificación pero la llamada guerra de los Balcanes hizo que la UEFA prohibiese a los yugoslavos disputar la fase final de esta competición y designase a Dinamarca, segundo clasificado en el grupo tras los balcánicos, para disputarla.
Lo más sorprendente de esta decisión fue el momento en el que se tomó, apenas 20 días antes del inicio de la competición. El seleccionador danés se vio obligado, de la noche a la mañana, a reunir un grupo de 22 jugadores para disputar esta fase final; jugadores que no estaban preparados, ni física ni mentalmente, y que, en la mayoría de los casos, estaban de vacaciones. De hecho, la gran estrella danesa, Michael Laudrup, renunció a disputar la competición, alegando que “aquello no eran formas”.
Y si la tradición y la idiosincrasia del fútbol afirman que los jugadores deben estar concentrados dos o tres semanas antes de una gran competición de este tipo, para aislarse y para prepararse física y mentalmente, Dinamarca demostró que esto no tiene porqué ser así siempre. Despojada de toda presión, sin haber generado ninguna expectativa, dando la imagen de que iban a la Eurocopa a pasarlo bien, Dinamarca fue avanzando ronda tras ronda hasta hacerse con el título.
Dentro de la fase final, en la liguilla, Yugoslavia había quedado emparejada con dos potencias europeas, Francia e Inglaterra, y el anfitrión, Suecia. Las posibilidades de pasar parecían nulas pero el empate ante Inglaterra y la victoria ante Francia en la última jornada, posibilitaron su clasificación. Suecia, por cierto, fue la otra clasificada de ese grupo, dejando fuera a los teóricos favoritos, ingleses y franceses.
En semifinales, la Holanda de Gullit, Rijkaard y van Basten, vigentes campeones. Otra vez, contra todo pronóstico, empate a dos, prórroga y penaltis. Y paradojas del maldito destino: donde, en 1988, Marco van Basten marcó, posiblemente, el mejor gol de toda la historia de las Eurocopas, en 1992, falló el único penalti de Holanda, siendo pieza clave para el penúltimo paso en la hazaña danesa.
Y la final, frente a Alemania, máximo favorito. Mientras que en el búnker alemán todo eran caras serias y de concentración, en el hotel danés, todo eran risas y baños en la piscina; se dice, además, que copas y tabaco fueron inseparables compañeros de muchos seleccionados daneses.
El resultado: 2 a 0 para Dinamarca. La teórica buena praxis de las concentraciones previas y de los jugadores aislados y cuidándose saltó en mil pedazos para demostrar que, afortunadamente, por mucho que se intente controlar y medir en esto del fútbol (y cada vez más) la pelotita acaba teniendo sus reglas.
Fue, esa de 1992, una Eurocopa muy poco seguida en nuestro país: La no clasificación de España hizo que el interés, tanto mediático como por parte del aficionado medio, fuese muy escaso; pero es una Eurocopa que merece la pena conocer y volver a vivir: el paradójico triunfo de Dinamarca, la última gran competición de selecciones del mítico Marco van Basten, la primera Eurocopa donde los jugadores llevaban en las camisetas nombres y dorsales…
Quedan invitados.
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