Sucede a menudo, y es una pena que 90 minutos de buen fútbol queden relegados por una sola imagen que pertenece a una circunstancia concreta. Sí, en este caso muy fea, y veremos si crucial para una Juve que se juega la vida el martes contra el Bayern. Esperemos que Giovinco esté listo para una de las dos batallas más importantes del año. Pero como digo, un lance de partido.
En cualquier caso es otro partido el que nos atañe hoy, el que se disputó en el mediodía de ayer en Milán. Los de Stramaccioni, lejos de ser aquél equipo que ganó en Turín y capaz de derribar colosos, tenían ayer una nueva oportunidad para mandar un mensaje esperanzador a quienes reniegan de este proyecto.
XI Inter: Handanovic: Ranocchia, Samuel,Chivu; Zanetti, Gargano, Kovacic, Pereira; Ricky; Cassano y Rodrigo Palacio
XI Juventus: Buffon; Barzagli, Bonucci, Chiellini; Padoin, Vidal, Pirlo, Marchisio, Asamoah; Quagliarella y Alessandro Matri.
Strama no se dejó a nadie, eligió lo que él consideraba su mejor once (el esperado salvo la entrada de Gargano por Cambiasso). Caso contrario al de Antonio Conte, que con vistas al duelo de Múnich, reservó –solamente- a Giovinco, Vucinic y Lichtsteiner. Quizá por las ganas de revancha (el Inter acabó en la ida con la racha bianconera de estar 49 partidos consecutivos sin perder), el técnico turinés optó por presumir de equipo en el Giuseppe Meazza. Y vaya que sí lo hizo.
Fabio Quagliarella decidió escribir el guión del partido, tras colar el balón en la portería defendida por el guardián esloveno con un tremendo zurriagazo. Los visitantes supieron gestionar fabulosamente el resultado a favor; si bien es verdad que ofensivamente echaron en falta la picaresca de Vucinic y “la Hormiga atómica”, Buffon no tuvo que intervenir más que en las 2 o 3 oportunidades habituales que suele tener un equipo que juega ante su afición. Todas las ocasiones pasaron por el talento de Cassano y Palacio (véase el 1-1), que como de costumbre, se tuvieron que ganar la vida siempre en situaciones con falta de apoyos. Ricky Álvarez, el a priori conector que activaba la parcela atacante, se vio siempre superado en número por la red bianconera en la zona de ¾. Además, la labor de Marchisio y Vidal le obligaban al argentino a tener que ir en busca del balón en zonas muy atrasadas.
El equipo estuvo partido siempre. De hecho, el cambio de Guarín por Ricky Álvarez no supuso ningún cambio abrupto. La mejoría podía darse en el apartado técnico, por eso Guarín es el titular. Pero tácticamente la Juve siguió sintiéndose cómoda en todas las zonas del campo, atrás en particular. Los nerazzurri empataron, pero solamente gracias a un despiste (el único) de la Juventus en la zona de creación. Kovacic condujo el balón hasta la frontal y Cassano se ocupó de encontrar el espacio suficiente para que Palacio definiera con delicadeza el 1-1.
Seis minutos
Se suele decir que las buenas cosas siempre duran poco tiempo, en este caso fueron seis los minutos de gloria. Si antes fuera el suplente Quagliarella quien silenciara la grada interista, ahora era otro de los “plan B”, Alessandro Matri, el autor del segundo tanto. Cuando la Juve quiso, lo solucionó.
Con el 1-2, Stramaccioni decidió dar entrada a Cambiasso quitando a Ranocchia (partido pobre, uno más, del joven italiano) y pasar al 4-3-3. Con Gargano como único hombre de sujeción, y acumulación de 5 hombres arriba (armados, además, por las subidas de Zanetti y Pereira en los laterales), el resultado no tuvo peligro de cambio. Los aficionados del Calcio saben bien que la mejor defensa de la Serie A viste cada fin de semana de blanquinegro.
Las vibraciones de esta tarde hacen un resumen de qué y cómo está cada conjunto a día de hoy. A diferencia de la ida, ahora sí con un bagaje de partidos suficientes para calibrar el estado de cada uno, es evidente la capacidad de cada equipo. La Vecchia es un equipo más entero; su estado de forma actual le permite aspirar a lo que se proponga. De ahí el atractivo del Bayern-Juventus, seguramente los dos equipos más en forma de la actualidad. En cuanto al Inter, la idea de «empezar de cero» queda en el aire mientras nadie sepa cómo y con quién va a llevarse a cabo.
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