Una niña de unos 5 años juega en el suelo de su clase de preescolar. A su espalda, acercándose en tromba cual avalancha de ñus por el desfiladero donde pereció Mufasa, un niño con los brazos estirados hacia delante y garras en lugar de manos se abalanza sobre la dulce niña. El resultado, el previsto. El niño agarra del pelo a la niña, la niña, primero se sorprende, y después, cuando no encuentra un sentido a lo que ocurre, se echa a llorar. Entonces la profesora llega, separa a los protagonistas, tranquiliza a la niña, e interroga al chaval. ‘Pepito, ¿por qué le tiras del pelo a Manolita?’ El niño evidentemente, no sabe responder. Pero lo que tiene claro es que Manolita le gusta, y tirándole del pelo obtiene su atención.
La escena quizás os suene. Si se cambian los nombres de Pepito y Manolita por F.C. Barcelona y Real Madrid C.F. (o viceversa, que no quiero herir sensibilidades), es el pan nuestro de cada día. Nos guste o no. Yo, como espectador ajeno a los sentires de ambas aficiones, estoy en un insondable vacío social cuando en España se produce uno de esos ‘Clásicos’ (que tan clásicos como los Athletic – Barcelona o Athletic – Real Madrid son, pero a estos no se les considera así) ya que no puedo elegir trinchera y al final acabo acribillado por las balas lanzadas por mis amigos. Entre dos tierras, que decía Bunbury.
Amigo: – ¡Eh! Joder, árbitro eso es falta. Siempre igual, macho. Estos árbitros siempre ayudándoles.
Yo: – Bueno, es una falta un tanto leve. Yo no la pitaría, la verdad. Además, habéis seguido el contraataque y casi marcáis. Tampoco seáis quejicas…
Amigo: – Bah, qué asco me dais los de la trinchera contraria. Nunca reconocéis nada. Sois patéticos.
En ese momento, los de una trinchera me meten en la contraria, y los de la contraria, que no me aceptan allí porque me consideran de los de la primera, me echan a gorrazos. Y todo, por da una visión objetiva del asunto. Y es que ambas trincheras creen ser independientes de la de enfrente, reforzando su idea entre los miembros de cada, dando discursos sobre los errores ajenos y cargando contra los organismos neutrales, que según ambos bandos, no son tal cosa.
No voy a meterme en el tema histórico (al menos no demasiado) ya que daría para montar una telenovela con cada capítulo. Y sería agotador. Pero yo recuerdo que hace no tantos años, las cosas eran diferentes. Había rivalidad, por supuesto, y de toda la vida, cuando el rival perdía, las risas desde la otra acera eran sonoras. Pero suponía el trajín diario que resulta a día de hoy, donde ya no se busca la información del Madrid (en el caso del As o el Marca) o del Barcelona (Sport y Mundo Deportivo) sino que directamente se buscan los trapos sucios del equipo rival. Así, uno puede leer en el Mundo Deportivo que Mourinho a mitad de temporada que Mourinho está teniendo broncas con Casillas, y en el Marca que Tito Vilanova está enfadado con David Villa. Porque la información ya no vende. Vende el amarillismo.
Decía Larra ‘Aquí yace media España, víctima de la otra media’, epitafio que describe el cainismo imperante en este país. Porque España es un país de cainitas y el ‘Y tú más’ se estila como argumento principal en todas las confrontaciones. Lo cual no sería tan, tan malo, de no ser porque encima sirve como argumento ganador. Y no hablo sólo de deporte. Aunque eso sea harina de otro costal. Por ejemplo, en política, que durante buena parte del s.XX y hasta nuestros días, sigue siendo un arma arrojadiza para ambos clubes. Rara vez ocurre en un Clásico (nunca, me atrevería a decir) en el que el Bernabéu no cante el himno de España, como provocación para los catalanes, o que los catalanes no saquen senyeras y esteladas como respuesta a ese nacionalismo centralista. Y esto viene de mucho antes.
Durante la dictadura franquista, en Madrid se veía al Barcelona, sobre todo a sus aficionados, como esos locos que no querían ser españoles (y razones no les faltaban), y en Barcelona, se veía al Real Madrid como la personificación de Franco en el terreno de juego. Ya se sabe, el Madrid era el equipo del Gobierno (para mí, era el Atlético de Aviación, que para eso era el equipo del ejército), y el Barcelona los hijos de Lluís Companys. Cainitas, y mezclar churras con merinas.
Pero no todo es odio, porque si además de ponerse de acuerdo para criticar a los Comités de árbitros o a la Federación, como ya comentamos, también se sirven los unos a los otros de bálsamos ante los fracasos propios. Todos recordamos esta última Champions, donde las carcajadas de los blancos por la eliminación del Barça a manos del Chelsea, sirvieron para camuflar los penalties para el Bayern de Munich. Y al revés, sino acordaros de las narración de Ona FM del penalti de Sergio Ramos. Porque está muy bien visto lo de apoyar a los equipos españoles en las competiciones europeas (Getafe, Athletic, Sevilla y otros pueden dar cuenta de ello) pero jamás vi a un barcelonista que quisiera que el Madrid ganara ‘la Décima’, ni a ningún madridista que quisiera que el Barcelona se alzara con otra Champions.
Y es que de vez en cuando, mola meter el dedo en el ojo a alguien. Como las manitas tras el primer Barça – Madrid de Mourinho en el banquillo blanco, o como el propio Mourinho a Vilanova en la Supercopa. Suceso, el del dedo en el ojo, que me recordó al del Pepito y Manolita, por cierto. Pero se ve que fuera de la vorágine, la relación entre futbolistas de ambos equipos, es como mínimo, tibia. No existen odios exacerbados, al menos de manera pública y prolongada. Y los gestos y declaraciones de los jugadores cuando están con la Selección así lo muestran. Claro que podría ser porque de momento se están consiguiendo auténticas gestas y conviene no menear el avispero.
Como ya hemos dicho, el uno depende del otro, no solo para las derrotas propias, sino para dar mérito a las victorias. ¿Quién no ha oído nunca ‘El peor Madrid de los últimos años sólo está a X puntos del mejor Barça de la historia’, o al revés? Porque en el fondo, sin el eterno rival, la victoria queda degradada. Si un día, por lo que sea, uno de los dos gigantes del fútbol de este país desaparece (véase caso Rangers en Escocia), seguro que los de la trinchera rival empiezan con las risas y a señalar a sus vecinos. Pero, y al cabo de un tiempo, si por cualquier motivo ninguno de los otros equipos relativamente grandes no da el paso adelante, ganar la Liga se convertiría en rutina, y la rutina aburre.
Por no hablar de los medios. Con el acceso a los futbolistas más controlado y censurado que nunca, ¿de dónde sacar historias, bulos e informaciones para rellenar las páginas del periódico todos los días? Si cogemos de ejemplo los periódicos de estas últimas semanas, si no fuera por el caso Chitalu, un cuarto de los diarios de Madrid habrían quedado en blanco. Y si no fuera por los continuos dimes y diretes de los medios de Barcelona sobre José Mourinho, ¿qué más iban a aportar? Lo dicho. La relación quizás no sea de amor-odio, pero si es dependencia-odio.
Y ahora, tras este discurso, podéis proceder a insultarme en la sección de comentarios. Gracias a los que hayáis leído este artículo hasta el final. A los que no, os entiendo.
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