Hace unos días, navegando por un foro, me he vuelto a encontrar con un debate entre aficionados del Barcelona y del Madrid. Para mi “sorpresa” no hablaban de los árbitros ni del teatro de unos y otros, sino que esta vez se centraban en cual de los dos equipos cuenta con el mejor equipo del mundo, si el Madrid con Iker Casillas o si el Barcelona con Victor Valdés.
Lejos de querer abrir yo el mismo debate – ni siquiera pretendo hablar, en esta entrada, sobre cual es el mejor portero del mundo actualmente – mi intención es la de analizar, sin nombres propios, cuales pueden ser los factores que se utilizan para decidir cuando un portero es bueno o no.
Personalmente, soy de la opinión de que un buen portero nace, pero también lo hace la defensa. Uno puede tener unos reflejos espectaculares, puede tener rapidez a la hora de decidir que hacer en el uno contra uno, o tener la capacidad de adivinar hacia donde van todos los penaltis o las faltas, que sino tiene delante una defensa que evite que le lleguen balones va a recibir gran cantidad de goles.
Porque si delante de ti no tienes un muro que evite, o dificulte, la llega de los delanteros, al final, tú te verás solo ante el peligro, y luchar 90 minutos contra el balón es algo que ni el mejor portero es capaz de hacer, ya que tarde o temprano se verá superado.
Y es que en la historia del fútbol hay casos de porteros que en un equipo reciben gran cantida de goles, y que muestran una gran inseguridad, pero que en cambio una vez fichan por otro, todo eso cambia y parece que estamos ante un portero totalmente diferente.
Otra de las bases de un buen portero es la seguridad. Portero que no se siente seguro bajo los palos, es peligro constante. El portero tiene que tener tanta seguridad en las manos como si de un cirujano se tratase. Y seguridad en los pies, por supuesto, porque si no sabe manejar el balón con los pies, la debilidad que tiene es mayor.
Un portero también necesita continuidad, incluso más que un jugador de campo. El jugador de campo, aunque no juegue, entrena a tal ritmo que es capaz de poder disputar nuevamente un partido, prácticamente, sin notar el tiempo sin jugar. En cambio, el portero necesita sentir esa continuidad, porque en su entrenamiento es prácticamente imposible recrear las condiciones de un partido completo.
Ahora bien, está claro que si uno no tiene esa capacidad, esas características propias del buen portero, todo esto no servirá de nada. Porque puedes tener la mejor defensa, sentirte totalmente seguro, y jugar todos los partidos, que si eres un torpe con las manos y con los pies, lo más seguro es que recibas más goles que Malta el día del 12-1.
Es necesario, como todo, que exista una base, unas características que se tienen que ir puliendo con los años y gracias a la ayuda de unos buenos entrenadores de porteros. Que de esta gente nunca se habla, pero es que hay entrenadores de porteros que pueden ser más importantes que cualquier entrenador, ya que aportan mucho a los porteros del equipo. ¿Un ejemplo? José Sambade en el Deportivo de La Coruña, por quién tuvo interés el Barcelona este verano. Pero eso, eso quedará para otro artículo.
¿Qué igual no aclaré nada con esto? Puede ser, no digo que no, pero la reflexión queda sobre la mesa. ¿La calidad de un portero y sus buenas acciones dependen de la defensa que tenga delante? ¿O lo puede hacer bien un portero si delante tiene a los peores jugadores del mundo?
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