Cuando se llevan disputados casi dos tercios de Liga, la sensación futbolística en Sevilla navega entre la decepción (en el Sevilla) y el drama (en el Betis). El Sevilla, muy lejos de la Champions y el Betis, con un pie en Segunda, están muy lejos de los objetivos que se marcaron a principio de la temporada.
Si hay un término que define bien la temporada del Sevilla, este es ‘irregularidad’. Acometió en verano una profunda renovación de la plantilla, sufragada con las ventas de sus dos últimos estandartes, Navas y Negredo, al Manchester City y configuró un plantel que parecía en condiciones de luchar, con unas ciertas garantías, por una plaza de Champions (asumiendo que tres serían para Real Madrid, Barcelona y Atlético de Madrid). Pero, transcurridas 24 jornadas, está a 28 puntos de la cabeza (aunque no aspirase a ser campeón, la distancia es demasiado significativa), a 12 de la Champions y parece que lo máximo a lo que puede aspirar esta temporada es a la séptima plaza. No obstante, ha tenido la suerte (como el Valencia, dicho sea de paso) de que Real Madrid y Barcelona vayan a jugar la final de la Copa del Rey y que esa plaza permita el acceso a Europa.
Lo significativo del asunto es que empezó la temporada de forma muy irregular, algo que puede considerarse normal en un equipo casi nuevo, pero tuvo una serie de excelentes resultados al final de la primera vuelta, que hicieron pensar que competiría por la cuarta plaza.Sin embargo, un inicio nefasto de segunda vuelta (tras el meritorio empate en el Calderón, únicamente ha conseguido un punto en los cuatro últimos partidos, con el agravante de que tres de ellos han sido disputados en su estadio) han devuelto a los sevillistas al estado de decepción casi permanente de los últimos tres o cuatro años.
Y, si la decepción se ha apoderado de Nervión, el drama sobrevuela Heliópolis. El cese de Pepe Mel el pasado mes de diciembre parecía, a todas luces, un error. Desgraciadamente, el tiempo ha confirmado las sospechas y tras dos meses y medio y dos entrenadores después, el Betis está hundido en la última posición de la tabla a seis puntos del penúltimo clasificado y a 10 de la salvación. A Pepe Mel le sustituyó Juan Carlos Garrido que, entre malos resultados y feos rumores de agentes y comisiones, apenas duró un mes y medio en el cargo; y a Garrido, un mito del beticismo como Gabriel Humberto Calderón. Pero la situación, lejos de mejorar, empeora día a día. Y es que el problema, tal y como parecía, no estaba precisamente en el banquillo.
Como conclusión y mirando al futuro y a lo que queda de temporada, el Sevilla, sin grandes alharacas, podría salvar la temporada: a poco que corrija su irregularidad, la séptima plaza o, incluso, la sexta o la quinta (y, por tanto, la clasificación para competición europea), podría estar a su alcance. Sin embargo, el panorama parece bastante más negro en el Betis. A falta de 14 jornadas por disputarse, tiene 14 puntos por lo que necesitaría del orden de 27 más para salvarse. Esto significaría ganar 9 de los 14 partidos que restan. Por desgracia, misión (casi) imposible.
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