Alejados de la primeras páginas de la prensa internacional y abocados a un protagonismo residual en la geoestrategia de las grandes potencias, Curaçao y Surinam parecen representar, en cierta manera, el papel de ‘naciones ausentes’ tanto en el panorama global como en el sudamericano en particular. Las pocas noticias provenientes de la zona y captadas por las agencias de información suelen reducirse a los análisis de exportaciones efectuadas por ambos países, con una breve excepción en 2012, cuando los medios se hicieron eco de un intento de golpe de estado en la isla que integraba antiguamente las Antillas Holandesas junto a Aruba.
Curaçao, situada frente a las costas de Venezuela, fundamenta su economía en el turismo y en el refinado del petróleo venezolano, una circunstancia que, unida a su condición de antigua colonia del imperio neerlandés, ha facilitado su estabilidad política. Surinam, que antaño también fue territorio de ultramar de los Países Bajos, se encuentra en una situación geográfica menos paradisíaca, pero empapada de la naturaleza salvaje que se encontró Cristóbal Colón a su llegada al continente americano, un paisaje semejante al que se enfrentaron Steve McQueen y Dustin Hoffman durante el rodaje de Papillon (1973) en la Guayana Francesa. La supervivencia de este pequeño país colindante con Brasil depende, en gran medida, de las extracciones de minerales como la bauxita o de la producción de energía hidroeléctrica. Curiosamente, esta visión de ambas naciones como fuente de recursos naturales ha solido dejar en un segundo plano uno de los principales éxitos originados tanto en Curaçao como en Surinam: la producción de futbolistas de élite.
Desde la independencia de ambos países, el fútbol apenas ha tenido recorrido o tradición como deporte puntero. De hecho, en Curaçao reina la pasión por el béisbol, una similitud muy viva que comparte con Venezuela. Sin embargo, un breve repaso a la lista de futbolistas que han integrado la ‘oranje‘ a lo largo de las dos últimas décadas arroja un resultado tan agradable como sorprendente. La numerosa mano de obra procedente de las Antillas Holandesas y de Surinam que se estableció en los Países Bajos a partir de los años 60 echó raíces en una gran mayoría de núcleos urbanos del país de los polders. Ámsterdam, por su condición de capital, y Rotterdam, en pleno auge del Europoort, fueron dos de las ciudades que más emigración recibieron de sus colonias, así como de Cabo Verde, China y la antigua joya de las compañías de comercio holandesas, Indonesia.
De las calles de Ámsterdam y Rotterdam salieron, entre otros, jugadores como Ruud Gullit, de padre surinamés al igual que Frank Rijkaard, con el que compartió trayectoria en las categorías inferiores del Ajax y, posteriormente, éxitos en el Milan al lado de Marco Van Basten. Sin embargo, Gullit y Rijkaard, pese a ser dos de los mejores futbolistas de su época, sólo fueron la semilla de que lo vino más tarde. Concretamente en el Mundial de 1998 disputado en Francia, cuando Holanda se plantó en semifinales con un equipo que conformaban un total de hasta siete jugadores con orígenes en Surinam: Michael Reiziger, Winston Bogarde, Edgar Davids, Aron Winter, Patrick Kluivert, Jimmy Floyd Hasselbaink y, posiblemente, el gran exponente de esta generación, Clarence Seedorf.
Varios de ellos llegaron a triunfar en mayor o menor medida en la Liga española. Seedorf, pese a legar sus mejores momentos como futbolista en las filas del Milan -donde ahora ejerce como entrenador- , integró el Real Madrid que conquistó su séptima Copa de Europa bajo el mando de Juup Heynckes. Hasselbaink, tras pasar por el Boavista portugués y el Leeds United, firmó por el Atlético de Madrid en la temporada 99-00 y, pese a anotar 24 tantos, no pudo evitar el descenso de categoría de los colchoneros a Segunda División. Davids, por su parte, tras dejar atrás Ajax y Juventus, llegó al Barcelona en la segunda vuelta del curso 03-04 para dar un giro al juego ofensivo de los blaugranas. Y no lo hizo por su capacidad de generar peligro en ataque, sino por dar la cobertura defensiva suficiente a Xavi Hernández para que éste pudiese destapar su clarividencia como centrocampista organizador, ese punto de inflexión que marcó la espectacular remontada clasificatoria de los catalanes bajo el mando del propio Frank Rijkaard.
Desde entonces, un reguero constante de jugadores de origen antillano o surinamés ha seguido nutriendo las listas de la selección de fútbol de los Países Bajos, aunque pocos de ellos llegaron a alcanzar el nivel de notoriedad de sus predecesores. Jugadores como Romeo Castelen -que llegó a ser tanteado por Valencia o el Tottenham en su momento-, Urby Emanuelson, Edson Braafheid -al que Louis Van Gaal llevó al Bayern de Múnich-, un trotamundos de carácter complicado como Royston Drenthe o el siempre volátil Ryan Babel fueron varios de los nombres que grabaron su nombre como internacionales holandeses en alguno de los mejores momentos de su carrera. También Hedwiges Maduro, cuyos padres proceden de las Antillas Holandesas y al que Ronald Koeman reclutó durante su breve periplo al frente del Valencia.
Sin embargo, lo realmente interesante viene ahora, también con Louis Van Gaal al frente del combinado ‘oranje‘. Con numerosas experiencias a la hora de dar la alternativa a jóvenes talentos, el antiguo técnico de Barcelona y Bayern, entre otros, ha impulsado una renovación generacional que busca, por el momento, complementar a jugadores experimentados como Robben, Van der Vaart o Schaars, y, a medio plazo, consolidar un grupo en pleno crecimiento como hizo en su momento Alemania con Özil, Khedira o Boateng.
En el transcurso de este proyecto que mira de reojo el próximo Mundial de Brasil, Van Gaal ha puesto sus ojos en las nuevas hornadas de talento emergido o incorporado por equipos como el Ajax, el PSV o el Feyenoord. Además de futbolistas como Bruno Martins-Indi —nacido en Portugal, pero criado en Holanda-, Joël Veltman o Tim Krul, Van Gaal también ha dado minutos de juego a futbolistas con orígenes en Curaçao o Surinam. Tanto Jetro Willems —que ya fue convocado por Bert Van Marwijk para la Eurocopa 2012- como Leroy Fer —un volante con una gran llegada al área traspasado al Norwich el pasado verano- provienen de familias curazoleña, como Jürgen Locadia, el espigado punta del PSV al que en la Premier League vieron a finales del año pasado como el recambio natural de Christian Benteke en el Aston Villa. Georginio Wijnaldum, Jeremain Lens, Jeffrey Bruma o Luciano Narsingh, por su parte, tienen raíces en Surinam. Igual que algunos jugadores más experimentados como Ruben Schaken, Kenneth Vermeer o el milanista Nigel de Jong. Todos ellos, en mayor o menor medida, entran en la quiniela de posibles convocados de cara a la cita veraniega en la que, sobre el papel, España y Brasil parten como principales candidatas a alzarse con el título. Un orgullo para dos pequeños países cercanos a Brasil que, pese a no tener muchas posibilidades de convertirse a largo plazo en potencias futbolísticas, sí tendrán un motivo de peso por el que animar frente a la televisión.
2 Comentarios
Si con tu artículo «Kosovo el talento disgregado «nos introducías a través del fútbol en los barrios destruidos por la guerra en la antigua Yugoeslavia ¡de manera genial ! ; lo vuelves a hacer ahora con el trabajo «CURAÇAO Y SURINAM SE APUNTAN AL MUNDIAL DE BRASIL » ,acordándote de pequeños paísesde donde salen grandes talentos que enriquecen el fútbol de importantes clubes de grandes países ¡ otra obra maestra ! FELICIDADES .
Gran artículo compañero. Me encantan estas historia de geopolítica. Enhorabuena