Francesc Fábregas Soler, nacido el 4 de mayo de 1987 en Arenys de Mar, Barcelona. Exiliado previa pillada telivisiva de su compañero y seleccionador un 4 de junio de 2014. Dos frases en las que se podría resumir el sentir de este excepcional futbolista que ha visto como su vuelta a casa no ha sido todo lo agradable que se esperaba. Uno de tantos otros.
Cuando uno de los equipos grandes finaliza una temporada en la que los tumbos han sido más importantes que la regularidad, se suele señalar con el «dedito» a jugadores que no han dado la talla. O, al menos, no lo han hecho para esos sectores sabedores universales de la verdad. El «4», ha sido su último objetivo.
A los 16 años (2003) tuvo que emigrar a Londres, a los brazos del autoproclamado mayor protector de la chavalería del balompié, Arsene Wenger. Él le dio la oportunidad que veía lejana y casi imposible en un primer equipo donde Xavi e Iniesta comandarían una generación inolvidable. Se sentía segundón y supo ver que en Can Barça no tendría sitio para su proyección. «Volveré«, se dijo entonces otro culé de corazón.
Y tras deslumbrar a la Isla entera y a medio mundo con una Premier y un lindo postre en San Siro, Cesc estaba en la retina de todos. En el verano de 2011, y tras rechazar los cantos de sirena del Real Madrid, regresaba a la que consideraba su casa con la vitola de ser el capitán de unos Gunners que siempre prometen acabar desinflándose. Para alguien así, debería haber sitio en Barcelona o en cualquier otro club. Pero nada más lejos de la realidad. Su, tal vez, excesivo precio de traspaso para alguien considerado «de la casa» (36 millones) ha supuesto una losa no tanto para él sino para multitud de aficionados que no han visto al mismo jugador que contemplaban asombrados en las pantallas de sus televisiones.
Quizás el jugador podría haber puesto más a la hora de superar estas críticas y cuchicheos de salón. Pero lo cierto y verdad es que nunca se vio a aquel jugador que deslumbraba al público anglosajón. Cada año ha sido más difícil para él y siempre ha estado en el centro de las críticas. Alguien acostumbrado a ser un líder, no debe tener fácil asimilar el pasar a segundo plano de protagonismo sobre el césped, y al top de los reproches en la grada.
Finalmente, lo que iba a ser un idilio eterno entre hijo pródigo y familia barcelonista, ha terminado por empujarle a hacer de nuevo las maletas y volver a una Isla que nunca debió abandonar. Su Isla. Su fútbol. Donde tener espacios por los que correr, desmarcarse, asistir y finalizar desde esa segunda línea que le aupó a los altares del talonario.
Hay jugadores que se adaptan como virus mutados a distintas posiciones del campo. Otros, nacieron para jugar en una sola demarcación. Él es uno de ellos. ¡Buena suerte en tu vuelta allá y olvídate del «falso 9″ pegando el balón de nuevo a tus pies y entregándoselo a tu público.
¿Chelsea o United? Si tuviera que apostar partes esenciales de mi fisionomía, lo haría por Van Gaal. El holandés no le pedirá nada que no sepa hacer. No lo exprimirá hasta que sus extremidades inferiores pierdan precisión. Solo le rogará jugar y en la posición que más le gusta. En el United, Cesc, puede volver a sonreir y seguir la progresión que un día le pausaron. Si, finalmente, decide abrir su taquilla en Stamford Bridge, esperemos que no se pierda su fantasía.
De un modo u otro, suerte crack.
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