El parón liguero en Europa debido a la doble jornada de selecciones invita, a quienes no se vuelven locos con el fútbol entre combinados nacionales, a poder hacer un repaso de ciertos detalles de los campeonatos nacionales, aprovechando el que no tenga que sobrevivir entre la resaca de una jornada y la previa de la siguiente. Además, con los principales torneos encarando la recta final, esa de la que Luis Aragonés decía que era en la que se decía todo lo importante, nos encontramos con una realidad que empuja a reflexionar: para el título, las grandes ligas no requerirán de esos diez partidos que tanto motivaban al ‘Sabio de Hortaleza’.
España, Alemania e Inglaterra cuentan con líderes muy destacados, tanto, que podrían entonar el alirón con bastantes semanas de antelación. La Juve, el PSG o el CSKA también cuentan con una ventaja no tan contundente pero que le quita agobios de cara a cumplir el objetivo.
Después un clásico de la poca emoción en los campeonatos como Portugal donde, una vez más, Benfica y Oporto llevan varias jornadas intentando dar con la combinación que medio sentencie el campeonato… a varios puntos de ventaja del tercer clasificado.
Ante este panorama, uno no puede dejar de preguntarse si los grandes, no sólo en presupuesto sino también con una historia exitosa a la que honrar cada temporada, están ‘preparándose’ para una gran liga europea. Hablo de algo ‘más serio’ que la actual Champions, que sin el ánimo de menospreciar a la competición más exigente a nivel de clubes, sí que le encuentro algún punto de su formato que no me acaba de enamorar.
Viendo cómo los grandes en sus torneos locales cada vez marcan con más fuerza la frontera entre lo competido y lo que tramitan ¿acabará el aficionado buscando un torneo donde cada semana los equipos tengan ante sí un partido de exigencia máxima? Y lo más grave del asunto, ¿no acabaría este supertorneo con el fútbol fuera del starsystem?.
Desde la elección de Michel Platini como presidente de la UEFA hemos visto como ha intentado que la Champions no sea un torneo cerrado para un grupo desde sus primeras rondas, y nos ha permitido ver maravillosas historias como la del APOEL en cuartos de final, con tanto aroma a fútbol del de antes. Y de una manera casi paradójica, la accesibilidad al máximo torneo continental ha venido acompañado de una ruptura competitiva en el palmarés de las grandes Ligas que, quién sabe, si acabará aburriendo al aficionado que no encontrará emoción en el principal reclamo de cada liga, conocer al campeón.
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