Corinthians perdía y quedaba muy mermado para la vuelta de la final de la competición de clubes más importante de tu continente, la Copa Libertadores. El entrenador Tite sabía que debía cambiar la dinámica, pero el banquillo apenas ofrecía soluciones de garantías. Así que optó por apelar a la épica. Un llamamiento a la magia.
Así entró Romarinho en el terreno de juego. En La Bombonera, uno de los estadios más impactantes del mundo. Debutando en Copa Libertadores. Y en el primer balón que tocó, empató el partido con una delicia propia del jugador cuyo nombre evoca, el gran Romario, aunque no exista ningún parentesco entre ambos.
Tité confió en la belleza del cuento de hadas. Romarinho, que jugaba en segunda división hacía muy pocos meses, y con sólo tres partidos en Corinthians, era el protagonista. Su tercer gol en cuatro partidos y una historia tan maravillosa como increíble que puede no haber hecho más que empezar.
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